Representaciones de la ciudad de México en la crónica

AutorTanius Karam
CargoDoctor en Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid. Profesorinvestigador de la Academia de Comunicación y Cultura de la Universidad de la Ciudad de México
Páginas51-76

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1. Mirar ciudad o de mirar a quien mira

La ciudad para Rossana Reguillo (2001) no se mide en kilómetros o densidad poblacional sino en "relatómetros": cada ciudad es tan grande como los relatos que la habitan. Estos relatos dan cuenta de las formas de apropiación, de las formas de percepción y de vivir. La vida en una ciudad se basa en la lucha diaria de apropiación; ésta es a un tiempo individual y social en cuanto al espacio, el tiempo, el gozo, la expresión. Desde el sujeto (individual o grupal) que mira la ciudad puede ser una sola; desde la interacción y relación con los otros (personas, grupos) la ciudad es múltiple y se somete a procesos intersubjetivos de disputa, tensión y negociación.

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La ciudad es objetiva y subjetiva; se define por lo que es y por lo que se percibe de ella; ninguna de las dos dimensiones se pueden desligar; una mirada cultural es imperativa para dar cuenta de las formas simbólicas que se ponen en juego, de sus dispositivos (uno de ellos la crónica) para actuar; la mirada no es pasiva, tiene el poder de actuar sobre la realidad ya sea para transformarla o conservarla.1 Esta relación entre objetivo-subjetivo es importante en la sociología cultural de Bourdieu (1990), que es otra forma de nombrar la relación entre habitus y campo, entre instituciones y representaciones. La propuesta de Bourdieu es incluir en la descripción del objeto, la conciencia que los actores tienen de él, debido a que los actores también forman parte intrínseca del objeto. Esto nos llevaría a reconocer la objetividad de la subjetividad, la interrelación como instancias que se afectan y construyen en ese proceso.

En este trabajo iniciamos un recorrido para conocer algunas formas de mirar y narrar la Ciudad de México en la crónica (histórica, literaria y periodística). Más allá que un mero ejercicio de análisis, pretendemos identificar algunos de los múltiples sentidos que se ponen en juego; queremos ver desde lo escrito no sólo lo "representado" (que no es reflejo fiel de la realidad), sino de sus procesos de producción y aun de sus tensiones o contradicciones. En su conjunto, prevalece la hipótesis que algunas de estas formas de mirar han prevalecido por encima de los usos y modos individuales, históricos o sociales, formando miradas y representaciones recurrentes (¿dominantes?) en la narración e imaginación sobre la Ciudad de México. En su conjunto estas miradas no proceden por oposición, sino por condensación; no queremos encontrar diferencias entre ellas, sino y sobre todo subrayar los procesos para aglutinar los sentidos en la representación: son formas que, lejos de contraponerse, se yuxtaponen al tiempo que ofrecen una miríada extensa y compleja que da cuenta de la propia ciudad como ese entramado infinito de relaciones.

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En nuestro método de trabajo hemos considerado algunos autores en la historia de la crónica literaria, histórica y periodística; cada mirada es singular, pero refleja formas o tendencias en un espacio que ha generado un tipo de relación con sus destinatarios, una determinada caracterización de los actores discursivos, una figurativización del espacio y el tiempo, un uso de determinadas estrategias retóricas y expositivas. Las crónicas en algún sentido, parafraseando al poeta mexicano José Emilio Pacheco, la crónica

-como la poesía- no le pertenece a nadie, es algo que hacemos entre todos.

2. Breve aclaración teórica: imágenes, representaciones, imaginarios

Aclaramos de antemano esta división semántica entre imágenes, representaciones e imaginarios que aparece a lo largo de nuestro trabajo: entendemos con Moscovici (1979) que la representación social es una modalidad particular de conocimiento cuya función es la elaboración de los comportamientos y la comunicación entre los individuos. Es un corpus organizado de conocimientos y una actividad psíquica gracias a las cuales los seres humanos hacen inteligible la realidad física y social. En cambio la idea de imaginario tiene una connotación psicoanalítica vinculada con el deseo más que con la cognición (ver nota 3). Las representaciones se presentan bajo formas variadas, más o menos complejas; imágenes que condensan un conjunto de significados, sistemas de referencia que nos permiten interpretar lo que nos sucede y darle sentido a lo inesperado. La noción de representación tiene que ver con la manera en tanto sujetos sociales, aprehendemos los acontecimientos de la vida diaria, las características del medio ambiente, las informaciones que en él circundan. Las representaciones son una forma de interpretar el mundo, una actividad mental, un conocimiento social,

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un tipo de bagaje que se anuda a los marcos axiológicos, ideológicos, históricos.

