La Revolución de entonces (y la de ahora)

AutorLuis Cabrera
Páginas779-807
779
Luis Cabrera
LA REVOLUCIÓN DE ENTONCES
(Y LA DE AHORA)*
REVISTA DE LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DE LA REVOLUCIÓN,
TALES COMO SE ENTENDÍAN DE 1910 A 1917
Advertencia
SERÍA un error leer el presente estudio creyendo que se propone analizar los
problemas económicos y sociales de actualidad en México, para buscarles
una solución.
El objeto único de este estudio es mostrar cuáles fueron los ideales de la
Revolución de 1910-1917, contrastándolos con la forma en que se trata de
resolver los problemas de México conforme a las “nuevas ideas”.
EL AUTOR
LA REVOLUCIÓN DE ENTONCES
Llamo la Revolución de Entonces a la que inició Madero y consumó Carran-
za. La que cristalizó en la Constitución de 1917.
Llamo la Revolución de Ahora a la que se propone destruir nuestra Cons-
titución, por anticuada, y sustituirla por las nuevas teorías sobre la organiza-
ción de una sociedad sin clases.
En el lenguaje de mitin y de polémica se menciona con frecuencia la pa-
labra Revolución sin precisar su signi cado ni determinar de cuál revolución
se trata.
Y ya con mala fe es frecuente que, apoyándose en el prestigio indiscuti-
ble de la Revolución de Entonces, se quiera aprovechar la palabra para justi-
car la Revolución de Ahora, como si esta revolución fuese la continuación
de la de Antaño.
Del mismo modo, cuando los Revolucionarios de Entonces no van de
acuerdo con los Revolucionarios de Ahora, éstos motejan a aquéllos de des-
leales a sus principios y los llaman tránsfugas de la Revolución.
Para decir que alguien es revolucionario se necesitaría ante todo precisar
de cuál Revolución se habla. Y para decir que alguien es tránsfuga de la Re-
* 26 de noviembre de 1936.
780 CONTRA LA CORRIENTE: 1930-2005
volución es preciso de nir cuáles fueron sus principios como revolucionario,
cuál fue la Revolución a que sirvió, cuáles son sus ideas actuales y cuál es la
Revolución de que ahora se trata.
Con motivo del vigésimo sexto aniversario de la Revolución de Entonces,
creo oportuno aclarar estos conceptos. Y aunque hablo por cuenta propia,
no dudo que mis palabras serán aprobadas por la mayoría de los viejos revo-
lucionarios que, desorientados, no reconocen en la Revolución de Ahora la
hija aquella a quien engendraron en 1910.
Cuál revolución es la revolución
Una de las frases que más se me han echado en cara es aquella de “La Revo-
lución es la Revolución”.
Cuando la lancé, en 1911, a raíz del triunfo de Madero, quise decir con
ella que la Revolución era revolución de verdad, y no un mero cambio de
gobierno. Con ella contestaba yo a los que querían que todo se redujera a
cambiar al general Díaz por De la Barra, y aquí no ha pasado nada; mientras
que yo insistía en que las reformas verdaderamente trascendentales para los
pueblos no pueden hacerse dentro de la ley, sino por medio de la fuerza. De
esto a decir que yo aconsejaba en todo caso el atropello, y la fuerza, y el ca-
pricho, no había más que un paso.
Pero la maliciosa interpretación que mis enemigos hicieron de esa frase
fue nada en comparación de la que más tarde le dieron mis amigos los revo-
lucionarios.
La lucha era sangrienta, la revolución era despiadada. Mi frase sirvió
entonces para justi car las consecuencias de la guerra civil; no sólo las natu-
rales, sino las innecesarias; y para 1915 muchos sostenían, con la autoridad
de mi palabra, que lo principal era matar y saquear, y destruir, y robar, por-
que al  n y al cabo estábamos en revolución. Y militares hubo que ganaron
sus grados, y políticos que se enriquecieron, al grito de “La Revolución es la
Revolución”, sin que yo haya tenido nada que ver en sus fechorías.
Por el contrario, cuando protestaba yo contra los atropellos y las brutali-
dades de mero salvajismo y sobre todo cuando intenté contener el saqueo y
el despilfarro de los bienes incautados, muchos me increpaban: ¿pues no
eres tú aquel mismo que dijo que “La Revolución es la Revolución”? Se me
consideraba ya como desleal a mis “principios”.
En la actualidad ya no hay guerra civil, y sin embargo hay muchas cosas
que se hacen fuera de la ley. Cada vez que la Constitución o las leyes estor-
ban para algo, se invoca el interés público y los principios revolucionarios
para no respetar la ley; y cuando los atropellados acuden a la Suprema Corte
en demanda de justicia, magistrados hay que se meten la Constitución en el
bolsillo trasero del pantalón, diciéndole como el personaje de la zarzuela:

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