Urbina, crítico

AutorAndrés Henestrosa
Páginas22-23
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ANDRÉS HEN ESTROS A
Urbina, crítico
Dos trabajos de historia literaria escribió Luis G. Urbina, los dos sorpren-
dentes de criterio y sensibilidad. Uno es la introducción a la An tología del
Cente nario (1910), y que después recogió en el volumen titulado La Litera tu-
ra me xicana d urante la Guerra d e Independ encia, publicado en Madrid (1917).
Éste, escrito quizá bajo la sagaz y alerta super visión de Pedro Henríquez
Ureña, era el primero que Urbina emprendía en este campo, de donde la
sorpresa que causó por el caudal de sus informaciones, no menos que por el
fino instinto con que se atreve sin perderse en la maraña que ese capítulo
de nuestra literatura supone. Otro es La vida literari a de México (Madrid,
1917), donde reúne las cinco lecciones que sobre Literatura Mexicana dictó
en Buenos Aires, en 1917. Las conferencias, preparadas lejos de sus libros,
sin amigos eruditos a la mano y, desde luego, espoleado por el demonio de la
urgencia, adolecen, a ratos, de leves deficiencias, lo que no quiere decir que
sea obra frustránea: siendo como son de divulgación, contienen más doctrina
que todo lo que hasta entonces se había escrito sobre la materia. No hay guía
mejor para una visión panorámica de nuestras letras desde el siglo X VI hasta
Enrique González Martínez. Dos excelencias pueden destacarse de estas
lecciones: una es limitar el juicio de Marcelino Menéndez y Pelayo, según
el cual nuestra literatura no es otra cosa que una mera rama de la Literatura
Española, aberración en la que todavía insisten nuestras historias literarias.
Influido por Sierra – ello es evidente– que en el prólogo al tomo de Poesías
de Manuel Gutiérrez Nájera (1896), le salió al paso a don Marcelino para de-
cirle que eso de que nuestra literatura nacional no aparecía todavía, no era ni
de buenos parientes ni de buenos críticos, Urbina, partiendo del supuesto de
que nuestra literatura es sólo una prolongación de la literatura peninsular
española, llegó a establecer, ayudado de una estricta dialéctica, que nuestra
literatura si bien no es enteramente nacional, sí es continental y ha contri-
buido, con su renovación y esfuerzo, a caracterizar la literatura novohispana,
principalmente en el género de la poesía lírica. En esto –dar primacía a la
poesía lírica– y en el desdén con que vio las muestras de literatura precor-
tesiana, permaneció fiel a Menéndez y Pelayo, con lo que la primera lección
perdió quilates. La otra excelencia es la que el propio Urbina apunta: el in-
tento de explicar, por la primera vez, la relación entre los fenómenos sociales
y las manifestaciones literarias.

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