Sistema Ético Integral para los gobiernos y administraciones públicas

AutorÓscar Diego Bautista
Páginas145-185
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CAPÍTULO CUARTO
SISTEMA ÉTICO INTEGRAL
PARA LOS GOBIERNOS
Y ADMINISTRACIONES PÚBLICAS
El peor error que podemos cometer es no hacer nada,
por pensar que es muy poco lo que podemos hacer.
Edmund Burke
El meollo de la ética en los asuntos públicos radica en poder lograr que se inte-
rioricen los valores, pero ¿Cómo lograr que aquellos políticos y funcionarios
que realizan prácticas antiéticas dejen de hacerlo? Este capítulo presenta
una serie de propuestas que permitan no sólo fomentar la ética, sino garantizarla
en los principales actores del Estado. La suma de propuestas planteadas permiti-
rá en un primer momento construir un modelo denominado Sistema Ético Integral
(SEI) que pretende establecer una ética preventiva, activa y constante, dentro de
las instituciones políticas y administrativas, y en un segundo momento, ampliar
la estrategia a una política pública en ética, es decir, que se torne en una política
de estado.
Las ideas planteadas a lo largo del capítulo, fruto del análisis y deliberación de
diversos modelos y experiencias en distintas administraciones públicas sobre éti-
ca en la gestión pública, permiten crear diversos pilares para la construcción del
castillo ético. Estas iniciativas no pretenden ser un manual o recetario a seguir.
La realidad siempre supera cualquier modelo teórico. Para su aplicación será ne-
cesario el principio de exibilidad tomando en consideración la naturaleza de cada
gobierno para estar en posibilidad de integrar propuestas que se amolden a la rea-
lidad histórica y cultural del lugar.
1. PROCESO DE CONFORMACIÓN DEL SISTEMA ÉTICO INTEGRAL (SEI)
El SEI se compone de diversos elementos los cuales se agrupan en cinco fases crono-
lógicas y lógicas. A continuación se desarrolla cada una de estas.
ÉTICA Y POLÍTICA
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1. 1 Primera fase. Identicación de la ética como materia prima. Deliberación,
concienciación y voluntad política
Paso previo e imprescindible para la implantación de cualquier modelo ético es ex-
poner la importancia y necesidad de la ética en la función de gobierno debido a la
responsabilidad que esta conlleva. Los miembros de la función pública no son una
parte inerte, fría e insensible del aparato burocrático tal como suele calicárseles
de manera peyorativa, sino que son personas que viven y conocen las realidades del
país. Precisamente por ello deben ser sensibles al sentir de la población.
La idea de fomentar la ética en los servidores públicos persigue, sencillamente,
recordar (por sí a alguien se le había olvidado), enseñar (por si alguien desconocía)
y rearmar (por si no se comprendió bien) la responsabilidad de realizar de la mejor
manera las tareas encomendadas para, de esta forma, resolver los problemas de la
comunidad evitando conductas asociadas a los antivalores como el desvío de fondos
públicos para otros nes distintos a los encomendados.
En la medida en que se logre generar interés sobre los principios y valores en la
vida pública es posible poner más atención en los comportamientos de gobernantes
y funcionarios públicos. Una mayor deliberación y concienciación sobre la impor-
tancia de la ética permitirá que aquellos modiquen sus actitudes cuando no sean
las adecuadas y mejoren su conducta. Cuando se interioriza la ética, el individuo
cambia, se transforma, alcanza el Decorum que evocaban los romanos. (Ver Cicerón,
Sobre los deberes, Libro I, 94). Cuando los servidores públicos poseen ética son más
responsables de su conducta, en general, y de cada uno de sus actos, en particular,
sin necesidad de recurrir a mecanismos de control legal o administrativo. La ética
siempre ha tenido que ver con el dominio de uno mismo. En los últimos años se hace
referencia a la autorregulación como medida de control interno, y precisamente, es
la ética el mejor control porque conlleva el autocontrol. Al transformarse el servi-
dor público se logra una mayor responsabilidad en el cumplimiento del trabajo. La
ética hace de los hombres vulgares hombres nobles, verdaderos hombres de bien, y
robustece a los que ya lo eran.
Es necesario observar que toda concienciación e iniciativa para fomentar la ética
en el ámbito público fracasará a menos que sea respaldada por un compromiso po-
lítico verdadero. No bastan buenas intenciones o declaraciones optimistas. Tomar
en serio a la ética es comprometer fuerte y responsablemente a los principales nive-
les de decisión. La auténtica voluntad política se maniesta en aspectos concretos
como los siguientes: a) Inclusión dentro del programa de gobierno. b) Asignación de
recursos para llevar a cabo esta tarea. c) Incorporación dentro del marco jurídico. d)
Creación de un organismo para su fomento y aplicación.
Construir el edicio ético requiere apoyos, autorizaciones, expertos en el tema. Se
necesita inversión económica, tiempo, esfuerzo humano, material técnico y didácti-
co, herramientas de trabajo. La ética cuesta, y puede ser incluso una cara inversión
con el añadido de que no da frutos inmediatos. Además, para esperar resultados
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se requiere que dicha inversión sea sostenida, es decir, de manera constante, sin
interrupción.
1.2 Segunda Fase. Asignación de un responsable, integración del equipo ético y misión
institucional
Un elemento clave para el fomento de la ética es contar con un equipo cuyos miem-
bros posean integridad, capacidad de liderazgo, conocimiento de la ética y asuman
el compromiso de dirigir y operar un proyecto de esta envergadura. Un equipo que
vea en este proyecto elementos que acompañen a su estilo de vida.
1.2.1 El Consejo Ético
En cualquier Estado que se interesa por los aspectos éticos existe la preocupación de
cuidar el comportamiento de los individuos que lo integran. Todo Estado acepta la
responsabilidad de estar alerta sobre los antivalores de gobernantes y gobernados a
n de preservar la riqueza histórica y los valores que le dan identidad e integran su
cultura. Para ello, es vital mantener la educación partiendo de la formación de los
propios gobernantes. Cuando un líder político no se preocupa por las actitudes de los
miembros de su equipo e ignora el uso e importancia de supervisarlas, tarde o tem-
prano, y como resultado de su negligencia, se enfrentará a problemas internos en su
gobierno que evidentemente perjudicarán a los gobernados. Cuando los gobernantes
fallan en la elección y formación de servidores públicos, corresponde a los ciudada-
nos la tarea de presionar y exigir para que aquellos asuman su responsabilidad, no
de forma discursiva, sino con acciones concretas.
Para fortalecer la ética en gobernantes y gobernados es necesario encargar a un
individuo o grupo de individuos esta tarea. Los responsables deben poseer integri-
dad y ser personas de irreprochable conducta. Para localizar personas con estas ca-
racterísticas será conveniente hacerlo entre aquellas que pertenecen al género de
vida contemplativo, del que se ha hecho mención en el capítulo primero, es decir,
quienes dedican su vida a la sabiduría y la educación.
Los responsables elegidos integrarán el Consejo Ético, compuesto por perso-
nas íntegras, con conocimiento y práctica de la ética. De la misma manera que en
los consejos de expertos en materia cientíca, se sugiere que quienes integren el
Consejo Ético sean pocos (entre cinco y diez), siendo importante que además no per-
tenezcan a un partido político a n de no darle al Consejo una inclinación ideológica
o partidista.
El Consejo Ético busca hacer comprender que, con ética, el individuo se sumerge
en un universo de conocimiento que le permite conocerse a sí mismo hasta alcan-
zar un nivel de conciencia que le acerca al deber de actuar haciendo el bien a sus

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