Socialismo y marxismo: ¿dos cadáveres? (Regímenes burocrático-autoritarios y marxismo vulgar)

AutorJosé Valenzuela Feijóo
CargoDoctor en economía. Profesor titular en el Departamento de Economía, Universidad Autónoma Metropolitana, sede Iztapalapa, México
Páginas129-162

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Algunas consideraciones preliminares

La muerte del "socialismo realmente existente"

El derrumbe soviético y de su esfera de influencia no sólo elevó exponencialmente el poderío relativo de Estados Unidos. Junto a ello, hay algo no menos importante: el efecto provocado en las filas de la izquierda. Para ésta, en su gran mayoría, aquello fue el derrumbe del campo socialista y de todos los sueños e ideales históricamente acumulados. Además, se veía que tal debacle no era el producto de una derrota ocasionada por, v. gr., una invasión militar (como la que intentó la Alemania Page 130 de Hitler) sino de un movimiento interno mayoritario que repulsaba al régimen. Si a esto se le añade la difusión masiva de lo que había sido el régimen autoritario de Stalin, se comprende lo duro del impacto, la desmoralización y desmovilización que le siguió.1 La primera conclusión fue la del fracaso histórico del socialismo. La segunda, que le siguió de inmediato, fue más radical: el socialismo era imposible. Pero, entonces, ¿había algo, más allá del capitalismo, que pudiera ser posible? Algunos contestaron que no, aceptando implícita o explícitamente eso del fin de la historia. Otros, ni siquiera se hicieron la pregunta. Y se retiraron a sus casas: se iniciaba la larga siesta del socialismo radical.2

El marxismo: ¿obsoleto?

El derrumbe del llamado "campo socialista" ha provocado efectos mayores en la correlación de fuerzas ideológicas. En particular, el marxismo ha resultado especialmente perjudicado. Se ha proclamado la falsedad de sus hipótesis básicas y, en términos generales, se le viene calificando como una doctrina obsoleta. Y que amén de nunca haber sido verdadera, ahora ni siquiera tiene adherentes. En suma, algo muerto, impropio de los tiempos actuales, los de la "globalización", la "tecnología" y el "libre mercado".3 En esta tarea mortuoria, la derecha política e intelectual se ha abalanzado con singular entusiasmo y fiereza. Algo que no puede sor- Page 131 prender: después de todo, en ello reside tal vez su función primordial. Quizás es más llamativa la actitud de una buena parte de la izquierda intelectual. Ésta, como ya lo hemos señalado, abandona con singular rapidez al marxismo, también lo declara "pasado de moda" y se llega a desvivir por eliminar sus huellas y sus olores. En breve, se avergüenza de su pasado y lo llega a sentir o explicar como un pecado de lesa juventud. Pero hay algo más: junto a la huida de Marx se observa una masiva caída en el irracionalismo cultural contemporáneo (el posmodernismo). En este desplazamiento, se llega a extremos patéticos como la reivindicación que se ha empezado a hacer de un nazi activo y confeso como fue Heidegger.4

¿De qué teoría se está hablando?

La deblacle de la URSS y su hinterland va íntimamente unida a la negación del marxismo. En realidad, esta supresión teórica viene a funcionar como el más estricto complemento de un enunciado previo que opera como supresión política: la ya indicada proclama de que el socialismo es un fracaso y un imposible. Por ende, rebelión y revolución son cosa de tontos (como ir contra la ley de la gravedad) y lo inteligente es aceptar que no hay más realidades que las del capitalismo.

Ahora bien, ¿con cargo a qué criterios se declara la muerte de la teoría de Marx? En realidad, el más somero de los repasos nos señala que aquí no opera ninguna de las normas que reconoce la ciencia para criticar y desechar hipótesis y teorías. La norma es bien diferente y, por su mismo tenor, llamativa y sugerente: es el cambio en la correlación política de fuerzas la que se utiliza para declarar la falsedad de la teoría. Por decirlo Page 132 de alguna manera, estos críticos nos proponen como norma de lo verdadero la correlación política de fuerzas. Por lo mismo, si tal correlación se mueve, podemos esperar que se altere la verdad o falsedad de las teorías.

Lo curioso de la situación contemporánea no sólo reside en lo mencionado. Hay otro aspecto aún más decisivo: si le aplicamos a la teoría de Marx sobre el desarrollo del capitalismo (la que está en El capital) los cánones usuales en las ciencias modernas: coherencia lógica y aprobar los test empíricos, podemos comprobar que en el último cuarto de siglo la teoría de Marx muestra una validez impresionante.5 Al punto de que muchas hipótesis que al interior del mismo marxismo se calificaban como muy dudosas, falsas o simplemente ya inaplicables (o sea, falsas para el mundo actual aunque pudieran haber sido correctas para el siglo XIX), en este periodo neoliberal se han mostrado consistentes.6 En otras palabras, con el triunfo del neoliberalismo y el descrédito público de Marx, la teoría económica de éste se ha tornado más válida que nunca. Por lo menos, ha mostrado un poder explicativo muy superior al de todas las otras escuelas de economía rivales.7 Page 133 Agreguemos, en El capital, las referencias al sistema socialista son mínimas, no pasan de muy pocas líneas, cinco o diez. Y en el resto de la obra de Marx, hay indicaciones gruesas y de carácter muy general. Y más de alguien podría señalar, con muy buenas razones, que se contradicen bastante con la experiencia soviética que va desde los treinta hasta el derrumbe final del sistema. En realidad, dan pábulo para pensar en una realidad que se va alejando más y más de las nociones e ideales marxianos. Como sea, no parece lícito verificar la teoría de Marx con cargo al test de la Unión Soviética.

