Simón Bolívar

AutorCarlos Pellicer
Páginas134-179
SIMÓN BOLÍVAR
CARLOS PELLICER
imón Bolívar es el hombre más grande que ha nacido en el
Nuevo Mundo. Su tierra natal es Venezuela: nació en Cara-
cas el 24 de julio de 1783.
Sus padres y parientes eran muy ricos. Poseían una hermo-
sa hacienda, la hacienda de San Mateo, en donde Bolívar pasó
largas temporadas y así aprendió desde la más tierna infancia,
a amar el campo y las montañas, el cielo y el mar.
Tenía cinco años solamente cuando un día en que le ense-
ñaban a montar a caballo, habiéndolo puesto sobre un burro,
el animal hizo un movimiento extraño y echó por tierra al pe-
queño jinete. El niño se levantó diciendo: ¿cómo quieren que
aprenda a montar a caballo si lo que me dan es un burro?
Poco tiempo después murió el padre. Su infancia corrió en-
tre los dulces días familiares de su espléndida casa de Caracas y
las temporadas pasadas en el campo, en el seno de la naturaleza.
Poco tiempo después perdió a su madre quedando al cuidado
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de sus tíos que lo amaron siempre mucho. Entonces empezó a
recibir lecciones de gramática y cosmografía que le daba don An-
drés Bello, quien era ya entonces un hombre notable; pero fue
el señor don Simón Rodríguez, hombre de gran talento, quien
modeló en gran parte el alma y el carácter de aquel muchacho
que iba a ser más tarde llamado por los pueblos y los hombres
el Libertador de América. Cuando Bolívar cumplió 16 años sus
tíos decidieron enviarlo a Europa para que allí terminase sus es-
tudios y su educación. Arreglado el viaje, partió a fines de 1799,
rumbo a España. Pero el buque pasó primero a Veracruz en don-
de iba a recoger una fuerte cantidad de dinero que el antiguo
virreinato de la Nueva España debía hacer embarcar para la me-
trópoli. Pero mientras llegaban los caudales, Bolívar tuvo tiempo
de visitar la Ciudad de México, pasando la diligencia que lo con-
ducía por la pintoresca Jalapa y la monumental Puebla. Sólo 10
días pudo permanecer en México el joven venezolano. Como era
rico y de una familia distinguida y traía además cartas de reco-
mendación para el oidor Aguirre y el arzobispo, fue presentado
inmediatamente a las personas notables de la ciudad y también
al virrey que era entonces el señor don Manuel José de Azanza.
Bolívar, educado finamente y poseyendo además el incompara-
ble don de la simpatía personal, tuvo siempre la fortuna de ser
muy bien acogido en todas partes y por todas las personas que lo
conocían. La marquesa de Uluapa le dio alojamiento en su pala-
cio y el virrey Azanza gustaba de conversar con aquel muchacho
que ya daba señales de mucha inquietud y de mucho talento.
Una tarde, después de un largo paseo por la ciudad acom-
pañado del oidor Aguirre, fue Bolívar a palacio a visitar al virrey
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quien lo invitó a tomar chocolate. La conversación era amena e
interesante; pero, poco a poco, hablando de viajes y de la Amé-
rica del Sur, principió a hablarse de la organización de las Colo-
nias Españolas de América. Bolívar nerviosamente habló de la
independencia y sostuvo con toda la fuerza de su grande alma
la idea de que Nuestra América debía ser ya independiente de
España. El tema de la conversación empezó a molestar el ánimo
del virrey, quien levantándose de su asiento y yendo hasta el fon-
do del salón, llamó al oidor Aguirre para decirle que debía des-
pachar para Veracruz inmediatamente, a aquel muchacho que,
según el virrey, tenía ideas peligrosas. Bolívar regresó a Veracruz
y después de mes y medio de viaje en el que hubo de padecer
los rigores de una espantosa tormenta, llegó a España en donde
debía esperarle un suceso muy importante.
En Madrid, la hermosa capital de España, vivía el rey Car-
los IV rodeado de lujosa corte y numerosa servidumbre. Como
era un rey tonto, y de carácter muy débil, se abandonaba al
dominio de su ministro Godoy, hombre inteligente y muy
ambicioso. España, que tres siglos antes, durante los grandes
reinados de Carlos V y Felipe II, fue la nación más poderosa de
Europa, en este tiempo del reinado de Carlos IV empezaba a
perder casi completamente su gran fuerza política en Europa,
por el desprestigio de sus últimos reyes y de sus hombres de
gobierno.
Bolívar llegó a Madrid y fue presentado por un colombiano
amigo suyo que tenía grandes valimientos entre la nobleza y
los hombres de palacio, a todas las personas de la corte que por
sus riquezas o por sus elevados puestos públicos hacían sonar su
nombre en Madrid.
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