Viejo y nuevo pragmatismo.

AutorHaack, Susan

RESUMEN: C.S. Peirce, fundador del pragmatismo, propuso una filosofía científica reformada que se rige por la máxima pragmática, que asocia el significado de un concepto con sus consecuencias experienciales. Sin embargo, con el tiempo, el pragmatismo evolucionó: de la articulación lógica, idealista-realista de Peirce, pasó por el pragmatismo más psicológico y nominalista de James, hasta llegar en nuestros días a Richard Rorty, quien propone, en nombre del pragmatismo, que el territorio metafísico y epistemológico que forma el centro tradicional de la filosofía se abandone, y que la filosofía se convierta en un género de literatura; mientras que, en el otro extremo, filósofos científicos como Paul Churchland y Stephen Stich también se describen a si mismos como pragmatistas. Revisando la historia del pragmatismo desde Pierce y James, pasando por Dewey, Mead y Schiller hasta nuestros días, este artículo detalla la transmutación del viejo pragmatismo en el nuevo.

PALABRAS CLAVE: pragmatismo, C.S. Peirce, Richard Rorty, verdad, William James

Susan Haack, Pragmatism, Old and New

C.S. Peirce, the founder of pragmatism, proposed a reformed, scientific philosophy guided by the pragmatic maxim, identifying the meaning of a concept with its experiential consequences. Over time, however, pragmatism evolved: from Peirce's logical, ideal-realist articulation, through James's more psychological and nominalist pragmatism, until, in our times, Richard Rorty, who proposes in the name of pragmatism that the metaphysical and epistemological territory at the traditional center of philosophy be abandoned, and that philosophy remake itself as a genre of literature, while at the other extreme such scientific philosophers as Paul Churchland and Stephen Stich also describe themselves as pragmatists. Looking at the history of pragmatism from Peirce and James through Dewey, Mead, and Schiller to the present, this article traces the transmutation of the old pragmatism into the new.

KEY WORDS: pragmatism, C.S. Peirce, Richard Rorty, truth, William James

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"Probablemente nunca ha sucedido que un filósofo haya intentado darle un nombre general a su propia doctrina, sin que ese nombre adquiera pronto, en el uso filosófico general, un significado mucho más amplio que el que originalmente se pretendió ..." [C.S. Peirce, CP, 5.412] "Jamás hubo confusión mayor. La Torre de Babel resulta monótona en comparación [...] Dewey es oscuro; Schiller, pomposo y atolondrado; la doctrina del empirismo radical de James [...] ha sido confundida con el pragmatismo; el pragmatismo mismo abarca dos o tres teorías distintas [...] el resultado ha sumido la inteligencia humana en la desesperación. Pero poco a poco el limo se posará en el fondo ..." [William James, 1907a, p. 134] Fue William James quien acuñó la palabra "pragmatismo" como término filosófico y lo hizo famoso; pero reconoció que Pierce lo había introducido por primera vez durante las disertaciones que dio a principios del decenio de 1870 en el "Club Metafísico" de Cambridge, Massachusetts. De hecho, el espíritu del pragmatismo ya permea los notables escritos anticartesianos que Peirce publicó entre 1868 y 1869, así como "How to Make Our Ideas Clear" (1878).

Más adelante, Peirce escribió que había tenido sus reservas para introducir el término "pragmatismo" con un significado filosófico especial, pues temía que se lo confundiera con su uso común, no filosófico. Pero había acabado por pensar que esto había sido un error, que los filósofos no sólo pueden, sino que deben adaptar palabras corrientes a nuevos significados, o introducir palabras nuevas, según lo exija la claridad. Resulta irónico, pues, que haya existido la tendencia, cada vez más marcada con el transcurso del tiempo, de confundir el sentido filosófico especial que Peirce dio al término pragmatismo con su sentido más común, de preocupación por la diligencia más que por el principio.

Lo que Peirce proponía era una filosofía científica reformada, guiada por la máxima pragmática que identifica el significado de un concepto con las consecuencias que éste tiene "para una conducta deliberada, controlada por uno mismo [...] de afirmación o negación del concepto" (1904, p. 56). Aunque emparentado, en líneas generales, con el positivismo, el pragmatismo de Peirce no era antimetafísico. Pues, al contrario del positivismo más estrecho de Augusto Comte, "en vez de limitarse a burlarse de la metafísica, [el pragmatismo] extrae de ella una valiosa esencia" (5.423), sustituyendo el viejo y fallido enfoque apriorístico por una metafísica científica reformada.

La filosofía reformada que Peirce visualizaba sería abordada con una "actitud científica", a partir de un deseo genuino de descubrir la verdad, lo que "es Así, independientemente de lo que usted, yo o cualquiera crea que es o no de ese modo" (2.135); y utilizaría "los métodos más racionales que puedan concebirse para descubrir lo poco que falte aún por ser descubierto sobre el universo de la mente y la materia, a partir de esas observaciones que toda persona puede hacer en cualquier momento de su vida de vigilia" (1.126). Sin embargo, aunque rescataría "el sólido barco Filosofía de las manos de los desenfrenados corsarios que surcan el mar de la literatura para ponerlo al servicio de la Ciencia" (5.449), el pragmatismo de Peirce no era cientificista; no delegaría las cuestiones filosóficas a las ciencias naturales para que éstas las respondieran, ni las desplazaría a favor de interrogantes científico naturales.

