La Utopía de Fernández de Lizardi

AutorAndrés Henestrosa
Páginas388-390
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ANDRÉS HEN ESTROS A
escribieron en ocasión de inaugurarse la estatua de Carlos IV, ordenada por el
Marqués de Branciforte, el protocaco que decía fray Servando. De entonces
viene que las movidas del caballo produzcan dineros. Del mismo día en que el
Marqués comenzó a pensar en la erección de la estatua de Carlos IV, caballo y
jinete son inseparables de tarascadas y mordidas. ¿No dice la sabiduría popu-
lar que los “Pegasos”, parientes de “El Caballito”, se llaman así porque algo se
pega con llevarlos de un lugar a otro?
Pero no, volvamos al folleto. Decíamos, pues, que el folleto descriptivo
de la estatua es muy conocido, pero que no lo era tanto su autor. Y así es,
pues, hasta donde alcanzan mis noticias, que desde luego no son muchas,
no aparece mencionado por ninguno, aunque sí alguna vez las informaciones
que el folleto contiene. La casualidad que suele ser lo más frecuente puso en
mis manos un ejemplar anotado con la caligrafía el tiempo. Por ella podemos
saber que “la Descripción de las fiestas cele bradas en la Imperial Corte de Méxi co con
motivo de la solemne colocac ión de una esta tua equestre de nuestro Augusto Soberano
el Señor Don Carlos IV en la Plaza Mayor –16 páginas, sin pie de imprenta– la
escribió Antonio Pineyro, Secretario de esta Real Academia de San Carlos,
y tesorero de la Real Casa de Moneda.” La nota aparece inmediatamente
después de la Nota contenida en el último párrafo del opúsculo, que a la letra
dice: “Nota: Se está grabando de orden del Exmo. Señor Virrey, por D. Joseph
Joachín Fabregat, Director de este ramo en la Real Academia de San Carlos,
Profesor de conocido mérito, una grandiosa lámina que representará la vista
en la Plaza Mayor con todo su nuevo adorno.
29 de abril de 1956
La Utopía de Fernández de Lizardi
Entre las Utopías mexicanas –la de Juan Nepomuceno Adorno, la de Nicolás
Pizarro Suárez– destaca la no siempre recordada de José Joaquín Fernández de
Lizardi contenida en la Constitución política de una república imaginaria que debie-
ran leer los políticos mexicanos, hombres y mujeres, sobre todo éstas, pues es
allí donde se les da el voto por primera vez. Esta obra de el Pensador es de
una sorprendente actualidad, señal de la clarividencia c on que vio los pro-
blemas de su patria, y de la doloros a certidumbre que tenía de la marcha de

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