La Revolución francesa

AutorCharles-Jean Bonnin
Páginas56-71
III. LA REVOLUCIÓN FRANCESA
S
IN DUDA
la Revolución francesa es uno de los periodos más célebres de la
historia por su efecto positivo en la humanidad entera. Si en materia eco-
nómica el mundo es tributario de la Revolución industrial inglesa, en polí-
tica lo es de aquella otra revolución. Ciertamente las ideas y las instituciones
de la democracia moderna pueden ser halladas en la Revolución francesa.1
Con toda razón Ellul ha dicho que ninguna otra ha dejado una huella tan
honda ni ha producido consecuencias tan trascendentales. Se trató, pues,
de una revolución global y el modelo de todas las que le siguieron.2
La guerra de independencia estadunidense influyó en la Revolución de
1789, pero allí se extinguió su efecto. Ellul cree que ni su ejemplo ni el
ideario de sus próceres penetraron en Europa; fue como si nunca hubiera
ocurrido.3
La política europea de 1789 a 1917 estuvo fuertemente influida por la
Revolución francesa, sea a favor o en contra, tal como es observable en las
instituciones y las ideas políticas. Los programas de los partidos liberales,
radicales y democráticos tienen su origen en ella. La Revolución inspiró
uno de los debates políticos e intelectuales más célebres en la historia:
aquella discusión que trabaron los británicos Edmund Burke,4en contra, y
Thomas Paine a favor.5
La Revolución originó el primer impulso defensivo de Francia contra los
invasores, que una vez expulsados se convirtieron en invadidos. La ocu-
pación de España puso a Javier de Burgos en comunicación con los fran-
ceses, con quienes trabajó, lo que generó sentimientos encontrados que lo
convirtieron en colaboracionista para unos y patriota para otros. Hay que
destacar que una vez instalado en París durante 1826, luego de haber abre-
vado en la ciencia de la administración de Bonnin, Burgos la llevó a Es-
paña para hacerla florecer.6Fue también el ejército francés, vencedor de
los prusianos en Jena, el que infringió una catástrofe de dimensiones tales al
Estado prusiano, que le obligó a emprender la más grande de las reformas
1Eric Hobsbawm, Las revoluciones burguesas, 2 tomos, t.
I
, cap.
III
, Madrid, Guada-
rrama, 1980.
2Jacques Ellul, Autopsia de la revolución, Madrid, Unión Editorial, 1974, p. 72.
3Idem.
4Edmund Burke, Reflexions on the Revolution in France, Nueva York, The Liberal
Arts Press, 1955 (1790).
5Thomas Paine, The Right of Man. The Complete Works of Thomas Paine, Nueva
York, The Citadel Press, 1945 (1791-1792), pp. 243-344.
6La obra administrativa de Burgos puede ser consultada en Antonio Mesa Segura, La
labor administrativa de Javier de Burgos, Madrid, Instituto de Estudios de Adminis-
tración Local, 1946.
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administrativas desde los tiempos de Federico Guillermo I (1713-1740).7
Con esta reforma, encabezada por el barón Von Stein, se desmontó paulati-
namente la estructura de la vieja organización cameral, de la cual nació el
Estado de derecho en 1850, así como la ciencia de la administración ale-
mana moderna a partir de 1864, obra de Lorenz von Stein.8Bien se ha
dicho “que las guerras conducen a las revoluciones, y que, por otra parte,
las revoluciones ganan guerras inganables”.9
E
LESCENARIO HISTÓRICO
La Revolución no fue un fenómeno aislado, sus efectos se generalizaron
causando conmoción en muchos países. Asimismo fue un movimiento de
masas, sobre todo campesinas. Fue también radical, tanto que los revolu-
cionarios extranjeros como Thomas Paine eran considerados radicales en
Inglaterra y en Estados Unidos, mientras que en Francia los suponían mo-
derados.10 La Revolución fue ecuménica: donde puso su planta el ejército
francés provocó cambios que se multiplicaron; pero donde no lo puso, como
en la América hispánica, también provocó transformaciones como las gue-
rras de independencia. En fin, la Revolución estableció un patrón a seguir,
una lección para aprender,de modo que el método revolucionario del socia-
lismo y el comunismo es tributario de la metodología francesa.
Las causas de la Revolución deben buscarse en las condiciones históricas
de Europa, en especial las de Francia. Entre estas últimas se deben consi-
derar las resistencias de la aristocracia a las reformas de Turgot y sus
sucesores y la parálisis derivada del fracaso de la reforma administrativa
de 1887.11 En efecto,
las nuevas fuerzas sabían con exactitud lo que querían. Turgot, el economis-
ta fisiócrata, preconizaba una eficaz explotación de la tierra, la libertad de
empresa y comercio, una normal y eficiente administración del territorio
nacional único y homogéneo, la abolición de todas las restricciones y des-
igualdades sociales que entorpecían el desarrollo de los recursos nacionales
y una administración y tributación equitativa y racional. Sin embargo, su
7José Luis Mijares Gavito, El barón Von Stein y el régimen, Madrid, Instituto de
Estudios de Administración Local, 1965; Eva Alexandra Uchmany, La proyección de la
Revolución francesa en Alemania, México, Universidad Nacional Autónoma de México,
1975.
8Lorenz von Stein, Die Verwaltungs-Lehre, Sttutgart, F. G. Gottafchen Buchhand-
lung, 1864-1884.
9E. Hobsbawn, op. cit., pp. 127-128.
10 Ibid., pp. 105-106.
11 Hobsbawn se refiere al proyecto de reforma municipal de Turgot. Sobre este punto,
véase Eduardo García de Enterría, Revolución francesa y administración contemporánea,
Madrid, Taurus 1981, pp. 76-94.
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