Apéndice a la segunda edición, 1909. Nota al texto del folio 1996. Anexo 6

AutorFrancisco I. Madero
Páginas2039-2058
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En menos de tres meses se agotó la primera edición de esta obra;
nos satisface vivamente, por ser ese hecho una demostración de
la entusiasta acogida que han tenido en el público las ideas por
nosotros emitidas.
Éxito tan halagüeño ha venido a confirmar el optimismo abriga-
do por nosotros bajo la influencia del entusiasmo más vehemente.
Nunca nos ha faltado la fe en el triunfo de la Democracia; pero
estudiando fríamente el problema, encontrábamos tan pocos datos
para robustecer nuestra fe, que para no debilitarla, necesitábamos
remontarnos a los tiempos gloriosos, cuando nuestros antepasados
grabaron en nuestra historia sus páginas más brillantes.
Sólo así encontrábamos argumentos para apoyar nuestra fe,
pues nos decíamos: cuando en la Nueva España reinaba el silencio
sepulcral causado por la ignorancia y la opresión, nadie sospecha-
ba que repentinamente aparecería en nuestra patria una pléyade
de héroes que la libertarían; cuando Santa Anna estaba más po-
deroso que nunca, rodeado de ejércitos numerosos y aguerridos,
sostenido por las clases privilegiadas y bajo su gobierno sumido
el país en el más vergonzoso servilismo, nadie sospechaba que la
chispa encendida en Ayutla muy pronto sería devorador incendio
que derrumbaría la dictadura; cuando Juárez y el reducido núcleo
de grandes hombres que lo rodeaba se encontraban en Veracruz,
aislados de toda la República, con los ejércitos más aguerridos y
disciplinados del país y contra los generales más hábiles, nadie se
imaginaba que muy pronto entraría a la capital de la República, si-
guiendo muy de cerca a las vencedoras huestes de Silao y Capulál-
pam; por último, cuando el “triunviro” de grandes repúblicos [sic]
se encontraba en los confines de la República, en los márgenes
del Bravo, casi sin fuerzas para defender la causa sagrada de la
independencia de la Patria, recibiendo por cada correo nuevas no-
ticias de derrotas y defecciones, sin armas, ni elementos de guerra
y luchando contra los ejércitos más aguerridos y disciplinados del
Apéndice a la segunda edición, 1909
Nota al texto del folio 1996
Anexo 6
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ANEXO 6
mundo, nadie se imaginaba que muy pronto volvería a la capital
de la República después de haber ajusticiado en el Cerro de las
Campanas a los principales culpables de tantas desgracias.
Pero ahora ya encontramos hechos en que robustecer nuestra
fe; de todas partes de la República hemos recibido entusiastas fe-
licitaciones por nuestra obra, lo cual nos demuestra que nuestras
ideas tienen muchos simpatizadores resueltos a la lucha; esto es
confirmado por muchas personas que nos manifiestan el vehemen-
te deseo de principiar la campaña, organizándose en Clubes, lo
cual han llevado a cabo en algunos puntos de la República, y en
otros, para obrar de igual manera, sólo esperan el llamamiento de
un grupo que les inspire confianza.
Por otra parte, se observa un movimiento inusitado en los cír-
culos políticos; se organizan nuevos partidos y cada día surgen
más periódicos aprestándose a la lucha. En este Apéndice pro-
curaremos estudiar los acontecimientos ocurridos en los últimos
meses, que no hacen sino confirmar nuestras esperanzas sobre el
triunfo de la Democracia; pero antes de pasar adelante deseamos
contestar algunos cargos que se han hecho a nuestra obra.
Objeciones a
La sucesión presidencial en 1910
y nuestra contestación
Como lo esperábamos, nuestra obra ha sido comentada por toda
la prensa independiente de la República, que en general ha he-
cho grandes elogios de ella, elogios que sólo merece por haber
sabido interpretar fielmente las aspiraciones de tan modestos y
valientes luchadores, así como las de los mexicanos amantes de
la Patria.
En este lugar damos las gracias a quienes se han ocupado bien
de nuestra obra; y pasamos a contestar las objeciones que creemos
de buena fe; pues de los insultos y diatribas de uno que otro pe-
riódico asalariado, no nos ocuparemos y sólo haremos constar que
la prensa gobiernista que en algo se respeta, ha guardado sobre
nuestro libro un silencio muy significativo.
La objeción más fundada hecha a nuestro trabajo, es que el
final no corresponde al resto de la obra; que las conclusiones no
están de acuerdo con las premisas; que al terminar nuestro libro
flaqueamos o nos forjamos acerca del general Díaz ilusiones que no
justifican la fría exposición de los hechos narrados por nosotros.

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