Entonces, ¿qué ha fallado? ¿Cómo es posible asociar una práctica que ha terminado por fracasar tan ruidosamente con una teoría que pudiera quedar indemne, sin ni siquiera rasguños? ¿No hay aquí terquedad y dogmatismo teórico?

Precisemos: a) lo que cabe cuestionar es la teoría del socialismo que orientó esas experiencias históricas; b) advertir que esa teoría iba asociada a cierta forma de entender los principios marxistas de carácter más general, tanto en el plano de la filosofía ("materialismo dialéctico") como de la historia y sociología ("materialismo histórico"). Todo lo cual, por cierto, exige una muy cuidadosa revisión y evaluación.

En términos generales, estamos en presencia de una doctrina relativamente unitaria, que se declara tributaria de Marx, que fue dominante e incluso "oficial" en la Unión Soviética y su esfera de influencia, y que, a la vez, fue bastante criticada por otras corrientes de la izquierda mundial. A riesgo de simplificar más de la cuenta, para aludir a esas interpretaciones, emplearemos la expresión "marxismo vulgar".

Pero ¿cómo ha surgido esta doctrina? ¿Cuál es su contenido esencial? Para contestar, empezaremos por rastrear su base o condicionamiento material. Lo cual nos obliga a recordar mínimamente algunos rasgos que tipificaron la experiencia de la URSS. Luego trataremos de precisar el contenido de este "marxismo vulgar".

Algunas indicaciones sobre la experiencia soviética

Lo antes indicado nos remite a la experiencia histórica de la Unión Soviética. Aquí, son muchos los sucesos y problemas que exigen una Page 134 muy cuidadosa y serena investigación. No es del caso entrar a un examen como el que se necesita, pero al menos quisiera llamar la atención sobre algunos datos fundamentales que permiten ubicar el problema de fondo. Inicialmente, conviene advertir sobre tres procesos de significación mayor: a) la colectivización forzada del agro; b) el inicio de un proceso de industrialización muy acelerado y que se concentró en el desarrollo del Departamento II (medios de producción y armamentos); por lo mismo, una muy lenta expansión de la producción de bienes de consumo personal con el consiguiente impacto regresivo en la distribución del ingreso;8 c) la significación y consecuencia de los "Juicios de Moscú" (la ejecución y muerte de buena parte de la dirigencia partidaria, a partir de su oposición a la línea oficial en curso).

Estos tres procesos tienen lugar, básicamente, en la década de los treinta.9 Y si los pensamos con cuidado, nos abren una gran interrogante: dadas sus consecuencias, ¿se puede hablar, en tal contexto, de un régimen efectivamente socialista?

En cuanto al problema agrario, apuntemos: a) fue un proceso impulsado desde arriba, por el gobierno soviético, e implementado con métodos muy coercitivos. Bujarin hablaba de "explotación militar-feudal" de los campesinos y se ha señalado que "al menos 10 millones de campesinos, y tal vez más, murieron a consecuencia de la colectivización, la mitad de ellos durante el hambre impuesta sobre ellos en 1932-1933" (Cohen, 1976: 488);10 b) en términos económicos, el proceso liquidó la pequeña producción y permitió elevar la parte mercantilizada de la producción (algo vital para la población urbana) pero, a la larga, debilitó el crecimiento de la productividad agropecuaria; c) al final y más allá de las declaraciones oficiales, el proceso quebró de cuajo la alianza obrerocampesina con que se inició la revolución rusa.11 Page 135

En cuanto al tipo de industrialización, podemos destacar los siguientes ingredientes: a) se eleva fuertemente la ocupación industrial urbana, con un impacto muy positivo en los niveles de alfabetización y calificación técnica; b) al cabo, permite que la URSS se transforme en una gran potencia militar, capaz de desafiar el poderío militar de Estados Unidos; c) se realiza implementando largas jornadas de trabajo y bajos niveles salariales. En que el bajo nivel salarial viene estructuralmente determinado por la baja incidencia de los bienes de consumo personal en el producto generado; d) al interior de las fábricas, se manejan patrones jerárquicos semejantes al de las fábricas capitalistas y se imponen la disciplina y la intensidad con muy poca autogestión y sí con mucho látigo; e) en términos generales, podemos suponer que este esquema no fue del agrado de la clase...

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