Seudónimos desconocidos

AutorAndrés Henestrosa
Páginas230-231
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ANDRÉS HEN ESTROS A
su profunda vocación de maestro, su honda decisión de salvar a los indios con
la panacea del alfabeto.
Martiniano Chacón fue mi maestro. No recuerdo casi ninguna de sus
lecciones. Pero no olvido las sílabas de poesía que solía recitarnos. Ni pude
olvidar el ademán, la entonación y el trastorno que sufría su rostro cuando
declamaba. A Martiniano Chacón debo en parte, mi ulterior vocación literaria,
entonces en larva.
Cuando lo encuentro por las calles de México, de un solo golpe se me
representa una porción de tiempo dichoso, que él, sin saberlo, pregona.
18 de julio de 1954
Seudónimos desconocidos
Muchos años estuve lejos de mis libros, porque eso y no otra cosa es tenerlos
cerca, a la mano, pero sin poder tratarlos. Colocados en doble fila, cuando no
en cajas y paquetes, fue un problema frecuentarlos, buscar su auxilio, valer-
me de ellos como herramientas de trabajo, reanudar la amistad interrumpida.
Ahora que os tengo cerca, me he puesto a ojearlos y más de una sorpresa me
ha deparado esta grata entretención. Aquí están los tomos de El Eco de Ambos
Mundos, publicado en 1874, en esta ciudad de México por un grupo de poetas
mexicanos jóvenes en aquellos días: Lorenzo Elízaga, Rafael de Zayas Enrí-
quez, Josefina Pérez, Gonzalo A. Esteva, y el cubano Atenor Lescano, entre
otros. Cerca de quince años hacía que no había vuelto a revisar su contenido,
ni a detenerme en las llamadas, señales y marcas que sugirió en mí su material
rico y abundante, y muy útil para el estudio de las letras mexicanas de su tiem-
po. En El Eco aparecieron, por ejemplo, algunos trabajos – poesía, prosa– de
Justo Sierra, ya firmados, ya anónimos o calzados con sus iniciales. Algunos
de ellos –“Cuento del mar”, por ejemplo– no era otra cosa que un borrador o
larva del que años más tarde, en 1899, publicó en El Mundo, con igual título.
Allí apareció “La ambición”, recogida en volumen, Crítica y artículos l iterarios
(1948) por José Luis Martínez; y en ese mismo periódico literario, firmado
con el seudónimo de “Robustiana Armiño” (que José Luis Martínez supone
de Justo Sierra, si bien no lo incluye en el volumen mencionado, en espera de
elementos que vengan a verificar o a reforzar la sospecha), “El judío errante”.

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