Un viejecito sabio y bondadoso

AutorAndrés Henestrosa
Páginas254-255
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ANDRÉS HEN ESTROS A
Otras cosas hizo Camilo Carrancá y Trujillo: estableció con sus amigos la
fecha exacta de la llegada de Martí a México, y le salió al paso a quien quiso
atribuirse el hallazgo; reprodujo y anotó una traducción que el maestro cubano
hizo de Hugo, y dada a conocer en las hojas periódicas de esta ciudad de Méxi-
co. Otras muchas obras pensaba cumplir, y en ellas trabajaba constante cuando
se descubrió enfermo de muerte. La sombra de una infinita tristeza cayó sobre
su corazón, y abandonó sus tareas y se fue haciendo a la idea de que todo había
concluido. Pero yo quise traer su nombre a este lugar, porque siempre es pro-
vechoso recordar a los hombres que como Camilo Carrancá y Trujillo supieron
darse todo enteros a un propósito, a una idea, a una admiración, en su caso a José
Martí. Y porque es profanación el vergonzoso olvido de los muertos.
7 de noviemb re de 1954
Un viejecito sabio y bondadoso
Entre los maestros de aquel año en que estudié en la Escuela Normal, a uno
recuerdo siempre: a Longinos Cadena. Era un viejecito muy sabio, muy bonda-
doso, muy tolerante, muy fácil a enternecerse como hombre que había vivido y
sufrido mucho. Siempre iniciaba sus lecciones con la misma frase. “Atención,
jóvenes amigos, paso lista…” Y aquella partida de provincianos, rudos y bron-
cos que formábamos el primer año, por virtud de la mansedumbre que fluía de
su persona, de sus palabras, de su ademán tranquilo, refrenábamos y poníamos
sordina a la algarabía que era ley de las otras clases. Encorvado, endeble, el
profesor Cadena pasaba la lista anticipando a nuestros nombres un tratamiento
reservado a personas y señores y no a gandules como nosotros. Don Fulano de
tal, don Zutano, y todos ya completamente sosegados íbamos respondiendo:
¡Presente! ¡Para serv irle! ¡Ordene lo que guste! ¡Servidor de usted!, fórmulas
claramente pueblerinas, cuyo encanto añoro después de treinta años.
La asignatura era de Gramática española, pero Longinos Cadena se puede
decir que desobedecía el programa y más que cargarnos la mente y la memoria
con reglas y preceptos, con leyes y excepciones, buscaba poner ante nuestros
ojos el maravilloso mundo de los cuentos y de las narraciones, de los versos
y de las historias fantásticas, y cuidaba de que ninguna palabra quedara sin
entender, al paso que traía a colación un texto en que se ejemplificaran y

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