Sócrates

AutorRubén Pacheco Inclán
Cargo del AutorEgresado por la UNITEC como Licenciado en Derecho
Páginas24-32
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LECCIONES DE ÉTICA. Conociendo el proceso histórico
La posición de Sócrates frente al movimiento sofístico es bifronte: de un lado
se percata de los problemas de la época clara y omnicomprensivamente; de
otro, llega a las más opuestas soluciones de los sostas. Y no obstante que, a
primera vista, parece contradictoria su doble acción que ha decidido el trágico n de
su existencia, nada, empero, más consecuente y ecaz, pues, precisamente, gracias a
Sócrates concibe el principio del iluminismo en toda su profundidad y lo formula con
todo rigor, saca de él resultados positivos de incalculable trascendencia.
Los tiempos de la sumisión ingenua a los preceptos tradicionales han pasado tam-
bién para él: en lugar de la autoridad, coloca la decisión autónoma del individuo.
Pero mientras los sostas se detienen en el análisis de los sentimientos e impulsos que
determinan el obrar de los individuos, y se ven obligados a reconocer a todos esos
motivos psíquicos, el igual derecho de un proceso fatal y necesario, concentra Sócra-
tes su atención en el “hecho” decisivo de la cultura de su tiempo. La signicación
práctica, política y social que habían adquirido el saber y la ciencia. Pues debido a la
creciente autonomía de los individuos y desbordamiento de las pasiones personales
se pone de maniesto que EL ÉXITO DE LA VIDA DEPENDE DE UNA COM-
PRENSIÓN RACIONAL DE LOS INTERESES EN PUGNA.
Y en esto encuentra Sócrates el módulo positivo de la valoración y conducta del
hombre.
Capacidad de obrar es comprensión. Quien proceda por meros sentimientos, os-
curos antecedentes y viejas costumbres, puede, por azar, lograr su objetivo; pero ig-
nora la causa del éxito, nunca está seguro del resultado; quien parte de ilusión y error,
seguramente yerra, sólo el que comprende racionalmente los problemas y su relación
con ellos obra con acierto. De ahí que el conocimiento sea la única condición que
hace al hombre apto e idóneo, el único fundamento de todas las particularidades y
peculiaridades —areté—.
Esta comprensión racional consiste, ante todo, en el exacto conocimiento de
aquello a que se dirige la acción. El hombre debe hacerse cargo de sus capacidades.
Así como en una profesión cualquiera se encuentra siempre al que conoce a concien-
cia las herramientas con que trabaja, del mismo modo tiene que ocurrir en la vida
pública, política y privada. Aquí también la piedra de toque debe ser la comprensión
racional. Según ello, hay que distinguir las aptitudes humanas, tomando en cuenta
los objetos a que se reere el saber en cada caso, pero a todas ellas no sólo es común
el conocimiento en general, sino también el autoconocimiento. De ahí que haya visto
Sócrates su vocación en enseñar a sus conciudadanos a descubrir sus propias capaci-
dades, “conócete a ti mismo” fue el lema de su doctrina.
Semejantes consideraciones desenvueltas por Sócrates en la esfera de la técnica
personal y profesional se llevan al dominio de la ética, gracias a la equivocidad del

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