La transición de México, ¿hacia dónde? (Una agenda para la reforma)

AutorGiovanni Sartori
Páginas221-237
LA TRANSICIÓN DE MÉXICO, ¿HACIA DÓNDE?
(Una agenda para la reforma)
El borrador de este libro se preparó en 1993. Entonces todavía
era muy pronto para incluir a México en un análisis compara-
tivo del constitucionalismo democrático y para predecir cómo
se desarrollaría la transición; sin embargo pude observar que
“actualmente México está claramente en transición de un
esquema de presidencialismo autoritario sostenido por un sis-
tema de partido hegemónico… a un experimento único de demo-
cracia presidencial… Hasta ahora la transición ha ocurrido
básicamente en el campo electoral en las reformas que se esta-
blecieron en 1989 y 1993” (p. 169). Así pues, hace 10 años estaba
consciente de que el sistema político mexicano ya no era lo que
había sido en los 50 años anteriores. Ahora que este libro llega a
su segunda edición es el momento de incluir a México en mi
estudio como una experiencia importante de transición demo-
crática, y como uno de los ejemplos más ilustrativos del presi-
dencialismo latinoamericano en general.
Los estudiosos estadunidenses de la política subrayan el
“excepcionalismo” de su país. Sin embargo, en el ámbito de
los sistemas presidencialistas México sobresale por haber sido
un espécimen singular, y promete convertirse en algo todavía
más especial. Si se compara con el patrón del presidencialismo
de América del Sur, el mexicano nunca ha sido interrumpido por
golpes militares, ni se ha caracterizado por oscilaciones entre
excesos de poder arbitrario e impotencia. Además, de manera
intermitente la mayoría de los países latinoamericanos ha sido
presa de dictadores, pero desde hace mucho he sostenido que
el presidencialismo mexicano no puede ser considerado una
dictadura. Por otra parte, el presidencialismo mexicano es casi
el opuesto del presidencialismo de los Estados Unidos. Mien-
tras éste se basa en la división de poderes, aquél se funda en la
concentración del poder. Mientras que la historia del presiden-
cialismo estadunidense es una de 200 años de un prolongado y
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exitoso presidencialismo democrático, la historia del presi-
dencialismo mexicano es una igualmente exitosa pero de un
presidencialismo autoritario. Recientemente, y con sólo per-
mitir elecciones libres y respetar su veredicto, México ha lo-
grado transformarse en un régimen presidencial democrático
mediante un proceso sostenido y fluido.
Es cierto que la transición se desarrolló a lo largo de más de
una década, especialmente a partir de la creación del Instituto
Federal Electoral (
IFE
) en 1990 y del Tribunal Federal Electo-
ral (Trife) en 1996, que controlan que el proceso electoral se
lleve a cabo de una forma correcta y justa. Pero esto no implica
que se trate de una transición pactada. En realidad la experien-
cia mexicana no se parece nada a la española. El general Fran-
co preparó el fin de su dictadura y el advenimiento de un ré-
gimen democrático —incluso designando a un rey como su
sucesor— a cambio de que se le permitiera morir en el poder.
El Partido Revolucionario Institucional (
PRI
) no ha buscado su
propia desaparición: en el año 2000 creyó que lograría ganar
la presidencia en una contienda electoral abierta y limpia, y
que la pérdida de sus privilegios hegemónicos no pondría en
peligro su estatus de partido dominante. El 2 de julio de ese año
el
PRI
perdió la presidencia por primera vez desde su creación
(que se remonta a 1929 si tenemos en cuenta a sus predecesores).
Este acontecimiento ha colocado al partido ante la posibilidad
de que pierda los gobiernos de los estados y la representación
relativamente significativa que retuvo en el Congreso. En ese
caso, sin duda se doblegará ante los vientos de cambio. Debe
recalcarse que la clave de esta transición suave, sostenida y úni-
ca estriba en el hecho de que no representa el derrocamiento
de una dictadura y tampoco es una salida a un régimen de este
tipo.
Por años el presidente mexicano ha sido un hiperpresidente.
Pero los dictadores no se retiran; se aferran al poder hasta su
muerte. En el siglo
XX
, el general Álvaro Obregón fue el único
presidente mexicano que buscó la reelección. Sin embargo,
fue asesinado en 1928 antes de iniciar un segundo periodo en
el cargo y desde entonces ninguno de sus sucesores ha violado
la regla de la no reelección. Esto significa que los presidentes
mexicanos no están por encima de la ley (como están, por
222 POSFACIO

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