Violencia y democracia. ¿Cuál produce el cambio?

AutorRoderic Ai Camp
Páginas245-266
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VIII. VIOLENCIA Y DEMOCRACIA
¿Cuál produce el cambio?
SIN LA menor duda, uno de los debates teóricos más interesantes de la histo-
ria del cambio político violento es la pregunta que expertos y ciudadanos,
por igual, se han planteado mucho después de ocurrido un acontecimiento
histórico: ¿podrían los cambios sociales y políticos producidos por la violen-
cia generalizada lograrse pací camente, a menor costo para la sociedad? El
presente análisis no puede dar respuesta a pregunta tan general. Tampoco
re explora si la Revolución mexicana de 1910 puede clasi carse como una re-
volución social, cuestión sumamente debatida entre los principales historia-
dores.1 Lo que sí puede sugerir al enfocar la esfera más limitada de destaca-
dos líderes políticos es hasta qué grado la violencia, en contra del cambio
pací co, altera la composición del liderazgo. ¿El cambio violento del sistema
político produce alteraciones más profundas del liderazgo mexicano que el
cambio pací co y democrático? ¿Cómo estas dos formas opuestas de cambio
di eren entre sí, y con qué consecuencias para los políticos?2
Al establecer una comparación válida entre los dos tipos de cambio en
xico, podremos utilizar, cuando sean apropiadas, tres variables distintas.
Pri mero pondremos a prueba estos cambios desde una perspectiva generacio-
nal. En el caso del liderazgo democrático de México (que cubre el periodo de
2000 a 2009), ya hemos establecido que la generación dominante es de los
po líticos nacidos en la década de 1950. Este grupo, exclusivamente, suma 45%
de quienes ocuparon un alto cargo por primera vez. Para los  nes de este aná-
lisis, a este grupo lo llamaremos la generación democrática. Casi 100 años
antes, la generación revolucionaria dominante que representó los gobiernos
de 1920 a 1928 (Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles) nació en la década de
1880. También incluye 45% de sus funcionarios comparables y la llamare-
mos la generación revolucionaria.
1 Para un excelente análisis de algunas de estas opiniones encontradas, véase Paul J. Vander-
wood, “Explaining the Mexican Revolution”, en Jaime Rodríguez (ed.), The Revolutionary Pro-
cess in Mexico: Essays on Political and Social Change, 1880-1940, UCLA Latin American Center,
Los Ángeles, 1990, pp. 97-114, y Alan Knight, “Revolutionary Project, Recalcitrant People: Me-
xico, 1910-1940”, en Rodríguez (ed.), The Revolutionary Process in Mexico, pp. 227-266.
2 De manera sorprendente, no he encontrado ninguna prueba empírica al comparar las élites
revolucionaria y democrática en otros medios sociales.
246 VIOLENCIA Y DEMOCRACIA
La segunda medida que podemos utilizar, basándonos en esos mismos go-
biernos representativos de los dos periodos, son los funcionarios que por pri-
mera vez ocuparon un cargo. Los políticos que ocuparon altos cargos por
primera vez muestran un cuadro más claro de las altas  guras políticas, no-
vísimas, elegidas por los presidentes respectivos y sus colaboradores más
cercanos, sin incluir a los políticos que ya repetían de gobiernos anteriores, y
que típicamente procedían de generaciones de mayor edad, menos represen-
tativas. Por último, nuestra tercera medida, que puede revelar patrones dis-
tintos de aquellos de los nuevos funcionarios, a menudo moderando diferen-
cias más pronunciadas puestas en relieve entre los recién elegidos, es la de
todos los altos políticos en una determinada administración o administra-
ciones, en este caso, las presidencias Obregón-Calles y Fox-Calderón. Al utili-
zar esta última variable hay que tener en cuenta que los datos sólo incluyen
los tres primeros años de la presidencia de Calderón.
Podemos enfocar cierto número de patrones fascinantes, ya mostrados
en el análisis del liderazgo democrático versus el predemocrático. Intuitiva-
mente, los sociólogos habrían esperado que el cambio violento produjera
cambios más marcados y profundos en los tipos de dirigentes que surgen y,
por tanto, alteraciones igualmente pronunciadas en sus características, ante-
cedentes y credenciales. Uno de los conjuntos más interesantes de caracte-
rísticas de los antecedentes son los orígenes geográ cos y sociales de los po-
líticos. La distribución de estas características puede generar consecuencias
a largo plazo sobre la estabilidad y el acceso al liderazgo político.
Un estudio de la distribución generacional y geográ ca de los políticos
mexicanos sugiere un hallazgo único al comparar la generación revoluciona-
ria con la generación democrática. Una de esas variables de antecedentes es
el cambiante patrón del porcentaje de políticos procedentes de entornos ru-
rales. En México, durante el periodo prerrevolucionario no surgió ningún
patrón consistente, aparte de que las comunidades urbanas estaban abruma-
doramente representadas. Entre 36 y 46% de las generaciones precedentes
eran de orígenes rurales. Si comparamos la generación de la década de 1880
(cuadro VIII.1) con la generación anterior, el porcentaje de políticos de origen
rural aumenta 12%. Lo importante es observar que en la siguiente genera-
ción, nacida en la década de 1890, el porcentaje de políticos de origen rural
vuelve a reducirse, cayendo a un nivel aún más bajo que el de la generación
de 1870.
Resulta interesante que la generación democrática siga el mismo camino
en que descubrimos un aumento totalmente inesperado de antecedentes ru-
rales entre los políticos de importancia nacional, a partir del gobierno de Fox.
Lo más asombroso es que el aumento de los políticos de origen rural des-

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