¡Viva Fernando VII! ¡Viva la Patria! ¡Viva la Santísima Virgen de Guadalupe!

AutorFernando Serrano Migallón
Páginas45-73
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II. ¡VIVA FERNANDO VII! ¡VIVA LA PATRIA!
¡VIVA LA SANTÍSIMA VIRGEN DE GUADALUPE!
No lo dudemos. Los Americanos son hombres. Aun cuan-
do se les negase la racionalidad para conocer, no podría
negárseles la sensibilidad, que se concede hasta a los bru-
tos. Las causas morales es fuerza que obren. Al dolor de
verse oprimidos era consiguiente se desazonasen del go-
bierno opresor a pesar de adorarlo; la desazón debía pro-
ducir el descontento; este el desafecto, que no era mucho
llegase hasta el grado de aversión […] y unido esto a la de-
sesperación del remedio que inspira la duración prolonga-
da del mal, no fue extraño degenerar en furor para romper
los vínculos sociales, como fuerza el can rabioso su cade-
na. El mal gobierno, la opresión del mal gobierno es la
causa primordial y radical de la revolución de América…
Representación de la Diputación Americana a las Cortes
de Cádiz, 1° de agosto de 1811
1. ¡MUERA EL MAL GOBIERNO!
En el primer acto de la pieza teatral de José Joaquín Fernández de Lizardi
titulada El grito de la libertad en el pueblo de Dolores, representa en una sala
reu nidos a Miguel Hidalgo y Costilla, Mariano Abasolo y Juan Aldama. Mere-
ce la pena citar en extenso la primera recitación, luego de quitarse el telón:
HIDALGO: Mucho tiempo hace, amigos míos, que lloro en el silencio la suerte
desgraciada de nuestra patria. Oprimida trescientos años ha por el duro gobierno
español, poseídas las benéfi cas órdenes que tal cual monarca ha dictado a su favor,
sólo hemos experimentado desprecios y maltrato general de los mandarines que
envían a gobernarnos. Los empleos honorífi cos y pingües son exclusivos para los
españoles: el ser americano es un impedimento para obtenerlos. La contraseña
46 VIDA Y MUERTE DE LOS TEXTOS PRECONSTITUCIONALES
de los pretendientes españoles es bien sabida; don Fulano de tal, dicen en sus
solicitudes, natural de los reinos de Castilla y compañía: de esta manera hechos
dueños del gobierno, se han hecho dueños del comercio, de las haciendas de
labor, de las minas y de nuestras fortunas…
De este modo, habiendo nacido entre la riqueza y la abundancia, nos
hallamos herederos de una subsistencia muy precaria, precursora infalible de
la mayor miseria.
Si tal es la suerte de los criollos, esto es de los hijos del país que descienden
de padres españoles, ¿cuál será la que sufren los infelices indios? Por fi n, de
aquéllos uno que otro obtiene algún empleo, aunque no de la primera jerarquía,
y no faltan algunos descendientes de los conquistadores que poseen ricos
mayorazgos; pero, ¡los indios!, los indios, los hijos naturales de este país, los
descendientes de sus legítimos señores, yacen simados en la estupidez y la
miseria…
Mi corazón jamás ha podido soportar estas crueldades, ni el orgullo español
ni la postergación de nuestro mérito…
Por otra parte, siempre he advertido con dolor que separada la América
de España por un inmenso océano, la naturaleza le avisa que ha sido criada
independiente de la Europa. La vasta extensión de su terreno, cuyos límites no
se conocen todavía, le han granjeado con razón el epíteto de Nuevo Mundo;
pero un mundo lleno de riquezas y abundancia. Sí, la América no necesita nada
de lo más precioso que producen las tres partes del globo; en sí misma lo tiene
todo sobradamente. Las perlas y diamantes, el oro y platas, el fi erro y el azogue,
el algodón, la azúcar, el café, el cacao, la vainilla… en fi n, todos los frutos que
produce la Europa los tenemos con otros más preciosos, exclusivos sólo de
nuestros climas, como la grana, quina y otros muchos.
Ni los talentos faltan a los americanos para elevar la industria a la
perfección, que las naciones extranjeras. La ambición e ignorancia de la España,
contentándose con extraer nuestro oro, y nuestra plata, para derramarla en las
demás potencias, se ha desentendido de las verdaderas riquezas de este suelo,
y ha educado a sus hijos en los vicios, en la ociosidad y en la apatía; porque no
sólo no ha premiado los talentos americanos, sino que los ha procurado sofocar
en cuanto ha estado de su parte.
Mucho se ha escrito sobre el pensamiento del cura Hidalgo, sobre sus
motivos, anhelos, intereses, frustraciones… mucho se ha meditado, discuti-
do, examinando sus acciones, ponderándolas, valorando su proyección his-
tórica. Lizardi nos presenta al Padre de la patria, precisamente a la luz de

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