El trabajo en la imaginación apocalíptica

AutorJosé Manuel Lastra Lastra
CargoInvestigador de Tiempo Completo en el Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM. Catedrático en las Facultades de Contaduría y Administración y en Derecho, Premio UNAM en Docencia 2002, Investigador Nacional
Páginas2-24

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Introducción

Al finalizar el milenio, los arúspices y taumaturgos ocuparon gran parte de su tiempo, en ejercitar la imaginación del desastre, presagiaron un porvenir con grandes incertidumbres y penalidades para el mundo del trabajo y su Derecho; algunos dejaron de frecuentar y olvidaron el "pasado cierto"1 para concurrir con insistencia frenética hacia el futuro incierto y siempre dudoso. Recrear el pasado y frecuentarlo es tarea útil, cuando sirve para actualizar, comprender y evocar una época, en la que el derecho de la "pobreza laboriosa"2 surgió con gran fuerza y vigor, para defender al trabajo de los excesos que produjo el individualismo egoísta e insensible a los problemas sociales.

El problema actual para el Derecho del Trabajo radica en enfrentar un pasado que fue, con un futuro que pretende difuminar lo que era. Esto nos recuerda la metáfora elocuente del gran jurista de Bolonia, U. Romagnoli, quien en símil con la corriente de un río diría "nadie debe pensar que el Derecho del Trabajo pueda regresar hacia atrás la corriente de su historia"3.

Por su parte los abusioneros insistieron con terquedad en la desaparición o el "fin del trabajo" 4, para ello reprodujeron imágenes catastróficas y promovieron con euforia la proximidad de sus exequias.

El arte de la adivinación es oficio antiguo, consiste en vaticinar las cosas futuras, para predecir el destino del hombre. Marco Tulio Cicerón, el gran tribuno de Roma, escribió en su libro De la adivinación5, en el año 44 a. C. que existen dos géneros de adivinación: uno el que es partícipe del arte; el otro, el que carece del arte. Hay arte en aquellos que buscan el conocimiento de los hechos futuros por medio de la conjetura; los hechos antiguos los aprendieron por medio de la observación. Y carecen de arte, aquéllos que no han sido observados por medio del razonamiento, sino por medio de la agitación del alma, lo cual acontece a quienes sueñan y vaticinan por medio del delirio profético. Page 3

Quienes practican la disciplina augural y la orinomancia decidieron centrar sus ensueños apocalípticos, en preludiar un mundo turbulento caracterizado por la infelicidad y el desastre, así como los postreros días, en los que habría de llegar el transir o el desprendimiento, para dejar al ser humano y a su energía creadora (el trabajo), en esa soledad ontológica -como diría E. Nicol- para ingresar sin reservas en el reino de los entes, en el que "sólo quedan el recuerdo físico del hombre que se fue".6 Pero resulta que la vida es renovación, lo cual implica resurgir, volver a aparecer. Así lo enseñó Heráclito, el filósofo de Efeso, en sus Fragmentos. Expuso en ellos, la Teoría de la "transformación perpetúa e inacabable de todas las cosas",7 señaló también que el hombre al morir "enciende para sí una luz en la noche, apagados sus ojos, y sin embargo vive".8 Por su parte, Séneca escribió en sus Tratados Filosóficos que no era forzoso conservar la vida, porque lo importante no es vivir mucho sino vivir bien, que es un deber aguardar el término que la naturaleza nos prescribe. La obra maestra de la Ley Eterna es haberle procurado varias salidas a la vida del hombre, que sólo tiene una entrada. Para él "la muerte más sucia es preferible siempre a la esclavitud más elegante"9. Por ello, la idea de muerte para el trabajo y su derecho, puede y debe traducirse en transformación, porque todo cambia, "lo único que no varía es el anhelo de variar. Todo se muda y se transforma; lo que permanece invariable es el movimiento y la transformación"10 y grandes han sido las mutaciones de la humanidad en su larga y penosa travesía histórica.

I El trabajo y sus metamorfosis

Todo lo que es, tiene forma. Por su forma conocemos cada cosa. La forma es una constancia del ser. Pero el hombre es un ser inconstante. La suya, es una forma que se transforma.

La mutación de su forma es, en el ser humano, un "título de nobleza ontológica".11¿Qué es lo que cambia? ¿Qué queda del humano cuando su existencia no es la de un ser verdadero? ¿En dónde queda el ser, cuyos cambios existenciales representan efectivas variaciones del lugar mundano? Porque las cosas carecen de él; si no se lo damos nosotros, ocupan siempre el mismo lugar ontológico. En rigor, no tienen lugar alguno, porque no lo adoptan.

¿Cuál es el lugar que la sociedad posindustrial ha asignado al trabajo? ¿El trabajo debe cambiar para adquirir nuevas formas? ¿Es este el precio de su transformación?

