Una vida en la constitución de 1917: David Pastrana Jaimes y la revolución mexicana

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Todo recuerdo entraña una melancolía extraña,
siempre con un doble filo que corta, precisa, a
la memoria: el dolor de lo que se ha ido y la alegría
de traer al presente lo que no termina de irse. Así ha
sido siempre desde aquellas tardes en que mi madre,
Laura Elena Berdejo, nos contaba tantas cosas que,
por numerosas, unas han quedado sepultadas en el
olvido y otras, las más esplendentes, en la constante
cotidianidad que no cesa.
A ella le gustaba hablar de su abuelo materno, don
Joaquín R. Berdejo, y otras más de su suegro, mi
abuelo, David Pastrana Jaimes. A los dos les profesa-
ba un profundo respeto, pero sobre todo, admiración
notable que me heredó en mis primeros años de vida.
No era para menos: el primero había combatido con-
tra los franceses en la república itinerante de Benito
Juárez y, mucho tiempo después, cuando en plena se-
nectud de vida ofrendó sus servicios a la causa revolu-
cionaria contra Porfirio Díaz y Victoriano Huerta. Era
un amante de la libertad y de la democracia. Adoraba el
silbido de las balas, el canto de las armas, pero siem-
pre y cuando esos bélicos acentos estuvieran al servi-
cio de la paz y la justicia. Al final de sus días recibió su
recompensa: pudo ver al México posrevolucionario
en las vías del progreso y ser elogiado por el gobierno
mexicano quien lo distinguió entre los veteranos para
honra y prez de su familia.
Mi abuelo fue un poco más modesto y lo que no
halló en el ejercicio de las armas lo compensó, sobra-
damente, en la jurisprudencia y el imperio de las leyes.
Nacido en el seno de una familia pacífica, en medio
del fuego de Tierra Caliente con paisajes bucólicos y
cruentos, creció entre árboles tropicales, cielos azules
y burritos de lomos negros, marrones y grises que aún
adornan las calles de Mayanalán con el sonido de sus
pezuñas y crines cortos.
UNA VIDA EN LA CONSTITUCIÓN DE 1917:
DAVID PASTRANA JAIMES Y LA REVOLUCIÓN MEXICANA
LUISA MERCEDES PASTRANA BERDEJO
Era veintinueve de diciembre de 1883. Sus padres
Jerónimo Pastrana y Clara Jaimes lo concebían luego
de tres niños robustos y antes de cuatro más que ven-
drían a completar una numerosa familia feliz. El Ma-
nayalán de David Pastrana Jaimes gozaba de la paz
porfiriana. Era un pueblo pequeñito, quieto desde
siempre. Al sur de Iguala, sólo escuchaba el rumor de
las revueltas, las asonadas militares, los cuartelazos.
Muy rara vez los militares se detenían ahí y más bien
preferían pasar de largo, como quien no desea impor-
tunar el recato de una casa honorable. Mayanalán, en
el municipio de Tepecoacuilco, tenía como vecinos
a los pueblos de Santa Teresa, Zacacoyuca, Tierra
Colorada y el que le da el nombre al actual munici-
pio. Más allá de Chilpancingo donde leyó Morelos
sus Sentimientos de la Nación y la Iguala de Iturbide
y Guerrero, sede para la consumación de la Indepen-
dencia, no había más que inmensos campos que no
ofrecían nada especial al joven David Pastrana de-
seoso de saltar la valla pueblerina que lo separaba del
progreso y la ilustración.
Al finalizar el siglo de los caudillos liberales y al
principiar el de las revoluciones, se trasladó a More-
lia, Michoacán, para estudiar en el antiguo colegio de
San Nicolás de Hidalgo. Los papeles que conserva-
mos nos advierten una mente lúcida y rigurosa, preo-
cupada por el buen desempeño en las asignaturas, lo
cual le granjeó inevitablemente el respeto de sus pro-
fesores, la consideración de sus compañeros y, qui-
zá, la animadversión de uno que otro que apetecía su
propio éxito. Se tituló satisfactoriamente el 6 de abril
de 1908 y los frutos de su empeño no tardaron en lle-
gar. Además de conseguir un empleo como abogado
en la ciudad que lo formó, fue nombrado secretario de
la Comisión de Reformas al Código de Procedimien-
tos Civiles en medio de los ajustes gubernamentales a
las leyes que estaban vigentes desde el siglo pasado.
Eran años incómodos. Capitales como esa percibían
con rapidez la tensión generada desde la capital de la
república. La suspicacia despertada luego de la entre-
David Pastrana Jaimes de estudiante, 1900. Colección Luisa Merce-
des Pastrana Berdejo.
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UNA VIDA EN LA CONSTITUCIÓN DE 1917

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