Verdadero origen de la Revolución de 1809 en el departamento de Michoacán

AutorCarlos María De Bustamante
Páginas61-82
61
l tiempo de la prisión del virrey Iturrigaray, los que la
apoyaban hacían valer que este jefe trataba de suble-
varse y apoderarse del reino. Los partidarios del virrey opo-
nían a esto que no era creíble tal intención, porque ¿cómo
se había de atrever a resistir a la fuerza que España no había
podido oponer a Napoleón, y que, conquistada ésta por el
empe rador de los franceses, la aumentaría sin duda para so-
juzgarnos? Pero, en respuesta a estas reflexiones, se empe-
ñaban los contrarios en probar que México podía muy bien
sostenerse en caso de que Iturrigaray pretendiera coronarse;
así fue que los enemigos de éste, celosos de la obediencia a
España y de la dependencia de ella, fueron los primeros que
nos hicieron com prender la posibilidad de la independencia
y nuestro poder para sostenerla, y, como por otra parte la
idea era tan lisonjera, pocas reflexiones se necesitaban hacer
para propagarla, contribuyendo mucho el canónigo Abad y
Queipo y otros euro peos de crédito, como el presidente
Abarca, de Guadalajara; el intendente Riaño, de Guanajua -
to; el de Puebla, Flon; el gene ral Calleja y otras personas de
VERDADERO ORIGEN DE LA
REVOLUCIÓN DE 1809 EN EL
DEPARTAMENTO DE MICHOACÁN.
RELACIÓN FORMADA POR UNO DE LOS PRINCIPALES
COLABORADORES DE ESTA EMPRESA*
“A
*El general D. Mariano Michelena [N. del A.]
62
DEFENSA DE LA NACIONALIDAD MEXICANA
nombradía que, para sostener la prisión de Iturrigaray, incul ca -
ban las ideas que nos servían de base. Así seguimos traba jando
sin acuerdo ni concierto; nuestros pocos conocimientos no
nos sugerían los medios eficaces y fá ciles que podíamos haber
adoptado en la buena posición en que nos hallábamos por
nuestro crédito, giro y relaciones, hasta septiembre de 1809,
en que, los europeos, advirtiendo la falta que habían come-
tido, trataron de enmendarla, comenzando a imputar a la
locura de Iturrigaray semejante proyecto, pues decían que
con un par de navíos de línea, o cuatro o seis mil hombres,
acabaría España con este reino, y, al mis mo tiem po, toma-
ban sus providencias para vigilarnos e intimi darnos, amena-
zándonos y formando una masa cerrada para contrariarnos.
Por poco advertidos que fuésemos nosotros, bien compren-
dimos nuestro peligro, y nos reuníamos frecuentemente para
comunicarnos nuestras observaciones y discurrir los medios
de asegurarnos y seguir adelante. Estábamos íntimamente
unidos D. José María García Obeso, capitán de milicias de
infantería de Valladolid; Fr. Vicente de Santa María, reli-
gioso franciscano; el Lic. D. Manuel Ruiz de Chávez, cura
de Huango; D. Mariano Quevedo, comandante de la ban-
dera del regimiento de Nueva España; mi hermano, el Lic.
D. José Nicolás Michelena, el Lic. Soto Saldaña y yo. En
estas reuniones nos fijamos en que convenía excitar a nues-
tros relacionados y que acordásemos lo conveniente a nuestro
objeto y seguridad. Que se les propusiera hablar y reunir la
opinión a estos dos puntos: primero, que, sucumbiendo Es-
paña, podíamos nosotros resistir, conservando este país para
Fernando VII. Segundo, que, si por este motivo quisieran
perseguirnos, debíamos sostenernos, y que, para acordar los
medios, mandaran sus comisionados. En consecuencia, man-

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR