Segundo principio. El pueblo desea vivir en paz y con seguridad. Las instituciones deben propiciar el desarrollo y el progreso para el bienestar de los mexicanos

AutorEnrique Uribe Arzate
Páginas30-31
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La Constitución del pueblo y para el pueblo: reminiscencias y desafíos
En la correlación de la construcción gramatical de este mandamiento, el poder
público que se traduce en el servicio de los empleados públicos (del presidente de la
República a cualquier modesto noticador o bar rendero) tiene que ser ejercido con
una celosa y extrema vocación de ser útil en el empleo, cargo o comisión que cada
cual desempeñe.
Por esto, todo aquel que quiera ejercer poder público tiene que entender que la
mesura y la moderación deben ser la nota distintiva de su comportamiento cotidia-
no. Cuando esto no ocurra, como lamentablemente sucede con frecuencia, el pueblo
debe tener a la mano los instrumentos legales para dar de baja y sancionar al irres-
ponsable servidor público, tanto si ha sido omiso o incapaz, como en el caso delezna-
ble de quienes cometen el delito de apropiarse de lo público.
SEGUNDO PRINCIPIO
El pueblo desea vivir en paz y con seguridad. Las instituciones deben propiciar
el desarrollo y el progreso para el bienestar de los mexicanos
Nos referimos aquí a dos temas centrales en la vida de los mexicanos: paz y seguridad;
la primera ha sido el talón de Aquiles desde nuestro nacimiento como país, la segunda
no la hemos conseguido plenamente. La paz y sus bondades son, seguramente, unas
de las más caras aspiraciones de cualquier pueblo; el nuestro, que ha vivido muchos
momentos de violencia y desórdenes, valora la paz y aspira al logro de sus propósitos
en un marco de estabilidad y certidumbre. La seguridad es, en este orden de ideas, la
consecuencia natural, lógica de la paz o tal vez la condición para su existencia.
Lo cierto es que, en los últimos años, marcados por la violencia del crimen y la
inestabilidad de la guerra contra el narcotráco, el pueblo no ha vivido en paz y más
bien, ha sufrido la inseguridad y los agravios de esta falta de garantías para cualquie-
ra que desearía tener la certeza de que, en su domicilio, en la vía pública y en cual-
quier espacio donde se encuentre, no sufrirá ni violencia ni menoscabo alguno en su
persona, familia, bienes y posesiones.
La condición natural de la vida en sociedad debe estar delineada por el respeto
a la vida de las personas; la manera más incipiente, primaria del respeto a la vida es
en el marco de la paz y la seguridad; si no tenemos esto, cualquier otro benecio que
podamos obtener es poco menos que ilusorio, porque si el gobierno otorga despensas
y becas, ni la ama de casa o el anciano que recibe la despensa ni el joven estudiante
que es beneciado con una beca están ciertos de que la despensa o la beca podrán ser
disfrutados con una expectativa de certidumbre sin las agresiones de los delincuentes
que fácilmente pueden arrebatar la despensa, el dinero de la beca o peor aún, la vida
del anciano o del joven; la del primero que debe seguir sin sobresaltos, la del segundo
que debe durar en la medida de sus sueños y su esfuerzo.

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