¿El ultimo imperio?: notas sobre la politica exterior estadounidense y el estudio de las relaciones internacionales.

AutorCueva Perus, Marcos

Resumen

El artículo aborda el fenómeno de la sucesión hegemónica de las potencias en las relaciones internacionales a partir del análisis de la política exterior de Estados Unidos. A través del estudio comparativo de diferentes periodos de la historia de este país, el autor realiza un diagnóstico de los elementos que le han permitido consolidarse como potencia no sólo regional, sino internacional. Señala que a principios del siglo pasado Estados Unidos se había convertido en una potencia ascendente, a un ritmo de crecimiento que ningún otro país había conocido y que, tras la Segunda Guerra Mundial, nadie estaba en condiciones de disputarle la supremacía. No obstante, después de 1991, la supuesta unipolaridad estadounidense se puso en duda, y proliferaron las especulaciones sobre la posibilidad de que surgiera quien le sucediera en la disputa por la hegemonía internacional: la Unión Europea, Rusia, Japón, China o India, entre los más mencionados. El problema radica en proyectar las posibilidades de una sucesión hegemónica o en aceptar la imposibilidad de tal sucesión en un mundo multipolar.

Abstract

The article is about the phenomenon of the hegemonic succession of the powers from the study of American policy in international relations. Through the study of different periods of the history of the United States, the author makes a diagnostic of the elements that allowed this country the consolidation asa power not only in the region but in the international level. He points out that at the beginning of the last century, the United States changed to bean ascending power in ah unknow growth rhythm that no other country has experienced before. After World War II nobody was able to dispute its supremacy. Neverthless, after 1991, the apparent American unipolarity was uncertain and multiplied speculations on the possibility to succeed in the controversy to head the international hegemony by the most named: European Union, Russia, China os India. The problem is based on focusing possibilities on the hegemonic succession of either accepting the impossibility of succession within a multipolar world.

El siglo xx americano

Durante décadas, la política exterior de Estados Unidos pareció encontrarse del "lado bueno" de la historia, en particular luego de la Primera Guerra Mundial, que sellaba el principio del fin del eurocentrismo, con la debacle europea en el conflicto. (1) El siglo XX fue sin duda un siglo americano, de acuerdo con Henry Luce (1941), (2) pero no de manera absoluta, como antes pudo haber siglos europeos (en particular el siglo XIX británico cuasiabsoluto, durante la llamada Paz de Metternich, luego de la derrota napoleónica). Para principios del siglo pasado, en efecto, Estados Unidos se había convertido en una potencia ascendente, y a un ritmo que ningún otro país había conocido en la historia. Salvo por las consecuencias de la Revolución Rusa, en 1917, Estados Unidos se encaminaba hacia la posición que habría querido tener décadas más tarde, con el fin de la Guerra Fría: la de una superpotencia o incluso "hiperpotencia", según la expresión del antiguo ministro de Asuntos Exteriores francés, Hubert Védrine--, (3) sin rivales en un mundo unipolar. (4) El siglo XIX británico iba a su fin: terminaría de desmoronarse luego de la Segunda Guerra Mundial, mientras que ninguna otra potencia podía alzarse con el cetro. Alemania y Japón, excluidos de los antiguos repartos coloniales, fracasaron en la disputa hegemónica y quedaron, a partir de 1945, bajo tutela estadounidense. Entretanto, Alemania había supuesto, más incluso que una Gran Bretaña en franco declive, el mayor desafío económico para d ascenso de la potencia estadounidense. (5)

Dicho de otro modo, d sueño de un mundo unipolar, que parecía perfilarse con el fin de la Guerra Fría a partir de 1989, ya había acontecido mucho antes: al final de la Segunda Guerra Mundial, durante un periodo muy corto, nadie estaba en condiciones de disputarle la supremacía a Estados Unidos. Gran Bretaña y Francia salieron debilitados de la Segunda Guerra Mundial, y estaban rumbo al fin de sus respectivos imperios coloniales, ya maltrechos desde la Primera Guerra Mundial; la entonces Unión Soviética se encontraba devastada por las consecuencias de la invasión alemana; (6) Alemania y Japón estaban derrotados (aunque recibirían una generosa ayuda estadounidense), y China, destruida también por la intervención japonesa, se acercaba a un periodo convulso que habría de desembocar en la revolución de 1949 y una relativa autarquía con el maoísmo. Una situación como la de 1945, favorable como nunca antes a Estados Unidos, ya no volvería a repetirse en d siglo XX. (7)

