Teoría de la No-violencia activa (Ahimsa)

AutorParent Jacquemin, Juan María
Páginas33-62
LA ACCIÓN NO-VIOLENTA. BASES TEÓRICAS Y SUGERENCIAS PRÁCTICAS
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CAPÍTULO TERCERO
TEORÍA DE LA NO-VIOLENCIA
ACTIVA (AHIMSA)
Existe un deber moral, que no es optativo, defender la propia
dignidad y la dignidad de la humanidad. Implica reconocer esta
propia dignidad y sus violaciones. En segundo término, una de las
facetas del problema de la violencia que sufrimos ahora es la
dificultad para muchos de reconocer su presencia. En algunos casos,
nos negamos a reconocerla. La violencia es una realidad que
sufrimos diariamente y la violencia encierra la muerte. La violencia
es una violación de la persona, de su identidad, de sus derechos. La
injusticia que nos mantiene en condiciones de enajenación es la
violencia fundamental. La violencia es una faceta necesaria del
neoliberalismo porque éste gesta la desigualdad, apuesta a ella,
tiende hacia ella. El mecanismo de los ricos consiste en orillar a los
pobres a matarse entre sí. Las luchas entre grupos étnicos en
Chiapas es paradigmática. Los ricos cada vez más ricos y los
míseros, muertos: éste es el programa que es alimentado por las
decisiones de quienes tienen entre manos la administración o el
gobierno de la nación.
Para ser más universal deberíamos hablar del materialismo que
elimina toda posibilidad de opción. El individuo es llevado de un
lado a otro por la masa social y se inmola confundiendo el homicidio
con el suicidio. La persona se disuelve19. La violencia de la guerra
que nos muestran los medios es un modo de hacernos olvidar las
otras violencias, la que oprime la conciencia, la que impone las
injusticias económicas, la que nace del racismo. La desocupación
y la guerra son los disfraces de la violencia institucional; tienen
19 Bagolini, Luigi. Violencia y justicia, p. 32.
COMISIÓN DE DERECHOS HUMANOS DEL ESTADO DE MÉXICO
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por nombre, dado por los poderosos: fatalidad. La violencia aparece
cuando el hombre abandona su responsabilidad como hacedor de
su destino, cuando no quiere ya hacer su historia, es decir cuando
no quiere ser moral20.
El primer paso para eliminar la violencia de nuestras relaciones es
ver la violencia donde se oculta. No vemos la violencia porque nos
hemos acostumbrado a su presencia: es una señal dramática de
nuestra pérdida de sensibilidad. La violencia mata las relaciones y
nuestra sociedad individualista no percibe la gravedad de esta
pérdida. Pero, la comunicación, base de las relaciones, exige además
la autoestima sobre la que volveremos más adelante.
La violencia es un síntoma. No se lucha contra ella sino contra las
causas. La lucha no-violenta es la creación de nuevas relaciones,
de una nueva sociedad humana. En la acción no-violenta se empieza
por crear las condiciones para el encuentro. Por eso, es lamentable
que el agresor se pierda, humillado, en la relación con él (Gandhi
tiene su estatua en Londres, lo que demuestra que la lucha puede
darse en términos de respeto). Se vuelve a crear la solidaridad. El
no-violento actúa para todos, no para sí, como el violento, que sólo
piensa en sus beneficios.
Se establece la democracia en la expresión de los conflictos para
poder actuar sobre ellos y resolverlos. Es una lucha contra la
atomización de los individuos y su burocratización. La violencia
sigue presente también porque encontramos en ella elementos de
fascinación, de seducción y cierta atracción. La violencia fascina
porque el dinamismo y el cambio por sí mismos son atractivos en
muchas mentes. Produce además la satisfacción del poder. Existe,
por otra parte, una ideología de la "violencia necesaria, legítima y
honorable"21. Debemos entenderlo para actuar en otro sentido.
No queremos ver la violencia porque eso nos comprometería a hacer
algo: enfrentarla y resolverla, denunciarla en algunos casos, en fin,
actuar. La posición adoptada por la mayoría es la pasividad. No
ver, no oír, y así no estar envuelto en los problemas sociales de los
que todos somos responsables. Las personas silenciosas que ven y
se callan son un peligro mayor que el mismo mal que nos aflige.
20 Paul Valadier. Agir en politique, p. 10.
21 Müller, Jean-Marie. Le principe de la non-violence, p. 16b.

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