Tácticas de la No-violencia activa

AutorParent Jacquemin, Juan María
Páginas97-122
LA ACCIÓN NO-VIOLENTA. BASES TEÓRICAS Y SUGERENCIAS PRÁCTICAS
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CAPÍTULO QUIN TO
TÁCTICAS DE LA NO-VIOLENCIA ACTIVA
Las prácticas tácticas de la No-violencia activa no sólo no son
conocidas, menos practicadas en nuestra sociedad sino que en la
mente de quienes se han acercado a ellas existe la duda que proviene
de la convicción cultural muy arraigada de que el progreso de la
sociedad se dará dentro de la aplicación de las leyes: ésa es una
huella de la tradición positivista que persiste en nuestro trasfondo
cultural. La No-violencia se levanta contra el criterio único de la
eficacia que encontramos en los procesos y las leyes positivas.
Nuestras leyes no tratan el asunto de las manifestaciones populares
o callejeras y se establece (otra confusión dentro de los conflictos)
el juego de los pesos sociales de cada una de las partes. Si el grupo
que manifiesta su inconformidad no tiene respaldo popular, sufrirá
las consecuencias políticas o el castigo penal por haber afectado la
paz social; si el poder establecido es la parte más débil, simplemente
se negocian algunas de las demandas, muchas veces en términos
políticos y, desgraciadamente, muchas veces también sólo con los
líderes que se apartan del grupo humano que exige justicia. El
sindicalismo autóctono es un paradigma de estas prácticas.
No todos los conflictos están cargados de violencia, felizmente,
pero todos requieren para su solución de la sabiduría práctica que
se expresa en la filosofía de la No-violencia. La No-violencia, por
consiguiente, excluye la neutralidad, la gresca, la huida y la
capitulación. Esto implica que cuando se tiene al enemigo en la
mano no se le deja escapar, sino sólo cuando el conflicto haya sido
resuelto.
COMISIÓN DE DERECHOS HUMANOS DEL ESTADO DE MÉXICO
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Si buscamos la manera de obtener la benevolencia del otro para
alcanzar la meta, estamos ante la habilidad que puede ser lisonja o
astucia. pero no estamos en la No-violencia; si logramos del
adversario que acepte nuestras razones porque él teme el escándalo
o porque lo estamos molestando mucho, no hay No-violencia, sólo
hay chantaje.
La No-violencia apunta hacia la conciencia: el enemigo es atendido
por nosotros, es honrado por nosotros, el enemigo se salva, cuando
se le combate.
Es un lugar común hablar de la degradación de los valores morales
(y religiosos), pero pocas veces nos inclinamos sobre esta situación
para analizarla. Existe una relación estrecha entre tal degradación
y la exaltación del orden práctico. La eficacia de los medios de
nuestra civilización es la que nos absorbe y nos seduce. La eficacia
de la técnica, por ejemplo, nos permite acelerar nuestros procesos,
pero no sabemos a donde vamos más a prisa, no sabemos por qué
reducir los tiempos, ni siquiera si es bueno abreviar los tiempos.
La eficacia de la economía se cifra en la acumulación de riquezas,
pero no sabemos si la riqueza produce felicidad o corrupción. La
eficacia de la política es real para quien quiere el poder y lo quiere
guardar, pero no sabemos si este poder construirá el bien común.
La misma ciencia es eficaz para dar a los hombres poder sobre la
naturaleza, pero no sabemos si es prudente que el hombre provoque
los trastornos que hoy vivimos. Esta eficacia pertenece al mundo
de los medios que son relativos y secundarios. No es posible
confundirlos con los valores morales y religiosos que son absolutos
y sólo se aplican a las acciones personales y libres85.
La No-violencia descansa sobre la acción personal y libre porque
conduce hacia los valores absolutos. Sólo el hombre desarrollado
en persona consciente y que goza de amplia libertad de espíritu es
el luchador por la defensa de los Derechos Humanos. Pero hoy
estamos inclinados a entregar esta libertad o parte de ella para
obtener mayor comodidad. Nuestra sociedad ha perdido la
jerarquización de los valores morales y estéticos porque sus
referencias se han confundido, porque las referencias son múltiples,
85 Ver para más detalle Lanza del Vasto. Technique de la non-violence, pp. 26-
29.

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