Del soberano

AutorManuel Eduardo De Gorostiza
Páginas102-105
XV. DEL SOBERANO
P
ERO
y entonces, ¿quién es el soberano? Para responder a
esta pregunta tenemos antes que examinar sucesivamente,
dos cosas: de quién emana la soberanía, y en quién reside.
En cuanto a la primera, ¿qué duda cabe? La soberanía
de la comunidad tiene que emanar o derivar necesariamen-
te de aquellos que por haberse reunido en cuerpo social, de
propósito deliberado o accidentalmente, originaron la aso-
ciación, o lo que es lo mismo, fueron la causa primera polí-
tica de su existencia.
Esto es tan obvio que han tenido que convenir en ello
hasta los abogados más parciales del absolutismo o de la
aristocracia, por más que les haya repugnado, o que lo ha-
yan disfrazado y modif‌icado; por más que hayan deducido
después de esta confesión otras consecuencias que las que
naturalmente se hubiera debido esperar, y esto a favor de
ciertas restricciones casuísticas. Oigamos algunos de ellos.
Grocio cree “que en una monarquía la soberanía reside
en el monarca”. ¿Y en qué lo funda? En que según él ¡cada
vasallo tuvo antes derecho de enajenar su libertad, de ha-
cerse esclavo! Luego, aun cuando este último absurdo fuera
una verdad matemática encerraría en sí otras dos verdades
anteriores no menos evidentes; la de que la soberanía del
monarca deriva de la supuesta renuncia que cada vasallo
hizo en su favor de la libertad legítima de que estaba en po-
sesión hasta entonces, y la de que si cada vasallo no hubiera
podido o no hubiera querido entonces enajenar su libertad,
el monarca no hubiera podido llegar a ser después ni sobe-
rano de jure, ni soberano de facto.
Wolf habla todavía con más claridad, puesto que def‌ine
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