Veleidades de la moda

AutorAndrés Henestrosa
Páginas595-596
si fuera una puerta remachada con clavos despiadados. Cuando nos creíamos
conformes con su partida, allí están a decirnos que sus tumbas están sin flores.
Y hasta que no cumplimos con su mandato, el corazón está dolorido, contur-
bado; se diría que una gran piedra le ha caído dentro. ¿No parece natural que
entonces lloremos? El llanto que allí dormía se desborda, sube a los ojos. Y como
necesitamos olvidar nuestra desventura para seguir viviendo, nos prosternamos,
oramos, demandamos clemencia. Solita, la vida va aconsejando los medios. El
uno reza, el otro llora, el de más allá se impone penitencias. Yo tengo un medio
menos apurado: busco a mis amigos, voy al panteón. Me basta visitar una casa y
una tumba para recobrar el ánimo perdido, para renovar la confianza en la vida.
Y eso es lo que he hecho hoy, Día de Muertos. Mi amigo vivirá mucho tiempo;
mi amigo muerto parece que alcanza verdadero descanso.
Visitar una tumba parece que produce sosiego, que infunde una dolida
aceptación de la muerte. Como quien escucha una música superior se sale
de los camposantos, como preparado para todas las dichas y para todas las
adversidades.
Así estoy yo esta mañana, lector.
2 de noviemb re de 1958
Veleidades de la moda
Empieza a cambiar el tiempo y como todos los años, empieza a cambiar la
moda. ¿Cuál es este misterio, este reverdecer constante de la costumbre de
cambiar de ropa? ¿A qué se debe la moda?
Casi con respeto llegamos a considerarla como un sortilegio, semejante al
que comba el busto de las adolescentes y saca el color a las mejillas o convierte
a los larguiruchos jóvenes en hombres. Si se piensa en las innumerables prendas
que puede escoger un comprador, y en las innumerables combinaciones que
puede hacer con ellas sobre su cuerpo asombra aún más la escasa variación con
que la gente se viste. Los que tienen mentalidad de economistas afirman que
ello se debe a la fuerza de la imitación. El hecho es que la moda va simplificando
las variantes, reduciéndolas a un menor número de formas y de combinaciones.
Esta es la fase de la obediencia. Está también la de la rebeldía. Los cambios
en la vestimenta son consecuencia del mismo espíritu que hizo robar fuego al
AÑO 1958
ALACE NA DE MINUCI AS 595

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