Reformas (1846)

AutorGuillermo Prieto
Páginas91-93
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a sociedad en que vivimos necesita reformarse, esto no
tiene duda; pero reformarse de una manera fosfórica,
electromagnética e instantánea. ¿Cómo combinaremos esta ne -
cesidad urgentísima con el dolce far niente que tanto nos halaga,
producto espontáneo de nuestro bello clima?
No hay más que apelar a los semitonos, a los términos
medios, a los paliativos, al grato tornasol, hijo del temor y la
pereza. Veamos cómo.
Verifíquese una revolución verdadera, no un movimiento:
todo se quiere subvertir. Dos generaciones están en pugna; los
colocados y los no colocados se preparan a la lucha mortal.
Llámense a juicio las edades pasadas, se ven sus errores, y la
palabra reforma aparece con su aureola de oro, símbolo de espe -
ranza, promesa del porvenir lisonjero.
Todo está desquiciado: la hacienda, sin tomines; la justi-
cia, con la vara seca; el ejército, sin moralidad; los pueblos, sin
cara en que persignarse.
Para atender a todo esto, tenemos una reserva de innovacio -
nes sublimes: ya se cría una junta que ha de discutir y tener su
presidente y formar su plan. Extendido el sistema de juntas, se
deja en sus manos el negocio y se da rumbo distinto a la reforma.
REFORMAS
(1846)
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