En efecto, entre 1989 (caída del Muro de Berlín) y 1991 (caída de la Unión Soviética), la situación ya no era ni siquiera análoga a la de 1945: Japón y Alemania habían completado su recuperación económica, la Comunidad Económica Europea enfilaba hacia su consolidación como Unión Europea (UE), China había comenzado a despegar y, como sea, Rusia conservaba la capacidad de destruir a Estados Unidos en caso de un conflicto nuclear. A diferencia de 1945, cuando la supremacía estadounidense estaba fuera de duda (en d corto tiempo en que, además, Estados Unidos gozó del monopolio del arma atómica), (8) la supuesta "unipolaridad" posterior a 1989-1991 resultaba un tanto dudosa, de tal forma que comenzaron a proliferar las especulaciones sobre nuevos conflictos y la posibilidad de que surgieran los sucesores --o el sucesor-- de Estados Unidos en la disputa por la hegemonía internacional. (9) Durante los años ochenta, llegó a pensarse en Japón --el Japón que podía decir "no"-- como posible sucesor. En el largo plazo, China también ha sido mencionada como eventual potencia de reemplazo (dadas sus dimensiones y su pujanza), contra la cual Estados Unidos quisiera ejercer la "contención". (10)

Hasta principios de los años setenta, en Vietnam, Estados Unidos no había perdido ninguna guerra. En la Primera Guerra Mundial, con los 14 puntos del presidente Woodrow Wilson, (11) que inauguraban el arbitraje estadounidense en una Europa derrotada y diezmada, Washington se había pronunciado por la autodeterminación de los pueblos, y en particular de las nacionalidades (y por ende, contra los imperios coloniales) aunque, eso sí, la intervención estadounidense había sido tardía, ya hacia el final de la contienda (1917), que había comenzado en 1914y terminaría en 1918. En 1945, Estados Unidos, también luego de una intervención, tardía (el conflicto había arrancado en 1939 y Washington intervino hasta 1942), se encontró, luego de la derrota del Eje y de su contribución, en particular, a la derrota japonesa e italiana, entre los vencedores contra la amenaza fascista que pendía sobre la humanidad y, en particular, sobre las democracias vacilantes (Francia y Gran Bretaña). Los años 1989-1991 parecían seguir colocando a los estadounidenses de ese "lado bueno" de la historia, puesto que, por la política exterior de contención contra la Unión Soviética, se había derrumbado el otro totalitarismo en Europa Oriental. Por último, luego de su despegue económico desde finales de los años setenta, China abandonó de manera paulatina la autarquía para orientarse hacia el mercado. Por lo demás, Estados Unidos, vecino de una América Latina y el Caribe prácticamente disembarazados del colonialismo desde principios del siglo XIX, apoyaba por diversas razones los movimientos de descolonización contra "la vieja Europa". De paso, el mismo subcontinente americano entró en la era del fin de las dictaduras --como 10 hacían España, Greda y Portugal en el Mediterráneo europeo-- y de la democratización generalizada, con unas cuantas excepciones. Así pues, Estados Unidos, en un siglo, parecía haber contribuido de manera decisiva --y de hecho así fue-- a la derrota de los totalitarismos --fascismo y comunismo--, al afianzamiento de los movimientos de descolonización, y a la victoria generalizada --o global, si se prefiere-- de la democracia y el mercado. Recibido como libertador en Normandía, con el Día D, en Italia, en el Pacífico asiático y luego en buena parte de Asia y África, Estados Unidos llegaría a serio también en Europa Oriental (incluso en conflictos como el de la antigua Yugoslavia, en la última década del siglo XX) luego de la caída del Muro de Berlín: después de todo, John F. Kennedy había declarado que él era también "un berlinés", en apoyo a la reunificación de Berlín. De paso, junto con la democracia y el libre mercado, Estados Unidos proyectó, luego de la Segunda Guerra Mundial, desde el "modo de vida americano" (American way of life) hasta el reconocimiento de los derechos civiles (Martin Luther King), entre otros valores. Más adelante, Estados Unidos también se convertiría, frente a la cerrazón del antiguo bloque comunista, en adalid de los derechos humanos. La Organización de Naciones Unidas (ONU) fue fundada bajo fuerte iniciativa estadounidense, y tendría finalmente su sede en suelo norteamericano, en Nueva York. El trabajo tecnocrático del organismo habría de reflejar durante largo tiempo la idiosincrasia estadounidense.

Ante la imposibilidad de que, en la segunda posguerra del siglo XX, la entonces Unión Soviética o China le dieran alcance en la economía o en la política (buena parte de los movimientos de descolonización o de liberación nacional en el Tercer Mundo eran, ante todo, nacionalistas y con frecuencia populistas de izquierda o de derecha, antes que procomunistas), la competencia pasó a ubicarse en el terreno militar, pero sobre todo en el propagandístico y, de manera más amplia, en el terreno ideológico y cultural, aspecto con frecuencia descuidado en el estudio de las relaciones internacionales. En este terreno, los contendientes de Estados Unidos en la era bipolar fueron derrotados: los valores del comunismo alcanzaron escasa difusión pese a la propaganda, por contraste con los culturales de un Occidente --encabezado por...

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