Sócrates o la permanencia de la verdad universal

AutorAle, Pedro Salvador
Páginas8-23

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COMISIÓN DE DERECHOS HUMANOS DEL ESTADO DE MÉXICO

Sócrates encarna el ideal del “Maestro”, el que enseña al discípulo a pensar por sí mismo y asombrarse del mundo, de la realidad que f‌luye en inf‌initas direcciones y posibilidades. Si tenemos que hablar del por qué de los derechos humanos, una de las respuestas más básicas tiene que ver con la educación, ya que los maestros hoy en día deben de reaprender lo que Sócrates enseñó y nos los recuerda en esta conversación: el sentido de su dignidad magisterial, que deben ser adultos responsables, capaces de tomar en cuenta otra cosa que su interés personal. El primer cambio de orientación necesario consistiría en un mayor respeto a los of‌icios que forman la sustancia concreta de la educación nacional.

Los maestros deben estar verdaderamente encargados de la transmisión del saber, de la adquisición de conocimientos, del desarrollo del carácter, del af‌ianzamiento de la voluntad, de la preparación para un of‌icio, de la trasmisión de los valores morales. Es una tarea inmensa: reducir la brecha entre el principio de la misma dignidad de los ciudadanos y la crueldad del funcionamiento desigual.

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Sócrates (469-399 a. C.)

El más importante f‌ilósofo ateniense, sigue causando polémica sobre su pensamiento de carácter antropológico, ya que hizo objeto de estudio al hombre mismo, persiste en la fe de la razón y el conocimiento de que pervive una verdad universalmente válida. Después de casi dos mil quinientos años insiste en el intento de plantear y resolver problemas del valor de la vida y de las instituciones sociales, recurriendo a la sola luz de la razón, una vez más, cree que bajo la circunstancias nuevas del tercer milenio debe sugerirse, de modo racional, la existencia de valores universalmente reconocidos. El viejo Sócrates hizo del examen de sí mismo un método f‌ilosóf‌ico: “el conócete a ti mismo” fue el gran principio del pensamiento occidental, ya que todo tipo de experiencia vivida, debía pasar por la ref‌lexión y el análisis, para acceder al concepto de “esa experiencia”, y luego a la idea de que todo hombre “despierto” puede reconocer un criterio de verdad.

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Sócrates, todos los que de una u otra manera hemos conocido un poco la historia de la humanidad, apelando al sentido común, nos gustaría saber: ¿Sigue siendo el último f‌in de la f‌ilosofía la educación moral del hombre?

Creo que uno puede enseñar el amor a algo. Yo enseñé la f‌ilosofía no como un mero divertimiento intelectual de capacidades histriónicas o para mostrar una superioridad ref‌lexiva o de relacionar una cosa con otra, sino que la f‌ilosofía es virtualmente inf‌inita, por tanto, el amor a ciertas ideas, a una actitud responsable sobre el ‘sí mismo’ que es la primera moral, antes que cualquier institución nos lo señale. Yo dicté cátedra sobre los escépticos y los sof‌istas, durante años, enseñando que la esperanza en el ser humano es posible, que la maldad sólo proviene de la ignorancia, y puesto que la virtud reposa en el valor, ésta se puede enseñar, trasmitir. Creo que allí radica la felicidad, en el saber. Sé que hubo y hay otros f‌ilósofos de un pensamiento trascendente en la historia humana, de los cuales soy indigno, por lo tanto no hablo de ellos. Porque si uno habla de un colega a los discípulos debe ser para revelarle algo a otro. Es decir, lo que hace un f‌ilósofo es buscar amigos del conocimiento, otros libros, otros pensadores. El hecho de que hayan sido contemporáneos míos o que hayan muerto hace siglos, de que pertenezcan a tal o cual país, eso es lo de menos. Lo importante es revelar la belleza del pensamiento y sólo se puede revelar la belleza que uno ha sentido. Y en cuanto a la educación del hombre, creo que se debe ser un maestro oral, por lo mismo yo no creía en los libros, porque éstos no respondían en la manera que yo creía, a través de un diálogo, aunque ustedes sostengan hoy, que un libro puede dialogar con el lector. Creo que el diálogo es el intercambio del ser a través de la palabra oral, es el ‘dar-se’, no sé hasta dónde ustedes lo puedan experimentar, porque el libro es un arma de doble f‌ilo respecto a la memoria. Lo que un maestro de verdad enseña en términos orales no se olvida nunca. Y aunque Platón, que era un hombre de inefable cortesía, con una voz aún más baja que la mía, desobedeció mi petición y mi opinión respecto a los libros, creo que también tenía un talento oral, y escribió los Diálogos y la República, según supe, para enseñarse a pensar. Lo cual no está nada mal, lo reconozco. Yo creo que Platón sí tenía una visión que escapaba a la ciudad que era Atenas entonces, nosotros sólo veíamos el tiempo presente como un todo, y eso fue bueno, pero creo que Platón pensaba más en la historia del devenir, he ahí su universo de las ideas, que posteriormente ustedes llamaron ideologías, también utopías. Creo que Platón sí pensaba en esas perplejidades que llamamos, no sin ambición, la metafísica, la incipiente psicología, el mundo de los sueños, la república ideal, las instituciones y la política. Él había repensado esos temas. Y todos sentimos la felicidad de haber compartido la misma época, en la ciudad de él, en el ambiente de él. Recuerdo que él estaba seguro de la inmortalidad. Creo que Platón fue de los grandes genios que dio Atenas.

