Reformas al 27: fin de la revolución

AutorHilario Barcelata Chávez
Páginas144-146
La Economía Mexicana. Crisis y reforma.
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Hilario Barcelata Chávez
144
desempleo, incrementar el ingreso de las mayorías, y con ello la demanda. Desde
luego, esto implica una redistribución económica, sino también como un objetivo de
justicia social.
El próximo pacto deberá tener en cuenta lo antes dicho. De otro modo, la crisis del
mercado interno ganará más terreno y el país se seguirá descomponiendo en dos
partes: una, aquella que concentra el crecimiento de la producción y el ingreso y, otra,
aquella que se ha rezagado y con escasa dinámica participa cada vez menos de la
producción y del ingreso generado a nivel global, y en lo particular sufre la caída de su
producción y su ingreso.
REFORMAS AL 27: FIN DE LA REVOLUCIÓN 1991
Con las reformas al Artículo 27 Constitucional, la política neoliberal que sustenta el
proyecto modernizador de nuestro país acaba de dar otro paso importante en la
configuración de un nuevo modelo de desarrollo. Paso que es, quizás, el más
trascendental de todos; La posibilidad de convertir al ejido en propiedad privada y el fin
del reparto agrario. Ello implica, como contundente e irrevocable consecuencia, la
cancelación definitiva del proyecto social y la Revolución de 1910. Ese nacionalista y
revolucionario, fruto de las alianzas de los grupos políticos y militares que derrocaron al
porfirismo.
Con las reformas al 27 Constitucional concluye la Revolución Mexicana. Porque ésta,
al menos en el campo, no terminó en 1917. Ese año sólo marcó el fin de su etapa
bélica. De entonces a la fecha la lucha continuó por otros medios, con los mismos
protagonistas pero con otros nombres. Así lo prueba la disputa por la tierra durante
todos estos años. Hoy ya sabemos quién perdió la Revolución.
El último de los mitos de la Revolución Mexicana ha muerto. A partir de hoy tendremos
que aprender a vivir sin los fantasmas del pasado, sin fantasías ni ensueños
revolucionarios. La modernidad liquida hoy al surrealismo al que fue conducido el
campo mexicano por una utopía que hoy se derrumba.
No se crea, sin embargo, que las reformas constitucionales propician la muerte del
ejido. No, cuando muchos vienen a ser su certificado oficial de defunción. Porque el
elegido comenzó a morir desde hace mucho tiempo; no sólo a manos de sus
detractores, si no también de sus defensores.
Para el nuevo modelo de desarrollo no sólo es indispensable sino vital esta
transformación que se dará en el campo. Y está sustentada, además, por una lógica
contundente. Hasta ahora las formas de producción capitalista habían convivido con
formas de producción precapitalista como lo es el ejido. Pero el sistema no fue capaz
(por diversas razones) de insertarlo en la lógica del funcionamiento del mercado. Antes
bien lo marginó y se sirvió de él para crecer y consolidarse No hay que olvidar que
hasta la década de los sesenta México no sólo tenía autosuficiencia alimentaria, sino
que además era un exportador importante de productos agrícolas. Y que estas
exportaciones sirvieron para financiar las importaciones que requería el proceso de
desarrollo industrial. Y que el campo suministró a bajo precio todos los productos
necesarios para satisfacer la demanda de la naciente industria y para alimentar a la
población de las ciudades que, en ese entonces, presentaron un fuerte proceso de
urbanización.
Hoy esas formas productivas en el campo son ya material de desecho, pues la
transferencia de valor que por años mantuvo, sin que los recursos retornaran agotaron

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