Mi Villahermosa

AutorAndrés Henestrosa
Páginas209-211
la memoria, todo lo que le sugieren los recuerdos, todo lo que suscitan en su
mente las lecturas de los libros que consulta, y son centenares.
De ahora en adelante La dramática vi da de Ru bén Darío es un nuevo es-
calón para ascender a aquella cumbre poblada de vientos, tempestades, en-
cendidos oros y estrellas que fue el poeta de Nicaragua. Corresponde a otros
situarlo en el marco de las investigaciones sobre Darío. Yo sólo quise decir que
pocos libros me han sugerido tantas cosas como La dramática vida de Rubén
Darío, y que esto –sugerir, suscitar, sembrar atisbos– es condición de las obras
maestras.
28 de marzo de 1954
Mi Villahermosa
Tanto oí hablar durante mi niñez de la ciudad de Villahermosa, que llegué
a crear la imagen suya. Desde entonces soñé siempre en asomarme a aquel
lugar. Y cuando un día desesperaba de cumplir la visita, he aquí que un amigo
oriundo de aquellas tierras, me invitó para conocerlas. Iba, pues, a tener oca-
sión de poner frente a mis ojos la imagen real con la imagen soñada. Pero tardé
tanto en llegar a la ciudad de Villahermosa que en el camino las dos visiones
fueron entrelazándose en tal forma que al llegar a ella no supe separarlas, ni
pude darme cuenta dónde comenzaba la una y terminaba la otra; de tal mane-
ra se habían fundido lo que yo podría llamar las dos ciudades, la real y la del
ensueño.
Pero yo debo contar cómo llegó el nombre de Villahermosa a mis oídos. Y
fue así. Siendo yo muy pequeño llegó al rancho donde pasé mis primeros años
un hombre, quizá prófugo, buscando trabajo. Lo digo porque así como llegó,
desapareció: repentinamente. Creo que ni siquiera dijo su nombre verdadero,
ni siquiera las circunstancias más someras de su vida. Pero me habló mucho de
su ciudad natal, de Villahermosa. Se adivinaba en él esa fina tristeza umbilical
que nos ata a la tierra de nuestro nacimiento. No hablaba sino de su pueblo,
de sus ríos, de la iglesia del lugar. Poco a poco me fui haciendo a la ciudad para
situar dentro de ella los hechos que el mozo me refería. Cuando desapareció,
sólo quedó entre nosotros este pequeño dato de su paso: la vaca que él había
bautizado con el nombre de “Tabasqueña”.
AÑO 1954
ALACE NA DE MINUCI AS 209

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