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Sócrates, usted mencionó el amor. Ya en el Banquete de Platón se expuso con amplitud. ¿Qué es el amor para usted?

Es algo tan esencial que ya no puedo def‌inirlo sin diluirlo en palabras. Yo creo que siempre estuve enamorado de la vida, más allá del estoicismo y de la elección de mi verdad al beber la cicuta. Por ahí se dijo, y con toda razón, que alguna vez ‘tuve todos los vicios pintados en el rostro’. Y fue así. ¿De qué manera se pueden poner límites, enseñar la ética y la moral, si no hubiese tenido mis transgresiones? No sugiero que se deba experimentar el vicio, pero yo lo viví. Y me salvé gracias al amor a mí mismo, al conocimiento. Parece ridículo que a mi edad yo diga eso, pero la verdad es que el amor me acompaña. El amor y la amistad. Y comprueboy esto me alegra- que no he sentido odio en mi vida. Me sentí siempre capaz del amor, de amar la amistad, pero no del odio. Hay cosas que me dolieron, pero traté de olvidarlas pronto. Platón fue uno, si no el primero, de los que dijeron que la memoria es selectiva, por eso aprender es recordar.

Posiblemente sea así. Bueno, en este momento me siento lleno de amor y de amistad, y espero seguir así hasta el día- espero que muy lejano- en que yo muera, ya que he cometido la indiscreción de cumplir más de dos mil años en la memoria del hombre. Y la muerte, que también es una esperanza, puede tener sus sorpresas, ya ve que no he sido borrado de la historia, y si hay otra vida después me acostumbraré a ella, como me he acostumbrado a ésta. Porque yo he aceptado la inmortalidad gracias a que me gusta asombrarme, como el hecho de que estemos conversando ahora.

Porque la vida de todos es rara, y todo eso parte de un colega como Aristóteles, quien dijo que la f‌ilosofía surge del asombro de ser, simplemente ser, no de ser en tal condición social o en tal época o en tal región del planeta tierra. Simplemente el asombro de ser y de saber que uno es. Sabemos que los animales, por ejemplo, son pero quizá no sepan que son, pero en nosotros se da ese hecho raro de ser y de saber qué somos. Y de esa dualidad sale toda la f‌i losofía.

Usted que dio la vida por defender la verdad, la educación libre, los valores, viendo la humanidad actual tan caótica, con hambre, guerras, injusticia social, por una parte, y por otra el lujo, el lucro, la vanidad, la competencia, la lucha por el poder, etc. ¿cree que sirvió para algo su esfuerzo?, ¿Hacia dónde va el hombre, tan deshumanizado?

-Por lo pronto sirvió para que usted me recuerde y podamos revisar algunas ideas. Le puedo decir que las profecías son difíciles, yo se los anuncié a aquellos que veían grabado en el oráculo de Delfos ‘conócete a...

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