Viaje ideal por Oaxaca

AutorAndrés Henestrosa
Páginas624-625
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ANDRÉS HEN ESTROS A
Viaje ideal por Oaxaca
Siempre que en estos últimos años vuelvo al Istmo de Tehuantepec, ahora
magníficamente comunicado, me viene el deseo de reducir a texto la guía
sentimental de un viaje de México al Istmo, porción del territorio oax aque-
ño habitado por una rama de la ra za zapoteca. Esa guía pudiera, asimismo,
servir para una excursión que, incluyendo Puebla, terminara en la ciudad de
Juchitán. El simple viajero, el hombre de ciencia, el historiador, el arquetipo,
el escritor y el artista encontrarían en esa excursión esparcimiento, al par que
inspiraciones y motivos de sus creaciones. Mucho de esto ha ocurrido siempre,
pero es ahora cuando parece más propicio. Desde el sigo XVI, Oaxaca ha estado
abierta a viajeros y hombres de estudio, a artistas y a meros curiosos, de esos
que recorren el mundo por el gusto de aprender mientras caminan, de pensar
mientras andan. Una rápida mirada sobre nuestra vida cultural demuestra, sin
embargo, que ha sido en las últimas décadas, cuando aquellas zonas de tan
penoso acceso, encuentran expresión en los distintos campos de la vida mexi-
cana. De tal suerte que en diez años de este siglo hay más alusiones a Tehuan-
tepec, en las letras y en las artes plásticas, que en todo el siglo pasado.
Dijimos que desde el siglo XV I, aquella región quedó abierta al estudio y
a la curiosidad del mundo. Y así es. Apenas iniciada la Conquista de México,
el nombre de Tehuantepec aparece en la crónica y en la historia, en los libros
de viajes y en los de imaginación. Desde una de sus playas, Ventosa, escribió
Hernán Cortés algunas de sus cartas menores y construyó bergantines para
explorar las costas mexicanas hasta California. Aquellas empresas no tuv ie-
ron éxito. L as embarcaciones naufragaron, porque al decir de Bernal Díaz
del Castillo, después de la caída de Tenochtitlan, todo le fue adverso al bravo
capitán. Luego pasaron por ahí y dejaron testimonio de su paso, multitud de
viandantes: fray Alonso Ponce y Tomás Gage, Désiré Charnay y Federik Star.
Hace cien años, llegó a la ciudad de Tehuantepec, el abate Esteban Brasseur
de Bourbourg y, vuelto a Francia, escribió un libro entusiasta sobre su estancia
en la zona ístmica.
Volvamos a la guía sentimental. El viaje pudiera tener una primera esca-
la en P uebla, para visitar museos y arquitectura colonial; luego ya en tierras
oaxaqueñas, detenerse en Yanhuitlán para admirar su fortaleza y convento,
obra dominicana que se levanta en medio de un paisaje desolado y dramático.
Ahí, a pesar del tiempo, quedan algunos retablos de Andrés de la Concha y

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