La revolución mexicana: el principio de la entelequia

AutorSalvador Rueda Smithers
Páginas11-14
VIII IX
En Las trampas de la fe, uno de sus libros
más justamente famosos, Octavio Paz daba
lugar al pensamiento histórico como línea de
identidad temporal. El dibujo de la singula-
ridad de una sociedad no vendría del efecto
de sus obras, tampoco de los logros que por
fuerza o convencimiento conquistara frente
a los demás, sino por la valoración que tu-
viese de sí misma. Escribió que una “socie-
dad se define no sólo por su actitud ante el
futuro sino frente al pasado: sus recuerdos
no son menos reveladores que sus proyec-
tos”. La cita se abre al análisis, al ejercicio
de desatar –que es el significado de la pala-
bra griega análisis- las dudas sobre nuestro
pasado: ¿Cómo podría definirse la sociedad
mexicana hacia 1910? Es probable que fuera
inexistente su actitud ante el futuro, preocu-
pados todos, como estaban, por vivir al día;
y seguramente sería magro y estereotipado el
conocimiento de su pasado.
Con este retrato desalentador, resulta im-
posible que alguien que fuera testigo de las
Fiestas del Centenario imaginara siquiera el
cambio tan radical que, en siete años terri-
bles y magníficos, viera nacer el mexicano a
su siglo xx con un concepto de sí mismo or-
gulloso y pujante. Menos aún debió siquiera
esbozar que tendría una Constitución polí-
tica nacida de debates prolijos y valientes,
múltiples y violentos. La del México de 1910,
en el ocaso porfiriano, debió ser una inteli-
gencia dormida. Yo pienso que la Constitu-
ción de 1917, con un México ya alerta, fue la
victoria de los justos.
Pero la somnolencia del México porfírico
ya no sería su característica en 1916. La his-
toria lo ha narrado una y mil veces: si algún
sueño se tenía al mediodía de la Revolución,
ese sería el sueño de la razón que buscó la
justicia social y la unidad nacional. Sabemos
que el despertar no fue terso. Tampoco fue
mortecino. De ello da cuenta el magnífico li-
bro que hoy nos convoca.
En otro lúcido texto, Paz también afirmó
que la “historia del hombre podría reducirse
a la de las relaciones entre las palabras y el
pensamiento”. Esta compleja calidad es sólo
posible cuando se encuentra el vocabulario
adecuado. No otra cosa anuncia César Ca-
macho en su invitación a la lectura de este
libro: poesía e historia explican sin enjuiciar
lo que ya ocurrió. En mi opinión es certera
la manera de invitar al lance de leer un libro
de la historia de la Revolución: la sociedad
que la hizo, tan cargada de introspección re-
gionalista por una parte y de excentricidad y
curiosidad por descubrir al “otro” mexicano
por la otra, resulta tan enigmática hoy como
lo fue ayer. Y so pena de caer en el autoelogio
–tan innecesario como intelectualmente peli-
groso ahora— o el aburrimiento –el espectro
La revolución mexicana: el principio de
la entelequia
Salvador Rueda Smithers
Viudas de la Revolución en
entrevista con Venustiano Carranza,
ca. 1916. Fotografía Mendoza
Hermanos. Centro de Estudios de
Historia de México, Carso.

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