La victoria

AutorJosé C. Valadés
Páginas221-285
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Capítulo XIV
La victoria
RELACIONES CON ESTADOS UNIDOS
Desde el trágico mes de febrero de 1913, el general Victoriano Huerta
procuró, por todos los medios, pero principalmente por el diplomá-
tico, obtener la amistad o cuando menos la neutralidad del gobierno
de Estados Unidos hacia la facción huertista, creyendo —tanta era
su inexperiencia civil—, que la Casa Blanca vería con beneplácito, y
como alivio a sus negocios y conflictos en México, la existencia de
una autoridad mexicana organizada y dirigida con “mano fuerte”.
Guiaron a Huerta, para hacer pie en tal creencia, primero las
opiniones francas a pas de fanáticas del embajador norteamerica-
no Henry Lane Wilson; después, los consejos de sus principales
colaboradores, en quienes veía los reflejos de la supuesta sabiduría
política de los adalides del porfirismo.
El embajador Lane Wilson, por su parte, no dejaba de creer en
su poder político a su gobierno, con la seguridad de que éste le con-
cedería carta blanca en el manejo de los asuntos políticos de México.
Confiaba así el diplomático norteamericano convencer al nue-
vo presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, de que las
cuerdas de la autoridad mexicana podían moverse a través de la
embajada en México, con lo cual Huerta no sería más que un ins-
trumento; y aunque Huerta y los huertistas no ignoraban los de-
signios de Lane Wilson, tanto era su amor al poder; tantos los
deseos del desquite con los revolucionarios que les habían derro-
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José C. Valadés
tado en 1911, que no tuvieron escrúpulos en aceptar las interven-
ciones del diplomático.
Sin embargo, tanto Wilson como Huerta y sus colaboradores vi-
vían al margen de la realidad política norteamericana. Desconocían
u olvidaban que Woodrow Wilson y el Partido Democrático de Estados
Unidos, habían llegado a la Casa Blanca con programa de libertades
públicas y civiles; con una promesa de descentralización política y
con la aspiración de hacer que el mundo viviese a ejemplo del pue-
blo norteamericano.
Wilson, durante su campaña electoral, presentó a su país las ca-
racterísticas de líder conductor de una política idealizada hasta en
el más íntimo de sus ángulos, a manera de hacer con la democracia
un principio purísimo de populismo y libertad. Y al lado de Wilson,
el nuevo secretario de Estado, William Jennings Bryan, representa-
ba la exageración democrática, con lo cual parecía que el pueblo de
Estados Unidos había entrado en una nueva era política, que distaba
mucho de ser aquella capaz de apoyar a un gobierno originado en la
violencia, la ilegalidad y la usurpación como el de Huerta.
De esta suerte, en vez de atender las recomendaciones de Lane
Wilson a quien los políticos huertistas estaban haciendo víctima de
sus apetitos, el gobierno de Wilson se preparó, desde el primer día
de mando, a iniciar una política con respecto a México, contraria
precisamente a la que el embajador y los huertistas pregonaban.
Además, el gobierno norteamericano, inducido por sus preocu-
paciones patrióticas quiso, desde sus comienzos, sacar el mejor par-
tido de la situación mexicana; y como un capítulo importante para
la Casa Blanca era el tener a la mano los instrumentos convenientes
para contestar y minorar las exageradas reclamaciones de Gran Bre-
taña sobre los peajes del Canal de Panamá, con señalada habilidad,
el secretario Bryan tendió las cuerdas para ofrecerse como medio
eficaz a fin de obtener de México las ventajas posibles a las muchas
ambiciones de Inglaterra.
Sir Lionel Carden, embajador de Gran Bretaña, 1914

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