Todo se vale: la "nueva" historia cultural de México

AutorStephen Haber
CargoStanford University

    Stephen Haber. "Anything Goes: Mexico’s «New» Cultural History", en Hispanic American Historical Review, 79:2 (mayo 1999). Copyright 1999, Duke University Press. Derechos reservados. Traducido y reimpreso con permiso. El autor desea agradecer a Herbert S. Klein, Noel Maurer y Armando Razo por sus útiles comentarios a una versión anterior de este trabajo.

    Traducción: Sandra Kuntz Ficker

Este ensayo analiza lo que se ha dado en llamar la "nueva historia cultural" de México, un cuerpo de literatura que, como Eric Van Young y Mary Kay Vaughan apuntan, es un fenómeno relativamente reciente, que acaso se remonta no más allá de 1990. Se trata asimismo, como Vaughan hace notar, de un movimiento predominantemente localizado en los Estados Unidos. Ciertamente, ha tenido poco impacto en la propia América Latina, donde los historiadores se han volcado a acercamientos más materialistas que aquellos favorecidos por la nueva historia cultural. Finalmente, su foco principal de atención es el estudio de los procesos mentales y simbólicos que pueden o no estar primariamente formados por la experiencia de clase pero que desempeñan un papel importante en la creación de relaciones sociales, políticas y económicas de poder en la sociedad. Por cuanto se concentra en los procesos mentales a través de los cuales la gente común llega a percibir, resistir y adaptarse a los grupos y clases dominantes, la nueva historia cultural se ocupa en gran medida, aunque no exclusivamente, de los "subalternos". En suma, representa un subconjunto de la historia social, cultural y política –existiendo en el nexo de los tres campos, aunque no necesariamente siendo por entero parte de alguno de ellos. De hecho, hay una buena cantidad de historia cultural mexicana que se escribe fuera de la órbita de la nueva historia cultural.

Esta historia constituye un giro mayor tanto en las preguntas que los historiadores se formulan como en los métodos que emplean para responderlas. En realidad, en tanto toma prestados métodos de los estudios literarios y culturales, junto con la ambivalencia posmoderna de esos campos acerca de la posibilidad de una epistemología objetiva, las implicaciones más amplias de la nueva historia cultural se encuentran en su impacto sobre los métodos y la epistemología históricos. Por esta razón, este ensayo se concentra en la epistemología de la nueva historia cultural. Lo hace mediante el examen de tres ensayos preparados para este simposio y los textos canónicos que en ellos se citan*

Los puntos fundamentales que propongo al campo considerar son dos. Primero, la nueva historia cultural es subjetiva tanto ontológica como epistémicamente. Muchos de sus practicantes son ambivalentes acerca de las nociones de que hay hechos objetivos (es decir, de que los hechos existen independientemente de las creencias subjetivas del observador) y de que los argumentos deberían ser organizados conforme a los cánones del razonamiento lógico. Ello limita severamente la capacidad de los nuevos historiadores culturales para hacer avanzar el conocimiento. En cambio, los habilita sólo para hacer avanzar sus metas políticas abiertamente asumidas. De hecho, muchos de estos historiadores abrazan la idea de que toda actividad académica es política.

Segundo, la epistemología de los nuevos historiadores culturales tiene serias consecuencias sobre su capacidad para sostener argumentos. Sus categorías de análisis y sistemas de clasificación son vagos, imprecisos e inconsistentes. Al mismo tiempo, el cuerpo de evidencia documental que sostiene sus aserciones empíricas es, según admiten los propios nuevos historiadores culturales, magro, y refiere a los asuntos que tiene a la mano sólo de una manera oblicua. El resultado neto es un cuerpo de conocimiento en el cual las brechas en la evidencia y las inconsistencias lógicas se cubren con argumentos basados en el recurso de autoridad, enunciados morales y artificios de interpretación reflexiva.

Por cuanto me concentro en los problemas epistemológicos que presenta la nueva historia cultural, organizo este ensayo como sigue. La sección 1 ofrece una breve discusión de las reglas de evidencia y argumentación en las dos epistemologías históricas establecidas: la historia como ciencia social y la historia tradicional. La sección 2 explica de qué manera la nueva historia cultural representa un distanciamiento mayor respecto a estas dos epistemologías. La sección 3 detalla los problemas prácticos para la escritura de narrativas históricas coherentes que son inherentes a la epistemología posmoderna de la nueva historia cultural. La sección 4 concluye.

