¡Viva la América Septentrional e independiente!

AutorFernando Serrano Migallón
Páginas144-174
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V. ¡VIVA LA AMÉRICA SEPTENTRIONAL
E INDEPENDIENTE!
Fernando VII desde Valencia, en mayo de 1814, expidió
un decreto solemne declarando ilegítimos todos los go-
biernos de España habidos durante su ausencia; las Cor-
tes, un puñado de facciosos, y la Constitución, un crimen
de lesa majestad. Y las Cortes de Madrid [1814], en conse-
cuencia del artículo de la Constitución que manda no re-
conocer por rey al que no la jurase, expidieron otro decre-
to mandando no reconocer por rey a Fernando. ¿Cuál de
los dos decretos vale? Si el de Fernando, ustedes que re-
conocieron aquellos gobiernos y Cortes y juraron la Cons-
titución, son facciosos y criminales de lesa majestad: y
leales los insurgentes que no reconocieron aquellos ni ju-
raron ésta aunque reconocían por rey a Fernando. Si vale
el decreto de las Cortes, los insurgentes no reconociéndo-
le más por rey, hacen lo que ustedes debieron haber eje-
cutado si no fuesen traidores y rebeldes a la nación repre-
sentada en las Cortes en quien juraron reconocer la
soberanía, y perjuros a Dios, ante quien juraron la Consti-
tución y no reconocer por rey a Fernando si no la juraba
igualmente. Con que en todo caso ustedes, y no los insur-
gentes, son los traidores y rebeldes.
FRAY SERVANDO TERESA DE MIER , “Lo que subsiguió en
Europa hasta mi regreso a México”, Memorias
1. EL LIBERALISMO DE LA RESTAURACIÓN
Antonio Alcalá Galiano, liberal español, moderado, recibió la noticia del
regreso de Fernando VII en el extranjero, como diplomático. Así relata su
primera impresión al recibir la noticia:
¡VIVA LA AMÉRICA SEPTENTRIONAL E INDEPENDIENTE! 145
Recién llegado estaba yo a Suecia, cuando una mañana, atravesando uno de
los puentes echados sobre el canal que divide por medio la calle principal
de Gotemburgo, me avisté con el cónsul, el cual, preguntándome si había yo
recibido cartas de España o leído los periódicos extranjeros de aquel día, y
siendo mi respuesta que nada había visto o sabido relativo a sucesos recién
pasados en mi patria, me enteró en breves términos […] Quedé como herido de
un golpe súbito que me hubiese lastimado, dejándome embotados los sentidos.
No era yo […] parcial muy acalorado de las Cortes y de las nuevas leyes […]
pero era sincero y ardorosísimo en mi adhesión a las reformas y en mi odio
al despotismo, el cual conocí, aun por lo poco vago y confuso que acababa de
anunciárseme, que había alcanzado en España una victoria completa. En breve,
mejor enterado de los sucesos, me conf‌i rmé más en mi opinión primera, y me
sentí abrasado por las más furiosas pasiones.1
La noticia del retorno del rey produjo una sorpresa sincera, para unos
quizá agradable; pero la reacción regia contra los liberales seguramente
consternó a la mayoría: la represión, el servilismo enseñoreado, la vuelta al
absolutismo, alegraba a los menos.
Incluso muchos conservadores, los del Manif‌i esto de los persas por
ejemplo, entendían que eran necesarias reformas conducentes a evitar el
despotismo, que sin embargo triunfaba al regreso del Deseado. Pero la caí-
da de Napoleón y en parte la rebelión romántica —la contraIlustración, los
enemigos del artif‌i cialismo racionalista, vueltos hacia la tradición, al parti-
cularismo histórico, la comunidad, la religión—, proporcionaron potencia
suf‌i ciente al conservadurismo en Europa. El impulso de la Restauración
fue reaccionario, tendiente a recomponer lo que la Revolución francesa y el
imperio napoleónico habían trastornado sucesivamente, y reducir el ímpe-
tu revolucionario, el jacobinismo difundido, los principios democráticos y
el liberalismo radicalizado; sobre todo, reordenar el mapa desdibujado por
la espada del Emperador, procurando construir un cierto equilibrio, consis-
tente en impedir la formación de una potencia territorial en el Continente,
y suprimir cualquier conato revolucionario que amenazara la frágil tran-
quilidad de Europa.
Las potencias surgidas de la derrota de Napoleón def‌i nieron los conte-
nidos de la llamada Restauración en el Congreso de Viena (octubre de 1814-
junio de 1815). El emperador de Austria Francisco I fue el anf‌i trión, y su
1 Alcalá Galiano, Memorias, cap. XXIV, en la Biblioteca Cervantes Virtual.

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