No obstante, por alguna razón el pragmatismo reformista clásico se transformó gradualmente en un neopragmatismo revolucionario, y la aspiración de Peirce de reformar la filosofía volviéndola más científica derivó poco a poco en un cientificismo a ultranza, por un lado, y en un etéreo diletantismo literario, por el otro. Estos dos estilos neopragmáticos, aparentemente contradictorios, tienen esto en común: cada uno, a su propia manera, repudiando los proyectos filosóficos tradicionales, se encuentra más cercano al estilo furiosamente antifilosófico del positivismo que al pragmatismo clásico. Ambos son más revolucionarios que reformistas, y ambos presentan una tendencia más o menos abiertamente antiintelectual.

Richard Rorty, el neopragmatista contemporáneo más influyente, propone, en nombre del pragmatismo, que se abandone y se deje desocupado el territorio metafísico y epistemológico que formaba el centro tradicional de la filosofía; que se deje de lado la vieja preocupación por el método y el argumento, admitiendo que "conocer nuestros deseos es conocer el criterio de la verdad" (1991a, p. 31) y que llamar verdadero a un enunciado no es sino darle "una retórica palmadita en la espalda" (1982, p. xvii); y que la filosofía debe disociarse de la ciencia para reconstituirse como un género literario "al servicio de la política democrática" (1989, p. 196).

Y actualmente los filósofos de la más atrevida estirpe científica también se consideran pragmatistas: Paul Churchland, por ejemplo, quien nos dice que, como la incesante actividad cognitiva de los ganglios de los nudibranquiados no entrañan representaciones, deberíamos abandonar la idea de que la verdad es el objetivo de la investigación (1989, pp. 150-151); y Stephen Stich, quien nos asegura que "una vez que tengamos una visión clara de la materia", advertiremos que poseer creencias verdaderas carece de valor (1990, p. 101).

En suma, la historia del pragmatismo es a la vez confusa y perturbadora. Confusa porque, a medida que las concepciones filosóficas sustanciales y las concepciones de la filosofía presentadas bajo la rúbrica del "pragmatismo" proliferan con una variedad desconcertante, uno comienza a preguntarse si el nombre sirve a algún propósito real. Perturbadora porque, en tanto las aspiraciones reformistas de la tradición pragmática clásica han sido transformadas por los neopragmatistas contemporáneos en una u otra forma de antiintelectualismo revolucionario, uno comienza a temer que Russell tuviera razón cuando predijo que el pragmatismo conduciría a la "impiedad cósmica" o, en todo caso, al fascismo.

Hace mucho, A.O. Lovejoy se quejó de que había trece pragmatismos; Ralph Barton Perry sugirió que el pragmatismo era resultado de la malinterpretación que James hizo de Peirce; el pragmatista británico F.C.S. Schiller reconoció despreocupadamente que había tantos pragmatismos como pragmatistas. Más recientemente, Rorty escribió que "'pragmatismo' es un término vago, ambiguo y sobrecargado" (1982, p. 160), mientras Mounce argumentó que hay dos pragmatismos: el honorable, que desciende de Peirce, y el deshonroso, que va de James y Dewey a Rorty et al. Cada uno tiene cierta razón, pero el problema es en realidad más complejo e interesante de lo que ninguno de ellos admite, y se parece más al viejo chiste de los soldados que pasan un mensaje a lo largo de la fila: el primero le dice al segundo, "Envíen refuerzos, vamos a avanzar"; y el penúltimo le dice al último, "Envíen dinero, vamos a bailar".

Charles Sanders Peirce (1839-1914), hijo del distinguido matemático de Harvard Benjamin Peirce, estudió química y trabajó como científico, además de ser el más grande de los filósofos estadounidenses. De 1879 a 1884 dio clases en la Universidad Johns Hopkins; entre sus estudiantes estuvieron Christine Ladd (más adelante Ladd-Franklin), O.H. Mitchell, Josiah Royce, Thorstein Veblen y John Dewey, aunque Dewey decidió no tomar su clase de lógica: "el curso es muy matemático, y por Lógica, el señor Peirce sólo entiende una relación de los métodos de la ciencia, expresados en la forma más matemática posible" (tomado de Dykhuizen 1973, pp. 30-31). En 1887, cuando recibió una modesta herencia, Peirce se retiró a Milford, Pensilvania, donde pasó el resto de su vida casi aislado, escribiendo abundantemente sobre temas filosóficos y científicos.

Primero en describirse a si mismo como lógico en Who's Who, Peirce consideraba el...

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