Los fundamentos epistemológicos de la historia como ciencia social y de la historia tradicional

Hay dos paradigmas dominantes en la escritura de la historia. El primero, de la historia-ciencia social, está enraizado en las ciencias naturales y posee entonces una epistemología popperiana de falsificación. Subraya la consistencia lógica y el pensamiento formalizado, pone a prueba las teorías y plantea hipótesis de una forma directa y explícita, y adopta el análisis cuantitativo de datos sistemáticamente recabados. La segunda, la historia tradicional, se enraiza en nociones legalistas de demostración. Por ello subraya los reportes de contemporáneos (evidencia testimonial, en el sentido legal), la presencia de reportes similares de múltiples fuentes independientes (evidencia corroborativa), el razonamiento por analogía y la construcción de una narrativa acuciosa que se alimenta de la imaginación histórica del autor y que expresa su voz moral.

Debido a estas diferencias básicas en la epistemología, hay diferencias considerables en la manera en que historiadores como científicos sociales e historiadores tradicionales construyen narrativas y presentan evidencia. Por ejemplo, los estándares legalistas de prueba propios de la historia tradicional implican que los debates tienden a definirse con base en la procedencia y la densidad de la evidencia documental. El análisis cuantitativo recibe poca atención; en el sentido legal, es evidencia circunstancial. Los historiadores-científicos sociales, por otra parte, no sólo ven el análisis estadístico de datos cuantitativos como una forma robusta de prueba, sino, lo que es aún más fundamental, ven la noción de poner a prueba las hipótesis que subyace a él como la forma de argumentación más convincente. De hecho, una de las diferencias fundamentales en las epistemologías de estos dos acercamientos es que los historiadorescientíficos sociales están explícitamente comprometidos en poner a prueba los modelos, mientras que los historiadores tradicionales lo hacen en una forma implícita (y por ello incompleta). Las nociones legalistas de prueba también animan a los historiadores tradicionales a subrayar las cualidades estéticas de la prosa académica: el brillo retórico es tan importante en la construcción de una narrativa histórica poderosa como lo es en una corte legal. Los historiadores como científicos sociales, del otro lado, enfatizan la exposición sistemática y la especificación de hipótesis jerárquicamente ordenadas. Raramente se les acusa de ser grandes estilistas literarios.

Los historiadores-científicos sociales y los historiadores tradicionales tienden a pensar acerca de las metas y propósitos de la indagación histórica en formas fundamentalmente diferentes. El objetivo de la historia como ciencia social es poner a prueba teorías que hacen afirmaciones generales acerca del comportamiento humano. De ahí que los historiadores como científicos sociales tiendan a ver los estudios de caso históricos como observaciones científicas, casi en el mismo sentido riguroso en que los sicólogos clínicos o los investigadores médicos emplean este término. Los historiadores tradicionales, por otra parte, tienden a ver la empresa de la historia como la refracción de la evidencia documental a través de una forma estética con el fin de recrear el pasado. Ello no significa que los historiadores tradicionales no busquen producir resultados generalizables. Quiere decir, en cambio, que sus generalizaciones no emergen de la lógica clásica de la comprobación de hipótesis. Antes bien, sus generalizaciones emergen como sabiduría práctica que el lector extrae de la narrativa.

Las epistemologías de la historia tradicional y como ciencia social pueden diferir en formas fundamentales, pero comparten un compromiso con el avance del conocimiento basado en la razón y la evidencia. Ambos poseen maneras de responder a la pregunta fundamental de todos los campos serios de indagación académica: ¿cómo podrías saber si estás equivocado?

Los fundamentos epistemológicos de la nueva historia cultural

La nueva historia cultural no es simplemente un nuevo conjunto de preguntas que los historiadores se formulan; constituye una epistemología fuertemente subjetivista que es fundamentalmente deficiente en su capacidad para hacer avanzar el conocimiento. Este subjetivismo se enraiza en tres cuestiones interrelacionadas. La primera es la ambivalencia posmoderna acerca de la existencia de hechos objetivos. La segunda es la ambivalencia posmoderna acerca de la noción de que los argumentos deben basarse en el razonamiento lógico. La tercera, los objetivos políticos de la nueva historia cultural. Abordemos cada una de estas cuestiones en detalle.

Primero, los nuevos historiadores culturales manifiestan una ambivalencia posmoderna acerca de la existencia de hechos objetivos. En esencia, aceptan la noción legalista de evidencia y prueba características de la historia tradicional al mismo tiempo que prescinden del rasgo más importante de la epistemología de la historia tradicional: la noción de que hay...

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