Víctimas de la violencia

AutorAna Gamboa de Trejo
CargoDoctora en Derecho. Investigadora del Instituto de Investigaciones Jurídicas y Docente de la Facultad de Derecho de la Universidad Veracruzana
Introducción

Actualmente la victimología ha cobrado relevancia debido a que cada día son más notorios los actos violentos en contra de personas inocentes. Si bien es cierto, han sido los medios masivos de comunicación quienes se han encargado de difundir dentro de la sociedad esa sensación de impotencia y desprotección ante un sinnúmero de actos que dañan al ser humano y a las instituciones. El terror de ver como ejecutan ante los ojos de millones de televidentes a un prisionero cercenándole la cabeza, la hambruna que sufren niños y mujeres del continente africano y, de manera próxima, el abandono y maltrato de niños producto de padres por error o las notas de jóvenes adolescentes que deciden quitarse la vida. Todo ello haría pensar que en la sociedad en la que vivimos sólo prevalece la indiferencia por la vida, por la salud y por la seguridad. Bienes jurídicos tutelados por el derecho y violentados reiteradamente por el hombre. Decidimos en este trabajo transitar dentro de lo que es la victimología, la violencia, y las ideas que han surgido dentro del derecho con la finalidad de contrarrestar este problema social.

1. Familias convulsionadas

Creemos que la principal víctima de la violencia es la familia. De ella surgen hombres y mujeres que convierten esta institución en un campo de batalla sin tregua. Pudiera decirse que son sus miembros los que la corrompen y destruyen, y que sobre ellos recae directamente la responsabilidad de su aniquilamiento y por consecuencia tendrían que ser castigados por el derecho, puesto que es el propio derecho quien protege esta institución y trata de salvarla de su extinción. A pesar de ello, vemos como paulatinamente la familia se convierte en un ente sin importancia. Aun cuando en códigos y libros especializados se lea:

Artículo 254 BIS.-Los integrantes de la familia tienen derecho a que los demás miembros les respeten su integridad física y psíquica, con objeto de contribuir a su sano desarrollo para su plena incorporación y participación en el núcleo social. Al efecto contarán con la asistencia y protección de las instituciones legales constituidas.1

La ley es clara y precisa. Pero el juzgador sólo espera ajustar el hecho a la norma. Cuando uno de los miembros no se amolda a lo que dice el derecho, nos encontramos ante la hipótesis del trastorno al interior de la familia. Vemos que efectivamente el legislador pensó en la protección de quienes la integran, recomendando evitar cualquier acto violento2. Sin embargo, sólo se acude al derecho cuando éste es trasgredido y no en su papel previsor, tal es el caso del siguiente artículo:

254 TER.- Los integrantes de la familia están obligados a evitar conductas que generen violencia familiar.

Por violencia familiar se entiende el uso de la fuerza física o moral, así como las omisiones graves, que de manera reiterada ejerza un miembro de la familia en contra de otro integrante de la misma, que atente contra su integridad física, psíquica o ambas, independientemente de que pueda producir o no lesiones, siempre y cuando el agresor y el agredido habiten en el mismo domicilio y exista una relación de parentesco, matrimonio o concubinato.3

Todos los mandatos dados por el derecho relacionados con la familia fueron emitidos después de su creación. Al ser una unidad natural por tener el hombre y la mujer necesidad de convivir y procrear además de velar ambos por los hijos que dependan de ellos, fue necesario legislar para proteger a quienes la conformaban. Cada época le ha dado un toque cultural diferente a la familia. Hoy vemos que está convulsionada. Sus integrantes son enemigos. Y no es privativo este actuar de la clase baja, por reunir en ella factores que hicieran pensar con mayor riesgos de vulneración. La violencia irrumpe en todas las clases sociales. Es por ello que hay que hacer un alto para sopesar el peligro de su extinción.

La familia nuclear constituida como ya sabemos por el matrimonio y los hijos dependientes, con interese en común, decididos todos a luchar por el bienestar de todos, difícilmente este modelo se ajusta a la actualidad. Como medida apremiante para su integración, necesita estar alimentada por una serie de factores que permitan mantenerla en ese nivel. Porque actualmente nos encontramos frente a otra realidad: la de la familia posmoderna. La cual es producto de:

La emigración urbana, la industrialización y el consumismo, el trabajo extradoméstico de los miembros de la familia, los métodos anticonceptivos, etc., han determinado un cambio en la consistencia y en los valores de la familia, al que corresponde una mudanza en la legislación , con leyes permisivas, como la del divorcio, la equiparación entre la prole matrimonial y extramatrimonial, o la despenalización del adulterio o del aborto, etc. Normas que representan una verdadera relajación en la superestructura jurídica de la institución familiar; en el mejor de los casos un abandono de la familia por parte de la ley; abandono a su íntima virtualidad y vigencia, a su fuerza interna de cohesión, a la abnegación y sentido de responsabilidad de sus miembros.4

Como en otros rubros la realidad ha rebasado al derecho. Vemos como no ha sido posible mantener la institución de la familia como un día se pensó5. Su transformación obedece a necesidades económicas y, a la adquisición por parte de sus miembros de culturas ajenas a la idiosincrasia del país de origen, las cuales penetran y se enquistan en su interior. Es por ello que hoy tenemos comportamientos familiares totalmente desajustados al modelo pensado originalmente por el legislador. De estos tipos de familias modernas se deducen infinidad de conductas que escapan al control y prevención del derecho.

Al respecto el doctor Roberto Tocavén nos muestra una...

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