Andrés Manuel López Obrador y el estado de derecho

AutorÁngel M. Junquera Sepúlveda
CargoDirector
Páginas1-1

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Sin negar la vocación social, el entusiasmo, la perseverancia y otras muchas virtudes de Andrés Manuel López Obrador —virtudes que ya quisiéramos en muchos de nuestros políticos mediocres—, la entrevista que concedió a Milenio TV debe ponernos en estado de alerta.

De llegar a la presidencia de la República —dejó entrever— no respetará la Constitución, ni las leyes ni las decisiones de los tribunales, salvo que éstas se alineen a su proyecto que, por otra parte, no es sino el del México ultranacionalista de los años de Luis Echeverría y José López Portillo, cuando el señorpresidente no sólo decidía la producción del petróleo y la paridad del peso sino que indicaba qué era lo bueno y qué era lo justo.

Hace 12 años, cuando se le preguntó si respetaría las decisiones de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en caso de llegar a la presidencia, López Obrador respondió que sí, “siempre y cuando éstas sean justas”. No apuntó nada semejante en la entrevista de Milenio, pero sus proyectos y el enfoque que hizo para instrumentarlos volvieron a revelarlo como un político centrado en el voluntarismo personal: clausurará el aeropuerto, dará marcha atrás a la reforma educativa y no tomará en cuenta a los organismos de la sociedad civil, en los que desconfía…

Cuando explicó por qué respaldaría a López Obrador, Gerardo Esquivel escribió que no ha habido buenos resultados en la gestión económica de gobiernos anteriores, “ya que las tasas de pobreza total y extrema en 2016 son prácticamente idénticas a las de 1992 y la desigualdad se ha agravado”. Añade que “no es posible continuar con el mismo mode-lo económico. Si seguimos haciendo lo mismo, obtendremos los mismos resultados”. Nada que no se haya dicho en esta revista… Pero también hemos señalado que el cambio —urgente por donde se mire— debe apegarse a lo que exige un Estado Democrático de Derecho. Esto es lo que nos aparta de López Obrador.

En la entrevista referida, el tabasqueño anunció que quiere pasar a la historia como Hidalgo, como Juárez y como el apóstol de la democracia Francisco I. Madero. Aclaró que no se trata de ego sino de su anhelo de lograr una cuarta revolución en México. Pero Juárez se perpetuó en el poder, e Hidalgo y Made-ro fueron asesinados por desatar demo-nios que luego no pudieron controlar.

Enrique Krauze sostiene que “de triunfar, usará su carisma para intentar la vuelta de un orden arcaico (o el advenimiento de un orden utópico) y, con ese poder acumulado, habiendo...

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