Un Rocinante que iba por buen camino

AutorAndrés Henestrosa
Páginas425-426
tierra se concreta: las piedras antiguas, las hojas, los frutos y las flores, madres
de la sonrisa. Sus ojos conocen todas nuestras luces y todas nuestras sombras,
todos los cielos y todos los luceros. ¿Qué puede haber de extraño, entonces,
que sus fotografías sean luminosas páginas de la biografía mexicana? ¿Por q
ha de sorprender que su obra sea un trasunto de la realidad y que retenga ese
temblor de alma que es condición de los grandes artistas?
Y para que nada falte, porque nunca lo bueno se dio a medias, Lola Álvarez
Bravo es ejemplar acabado de mujer mexicana: nieve y fuego, brasa y ceniza,
cólera y melancolía; un valor que no busca adversidades, pero no las rehúye, y
que no le teme a la muerte, aunque la encuentre en la calle.
¿Quieres un modelo de mujer y de artista? Aquí está Dolores Álvarez Bravo.
7 de octubre de 1956
Un Rocinante que iba por buen camino
Uno de los mexicanos a quienes más adeuda la literatura nacional de nuestros
días es Octavio G. Barreda. La ha servido desde muchos frentes: como escritor,
como traductor, como editor, y también como animador, al congregar en torno
suyo a escritores jóvenes a quienes ha impulsado con su ejemplo de laboriosidad
y con los dones de un ingenio pronto y certero, tanto como con el espectáculo
de una hermosa cultura literaria, adquirida en casa y en aulas, en bibliotecas y en
viajes. Con una aparente despreocupación, con una filosofía de hombre que tra-
baja y que juega, Octavio G. Barreda ha realizado en nuestro medio dos empre-
sas nobilísimas, pues no otra cosa significa la publicación, en el espacio de veinte
años, de dos de las más significativas revistas literarias del presente: Letras de
México y El Hijo Pródigo. Quien intente un panorama de las letras nacionales,
de las artes y de las preocupaciones artísticas en los años que van de 1936 a 46,
no lo logrará completo sin esas dos publicaciones. Pintores, poetas, novelistas,
críticos, filósofos que ahora son lujo y adorno de la cultura nacional, ahí hicieron
sus primeras armas, aprendieron a levantar el alfiler mientras llegaba la hora de
levantar la espada que ahora empuñan. Pero no sólo, también ha tenido Barreda
en torno suyo a los escritores y artistas, ya consagrados.
Justamente, mañana hará diez años de haberse suspendido El Hijo Pró-
digo, al no aparecer el número 43 correspondiente al 15 de octubre de 1946.
AÑO 1956
ALACE NA DE MINUCI AS 425

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