Un Acercamiento de la Justicia con la Física Clásica y Cuántica, a través de la Teoría y de la Ciencia de la Justicia

AutorMgdo. Jorge Ojeda Velázquez
Páginas10-15

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Jonathan Swift, el autor de Los Viajes de Gülliver narra la vida de este personaje, quien en su primera travesía por el mar, al mando de un barco, una tormenta frente a una costa provoca su naufragio del cual sobrevive y logra, nadando, llegar a tierra firme. Luego, el cansancio lo vence, se tiende sobre la arena y queda profundamente dormido. Al despertar, se da cuenta que está fuertemente ligado al suelo y prisionero de los Liliputenses, pequeños seres humanos que medían no más de 6 pulgadas de altura1. No nos detendremos a reflexionar sobre la sátira a la sociedad de su época que Swift trata de enviarnos, sino en aquella ironía que en la Filosofía del Derecho nos impulsa siempre a reflexionar: ¿por qué estamos, como Gulliver, atados a tantas cuerdas normativas?

Los seres humanos, hemos obligado a los delincuentes a resarcir los daños a sus víctimas en dinero, bienes o trabajo; hemos confiscado todo su patrimonio; los hemos exiliado, torturado, mutilado, hechos esclavos, deportados o puesto a remar en los navíos; los hemos latigado, marcado con fuego e incluso los hemos privado de sus vidas y de sus libertades2. Empero ellos siguen cometiendo conductas desviantes y delitos. Por ello, seguimos preguntándonos: ¿Ha sido necesaria tanta crueldad y saña a fin de persuadir a los delincuentes para no cometer más delitos? ¿Ha existido acaso un período de la humani-

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dad en que los seres humanos no hayan cometido delito alguno o no hayan sido castigados? ¿Cómo alejarlos de la tentación de man-char sus manos con la sangre de sus prójimos, de desposeer a sus semejantes de los bienes que tienen, de alterar su salud, de violar las libertades de los demás?

La sociedad humana es un espacio cultural lleno de un mar de normas, de conductas, lo que en física cuántica podemos semejarlas al “mar de Dirac”; unas llenas de energía interior (como las normas morales, religiosas, convencionalismos); y, otras de energía externa o positiva (como las normas jurídicas). Pero, a pesar de que las mismas deberían atraerse entre sí y formar un quark, fuertemente cohesionado por esas grandes fuerzas sociales, no hemos podido atar del todo, a la playa social, a los seres humanos a fin que no violen ese mar de reglas y principios que nos rigen.

Ahora bien, si partimos del hecho de que el mundo es una simetría, una correspondencia mutua o dualidad de entes -micros y macros- en una superposición de estados cuyos conceptos recomponen un universo-espejo, que viven en armonía de tensiones opuestas: iusnaturalismo y iuspositivismo, día y noche, blanco y negro, vida y muerte, foro inter-

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no y foro externo, electrón y positrón, materia y antimateria, onda y partícula, justicia e injusticia, principio y fin; parece razonable asumir que como sucede con los átomos, la materia que en nuestro caso es la justicia y por otro lado, la antimateria, correspondería a las otras normas y reglas morales, religiosas y convencionalismos sociales; con energía igual, con igual masa y trayectorias opuestas, esto es con cargas invertidas. Cuando estas fuerzas se encuentran pueden aniquilarse una a la otra y liberar su masa entera en forma de energía social. Esa energía social comprimida es la lucha de ideas que acontece en torno al derecho y a la...

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