Regina Tamés

Páginas24-27

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Muchas gracias por este reconocimiento que recibo con mucho entusiasmo. Adicionalmente, es un honor recibirlo al lado de dos distinguidas personalidades y amigos: José Ramón Cossío y Miguel Carbonell.

Quiero aprovechar este espacio y este reconocimiento para hablar sobre mi trabajo como defensora de los derechos humanos de las mujeres, pero también sobre mi historia personal. Porque durante muchos años yo fui una niña y una adolescente que estuvo protegida del mundo real. Daba por sentado el privilegio que tenía. Fue hasta años después que este México lleno de injusticias, de desigualdades, de pobreza y de mucha discriminación se develó ante mí.

Ahí encontré, en la defensa de los derechos humanos, el cauce a mi toma de conciencia sobre la lacerante realidad de nuestro país. Esta toma de conciencia coincidió prácticamente con mi elección de estudiar Derecho. Una decisión que llegó a mi vida básicamente por casualidad. De la casualidad al conocimiento instrumental del Derecho. De las aulas de Santa Fe y Washington a la defensa de las mujeres.

¡Tanto que ha avanzado de manera veloz la humanidad! Enhorabuena. Tan lento que han sido (y están siendo) los cambios sociales, políticos, culturales y económicos que impiden una verdadera igualdad entre hombres y mujeres... ¿Por qué nos costará tanto trabajo cambiar para que todas y todos estemos mejor?

A pesar de las condiciones tan adversas en las que vivimos, las mujeres tenemos el derecho a escoger en qué espacios y roles de la sociedad queremos desarrollarnos. Ese derecho, todavía ahora, hay quienes lo ponen en entredicho, o bien obstaculizan algo que ya debería ser natural en nuestra sociedad cuasi democrática.

Hay algunas que gustamos de ser parte de lo público como abogadas, periodistas, activistas, juezas, secretarias de Estado. De tomar decisiones para la sociedad o bien ejercer el disenso.

Independientemente de nuestras elecciones, las mujeres en México tenemos que enfrentarnos de manera reiterada a críticas por nuestras formas de vestir y de hablar, por nuestras relaciones personales, por lo que no hacemos, más que por lo que hacemos, al punto de que hay quienes han sido asesinadas por el simple hecho de ser mujeres. Asesinadas por ser mujeres.

Ojalá nunca se asesine a hombres por vestir shorts o por demandar mayor justicia. La ironía podría no caber, pero basta de vivir en un país donde la discriminación es letal.

Grandes defensoras han abierto brecha para que hoy esté yo ante ustedes. Ha habido...

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