Jóvenes víctimas de violencias, caras tatuadas y borramientos

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AutorMauro Cerbino
CargoDoctor en Antropología Urbana por la Universitat Rovira i Virgili de España; profesor investigador y director de la revista Íconos de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), Sede Ecuador.
Páginas9-38
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Perfiles Latinoamericanos
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Julio/diciembre 2011
Revista de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Julio-diciembre 2010 / Año 17
* Doctor en Antropología Urbana por la Universitat Rovira i Virgili de España; profesor investigador y
director de la revista Íconos de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), Sede Ecuador.
Jóvenes víctimas de violencias,
caras tatuadas y borramientos
Mauro Cerbino*
Resumen
En este texto se propone repensar las modalidades de la violencia pandilleril, señalando un con-
junto de causas que subyacen a esa violencia, la cual, al insertarse en el círculo de las violencias,
permite problematizar la oposición entre víctimas y victimarios. Se toma el caso de las maras cen-
troamericanas para desarrollar una interpretación del gesto de tatuarse la cara como una práctica
que evidencia algunas de las formas en que los jóvenes, a la vez que ejercen violencia, la padecen.
Además, se analiza el borramiento de los tatuajes de la piel interpretándolo como la escenificación
de una violencia institucional aún más intensa. Estas prácticas se interpretan enfatizando algu-
nos aspectos relacionados con los significados de posiciones de subjetivación o de sujetamiento.
Abstract
This article tries to rethink the diverse modalities of gang violence, and proposes a set of causes
that explain them. It explores the spiral of violence, and the opposition between victims and per-
petrators. Specifically, the paper looks at the case of the Central American maras and offers an inter-
pretation of the act of tattooing the face, as a practice that shows paradoxically how young people
suffer violence in exercising of violence. Furthermore, we analyze the practice of erasing tattoos
from the skin as sign of a much more intense institutional violence. The interpretation of these
practices emphasizes some of the aspects related to the meanings of positions of subjectivation.
Palabras clave: jóvenes, violencias, pandillas, maras, tatuajes, rostro, rostridad, borramiento de tatuajes.
Key words: juvenile, violence, gangs, maras, tattoos, face, faciality, tattoos erasing.
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Revista de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Julio-diciembre 2010 / Año 17
Introducción
Acostumbrada a reproducir modelos de oposición binaria entre agresores y
víctimas, la opinión pública, llevada por la representación mediática de la violen-
cia y no menos por algunos enunciados académicos, termina por atribuir a los jó-
venes la responsabilidad de muchos de los actos violentos, especialmente en los
países de Latinoamérica y en los que hay una inmigración latinoamericana con-
siderable. De tal modo que los jóvenes son vistos factualmente como portadores
de violencia, en particular cuando se trata de organizaciones de tipo pandilleril.
Se inscribe en esta postura un caso ya ejemplar: la acción de las maras centroame-
ricanas. Éstas darían cuenta del grado al que llegaría la crueldad protagonizada
por grupos de jóvenes que viven así su supuesta desadaptación social.
Más allá de elaborar una perspectiva que cuestione los postulados en los que
se basa la opinión pública, mostrando sus inconsistencias, en este trabajo me pro-
pongo ofrecer un conjunto de reflexiones tendientes a mostrar a las pandillas juve-
niles y el caso particular de las maras centroamericanas como objeto de una doble
violencia estatal (institucional y moral). En el caso de los mareros, lo haré circuns-
cribiéndome a una interpretación de la práctica ritual de los tatuajes, especialmen-
te de la cara y de la posterior operación de borramiento que se ha observado en
años recientes. Se trata de intentar superar esos modelos de oposición binaria que
invisibilizan los lugares donde las violencias se persiguen incesantemente unas a
otras, dibujando un círculo que hace inviable el establecimiento de esa oposición.
Ahí donde un sujeto o un colectivo actúan como agresor o victimario, también
está inscrito el signo contrario: el ser víctima, a su vez, de otra violencia que mu-
chas veces está oculta o se pretende inexistente. Estas afirmaciones no apelan a
la aplicación de “atenuantes”, o invocar cualquier falta de responsabilidad ante
quienes cometen actos de violencia o, peor, sostener una actitud complaciente que
esterilice y simplifique la mirada compleja que esos actos reclaman. Aquí propon-
go una reflexión que creo ha sido poco socorrida: interpretar el cuerpo y el rostro
como lugares especialmente significativos en los cuales se inscriben las marcas
de las violencias, tanto las actuadas como las padecidas. Respecto de lo primero,
mucho se ha dicho, de un modo que no ha sido más que el de la reproducción del
estereotipo: los violentos jóvenes. En cuanto a lo segundo, existe un vacío concep-
tual y una ausencia de aproximación empírica.
Si asumimos con Foucault (2007) que el cuerpo, con la modernidad, se cons-
tituye en el objeto privilegiado de las estrategias políticas de ejercicio del poder,
por medio de la aplicación de dispositivos de control y dominio, y a la vez —o

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