También San Juan de Ulúa

AutorAbel Camacho Guerrero
Páginas47-51

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A los casos de Sonora, Quintana Roo, Yucatán, Orizaba y Valle Nacional, Múgica unió un relato estremecedor de lo que acontecía en la pavorosa prisión de San Juan de Ulúa.

En San Juan de Ulúa lo mismo se albergaba criminales, diríamos lombrosianos, que a iniciadores de la reforma social mexicana. Esta prisión cumplía su tétrica misión, como lo hizo en los días del virreinato, en la era porfiriana.

Veamos antecedentes y hechos.

Al islote donde se levanta este castillo, llegó el capitán explorador Juan de Grijalva, en el año de 1518.

En 1582 se comenzó a construir en dicho islote una fortaleza que tuvo por objeto proteger de la piratería al puerto de Veracruz y costas inmediatas. La construcción tardó en realizarse poco más de doscientos años y se dice que en ella se invirtió la entonces fantástica suma de cuarenta millones de pesos.

De la visita que hizo a tan siniestro lugar don Pedro Llanas, escribió en el año de 1784 páginas de las que no aguantamos la tentación de incluir aquí un fragmento por el que se ve que la dicha prisión de San Juan de Ulúa siempre fue y tuvo el crédito de ser uno de los lugares en donde al ser humano más se le castigó y atormentó con diabólica pasión.

El fragmento al que nos referimos es el siguiente:

"Las emanaciones fétidas, las filtraciones salitrosas y las reducidas corrientes de aire que penetran en esta especie de cavernas, todo contribuye a la destrucción y al aniquilamiento del individuo".

"Más bien parece aquello el lugar escogido por los espectros para sus nocturnas citas. No hay un sólo ser que se aventure a entrar, aunque sea a la mitad del día, en aquellas horripilantes mansiones testigos muchos de mil historias de lágrimas y duelo, que no sienta un frío sepulcral que hiela la sangre y un pánico que hace estremecer".

"En estas solitarias mazmorras no percibe más ruido el infeliz presidiario, que el triste monótono de las holas, y de vez en cuando la melancólica campana que anuncia la ida y el arribo de alguna embarcación".

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"Los presos que salen a los trabajos tienen el consuelo de recibir un aire más puro y de ver si quiera el cielo, el mar, el sol; pero en cambio los trabajos a que se destinan no dejan también de ser muy fuertes".

"Tienen que ir a arrancar de los bajos o lugares que están a flor de agua, la piedra muca (piedra que se utilizó para construir la prisión) teniendo para ello que estar sumergidos en el agua muchas veces hasta el pescuezo, en medio del sol abrazador que eleva la temperatura hasta 60 grados. Teniendo que caminar entre rocas agudas y filosas que hieren al menor contacto y amenazados constantemente por multitud de peces como el insaciable y encarnizado tiburón".

"La piedra que con tantos esfuerzos se arranca, la conducen estos seres infortunados a lomo entre el agua por todo aquel trayecto hasta la fortaleza cuando hay chalanes".

(Al autor le parece elevada la...

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