Siempre escapar

AutorMoisés Castillo
Páginas71-85
71
A MÍ NO ME VA A PASAR
III
Siempre escapar
Por Moisés Castillo
Mejor la calle
Le faltaba el aire, no podía respirar. Su corazón se agitó de-
masiado luego de correr quien sabe cuántas cuadras. Prefirió
caminar un poco lento. Quería llorar pero no podía. Como to-
dos los fines de semana, el Centro Histórico se convertía en un
gran hormiguero. Había mucha gente y ruido, cantaba alguien
famoso porque la plancha del Zócalo estaba a reventar. Logró
cruzar y escabullirse entre la gente. No era tan tarde, había aún
un poco de sol cobrizo.
Sobre la avenida 20 de noviembre recordó las palabras humi-
llantes de su madre: “¡Vete de aquí, cabrona! ¡Ya no regreses, me
oíste!”. Sus piernas le temblaron y pensó que se iba a desplomar
de un momento a otro. Continuó caminando por inercia. Decidió
descansar en una banca de hierro y soltó las primeras lágrimas.
Estaba desconsolada, tenía esa sensación de vacío, como si su vida
se hubiera terminado. La escena de su mamá abofeteándola frente
a sus hermanos la hacía una chica infeliz. Se sentía despreciada.
No podía fingir que todo estaba bien, que no había resentimientos.
Lloró.
A sus 12 años no había recibido afecto de su familia. No sa-
bía qué diablos era un beso de mamá o un abrazo de papá. Lo que
sí sabía es que era una niña fantasma. Su padre los abandonó y veía
a su padrastro como un impostor. Ese señor canoso, quien fue su
padrino de bautizo, se convirtió en pocos años en el hombre de la
casa y en su peor pesadilla: cuando estaba sola el cincuentón se le
quedaba viendo muy raro y le decía cosas con tintes sexuales.
Una tarde fue violada por ese hombre. Sus ojos miraban
suplicantes pero fue inútil. “Eres mía, ¿me entiendes? Yo te voy

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