Lo "imaginario" se refiere a otra dimensión que se asocia al deseo (más que principalmente cognitivo). Entendemos la idea de imaginario de acuerdo con la perspectiva de Castoriadis quien señala que el imaginario no es "la imagen de", sino "creación incesante y esencialmente indeterminada (social-histórica y psíquica) de figuras/formas/imágenes, a partir de las cuales solamente puede referirse a algo". El imaginario no tiene un objeto que reflejar, sino deseos a proyectar y en todo caso a elaborar mediante el simbolismo. Vergara (2001: 47) ha hecho un buen resumen de los ejes de la propuesta en este pensador griego: "Lo imaginario no se refiere a algo", es decir no "representa"; su presencia se reconoce a partir de sus "efectos", por su peso en la vida cotidiana social; es centro o núcleo organizador/organizado que constituye una atmósfera o una "personalidad de una época; y ubica al imaginario radical e imaginario social (o instituyente), que surgen del caos-abismo".

Hay una relación entre imaginario y representación que se da en el propio Castoriadis, pero se encuentran en distinto nivel lógico de complejidad. Castoriadis diferencia lo que es el imaginario radical del social instituido; el radical se refiere al flujo de representaciones que posee cada ser humano, dentro de las cuales figuran deseos, imágenes, recuerdos, anhelos, estados de ánimo, en el que no hay pensamiento lógico, se trata de representaciones sin ninguna funcionalidad, es necesario que ésta sea canalizada para hacer posible la vida social. Una vez solidificadas las significaciones imaginarias sociales con el aval de las instituciones se puede hablar de lo social instituido.

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3. Notas de la crónica como dispositivo discursivo

Inserta en esa frontera que puede molestar a los amantes de las categorizaciones, el género se caracteriza por su mestizaje y sus posibilidades expresivas. Podemos usar para explicar la idea de la crónica, aquella imagen que Paz (1993) usa a propósito de la experiencia amorosa en la "llama doble" (la llama del amor y del erotismo). Como el amor, la crónica tiene una doble dimensión: ficción y realidad; oralidad y literalidad; presente y pasado; literatura y periodismo; empírico y poético. Esta personalidad difícil de sostener ha hecho que la crítica la arroje hacia un limbo en el cual condena y aceptación no acaban de definirse. Parte de la confusión puede deberse a la vecindad que establece con el ensayo, la noticia, el testimonio y el cuento, lo que igualmente permite múltiples lecturas.

Domínguez Michael (citado por Egan, 2001: 81) observa que el uso y abuso de la crónica ha redundado en su dificultad para definirla. Este abuso no es reciente y data de una manera claramente reconocible a partir del siglo XIX al cual acuden los mismos "abogados memoriosos, señores de sociedad ansiosos de verter sus ansias líri-cas, reporteros con su corazoncito literario, conservadores que enarbolan sus distintas consignas contra las 'horrendas costumbres nuevas', revolucionarios que en acción contestataria ven surgir la aurora nueva de la humanidad". Los usos pragmáticos de la crónica son también muy diversos: de escaparate a púlpito, de telenovela privada a ejercicio de observación participante; de cualquier forma, esto refleja lo que ha sido la misma historia de la crónica y que confirme para odios y beneficios de muchos el potencial del género. Para Carlos Monsiváis, uno de los logros de la crónica reciente es el uso periodístico abundante para dar cuenta de actores, movimientos sociales y luchas de las minorías (Aranda, 1991: 45-46), que han hecho de la crónica un instrumento útil para el conocimiento de la realidad social.

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Es así que el primer rasgo de la crónica es su "indefinibilidad", lo cual no significa la imposibilidad de señalar algunas fronteras permeables y el diálogo que el género (o dispositivos textuales) sostiene con sus vecinos. El propio Monsiváis (1980: 13) en la nota preliminar a la 2ª edición de su Antología de la crónica en México, ensaya una definición operativa con algunas indicaciones:

Reconstrucción literaria de sucesos o figuras, género donde el empeño formal domina sobre las urgencias informativas. Esto implica la no muy clara ni segura diferencia entre objetividad y subjetividad, lo que suele traducirse de acuerdo a premisas técnicas: el reportaje por ejemplo, requerido de un tono objetivo, desecha por conveniente la individualidad de sus autores [...] En la crónica, el juego literario usa a discreción la primera persona o narra libremente los acontecimientos como vistos y vividos desde la interioridad ajena. Tradicionalmente en la crónica ha privado la recreación de atmósferas y personajes sobre la transmisión de noticias y denuncias

No es siquiera el imperio de los hechos que objetivamente son observados por el periodista, sino la mirada que éste tiene sobre una situación, en el que las condiciones aledañas tienen el mismo (o más valor) que el hecho en sí. Si atendemos la...

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