Tomás Gage, viajero inglés

AutorAndrés Henestrosa
Páginas672-673
672
ANDRÉS HEN ESTROS A
porque el llanto qu e vierten nuestros ojos
es llanto de place r y de ventura.
¡Hija del corazón! Ven y reposa
en los amantes b razos paternal es;
Nada en ellos te aflija;
que ahuyénta nse los males
si el seno de una m adre nos cobija.
24 de enero de 1960
Tomás Gage, viajero inglés
Dos clases de viajeros han recorrido el mundo americano: los unos, como
Alexander von Humboldt y Charles M. La Condamine, hombres de ciencia;
los otros, como Tomás Gage y Stephens, hombres de imaginación: Los prime-
ros han dejado un acervo de datos, de serias investigaciones sobre el hombre y
la naturaleza de este lado del globo; los segundos también, pero a su modo.
Nunca nos cansaremos de leer e Tomas Gage, esa mezcla de sibarita y
aventurero, de liberal y de monje, de antropólogo y espía. Mucho, casi todo
lo que escribió, es lo que de buena fe podía descubrir y observar un europeo
bastante informado en una tierra extraña sobre la que pesaba en Europa una
leyenda distorsionadora. Aunque Gage se ordenó en España, su niñez se nutrió
con lo que Inglaterra –su país– se sabía o se inventaba a la medida de nece-
sidades políticas contrarias a los intereses del imperio español. No hay que
olvidar que el europeo se adelantó al romanticismo imaginado de que las Amé-
ricas eran tierras de trasgos y fuentes de Juvencio, de Amazonas y de ciudades
de oro, hechicerías y de escondidos paraísos, de monstruosidades y visiones de
pesadilla. L os propios cronistas españoles –Bernal Díaz del Castillo, entre
ellos– asocian lo más fantasiosos de los libros de caballería a lo que empiezan
a ver con sus propios ojos en los imperios del Nuevo Mundo.
Pero algo –bastante– de lo que escribió Gage es deliciosamente falso;
unas veces debido a falta de información y otras, a exceso de facultades
imaginativas. Dejemos los nombres equivocados, lógica consecuencia de un
oído que no percibía la fonética india y de un idioma que no podía traducir
a signos esos sonidos. Dejemos la voluntaria distorsión de esos nombres,

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