En la actualidad, el mundo evoluciona y cambia de manera vertiginosa, esto no ocurre sin trastornos, obstáculos y penas. El trabajo y sus diversas formas de organización, están Page 4 "mudando de piel",12 por lo que han dejado de ser una referencia estable, son ahora, en muchas de sus franjas, un mundo convulso e incierto, fragmentado en lógicas de supervivencia, cada vez más personalizadas y azarosas. Los ciclos biográficos del trabajo se han desestructurado, las perspectivas de una vida laboral continua y homogénea se han roto, para que surja una laya atípica de contratos inestables, fraudulentos, acompañados de un enorme y grotesco simulacro que induce a la deslaboralización y al confinamiento del trabajo hacia la clandestinidad y la degradación generalizada. La intención es clara y perversa, impulsar el "individualismo extremo",13 para debilitar, desregular, fragmentar e individualizar el trabajo, maestro de la solidaridad y cohesión social y preparar así, el retorno para invertir las tendencias, es decir, "pasar de la solidaridad como principio inspirador hacia el egoísmo".14

Los profundos cambios en las formas de organización y la reducción relativa de la hegemonía del trabajo por cuenta ajena, no sólo esta afectando la delimitación de fronteras sino que ha invadido los espacios territoriales, pertenecientes al derecho del trabajo. Este debe defender su territorio, no permitir invasiones absurdas o arbitrarias, debe empezar por "estudiar la mejor manera de combatir el trabajo informal",15 que es la zona telúrica del ordenamiento jurídico y sus "fuentes de producción, son el epicentro".16 El dilema consiste en saber si esta disciplina continuará excluyendo de su ámbito las formas de trabajo no subordinadas, es decir, las autónomas o independientes, porque hasta ahora evita someter la relación contractual de trabajo a la autonomía de la voluntad, pero, sin embargo, acepta y configura en favor del empresario un poder de mando y "sujección jurídica".17 La noción de subordinación ya no permite abarcar la diversidad de formas que reviste el trabajo por cuenta ajena, por ello, deben ser revisadas las fronteras de la condición de asalariado. Alain Supiot propone revisar el funcionamiento del: "a) trabajo dependiente y trabajo independiente; b) trabajo oneroso y gratuito; c) trabajo asalariado y función pública y, d) trabajo y formación profesional".18 La férrea ley de bronce, que el capital hace pesar sobre el trabajo en la economía mundializada, ponen en duda las seguridades y estabilidades añejas atribuidas al trabajo.

En la actualidad existen modalidades de organización productiva, en las que la figura del empleador desaparece, para eludir los compromisos que producen los efectos de la Page 5 relación laboral; sin embargo, existe el empresario oculto, producto de la "externalización y descentralización productiva".19 Los ortodoxos del ultraliberalismo no han dejado de influir en las nuevas tendencias liberalizadoras y promueven la infiltración del derecho del trabajo por el derecho de la concurrencia, para asegurar una mayor competencia entre las empresas, con la eliminación o reducción de las normas laborales. Las formas de la subordinación se han transformado, pero no desaparecen. A pesar de los esfuerzos para convertir el trabajo en un material flexible y adaptable a las necesidades de la economía, quienes esto intentan olvidan por completo que el trabajo no es "material humano maleable",20 conforme a los imperativos de la industria o el comercio. Hasta ahora, el trabajo y su derecho han resistido los embates en su batalla dialéctica, con el derecho de la competencia. Para distribuir los recursos de la sociedad, no existe, hasta ahora, otro método que goce de aceptación general, como el de la ocupación de un empleo, por lo tanto, una sociedad que necesite muy poco trabajo humano, "tendría que modificar sus valores y sus estructuras".21

Aún cuando los neoliberales triunfantes y comunistas arrepentidos proclamen las bondades de un porvenir venturoso, con su vagabundeo ideológico, falso y prevaricador para confundir y perturbar las fronteras bien delineadas, que hasta ahora ha trazado el derecho del trabajo, han olvidado, una vez más, que la energía humana tiene la persistencia y el tesón de Sísifo, quien, condenado a empujar una enorme piedra hacia la cumbre, cuando estaba cerca de ésta, volvía a rodar hacia la llanura, pero Sísifo, obcecado, no desistía y continuaba su tarea de nuevo, sin reposo. Este ejemplo lo ha aprendido, a lo largo del tiempo, el derecho del trabajo; ha sido su gran reto, por ello será siempre el incansable Sísifo, en el "reafirma, reproponer y proteger al hombre de las duras leyes no escritas de la producción y la ganancia".22 Desafortunadamente, la ética de los negocios reserva un lugar relevante a los trabajadores en "los nichos de la pobreza",23 ésta termina por "dormitar cuando lo económico logra colonizar el derecho del trabajo, en perjuicio de lo social".24 Sin embargo, y acorde con el pensamiento...

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