Recuerdos de Santullano

AutorAndrés Henestrosa
Páginas91-93
Sacha Pogodin, joven hermoso y puro, como reza el primer párrafo de la nove-
la. Y de estos quisimos ser nosotros, porque México era un gran gemebundo, y
nosotros queríamos ir al sacrificio. Sachka, Sacha, Sachuk, Sachenka, todavía
apodamos a Alejandro Gómez Arias, héroe de aquellas derrotas. Todos creí-
mos oír en la sombra la queja, el sollozo de la patria; y quisimos con nuestra
sangre fecundar el bello árbol de la libertad. Y si aquello era un sueño, era el
pueblo quien nos hacía soñar. No nos arrodillamos ante él, pero sí estuvimos
dispuestos a brindarle lo que creíamos poseer: nuestra pureza. Aunque sólo
consiguiéramos morir de muerte honrada, eso bastaría para nuestra ventura.
Porque era imposible que una muerte honrada fuera estéril. Si cuando muere
un criminal la tierra enmudece, cuando muere un inocente no sólo la tierra,
sino el cielo tiembla de indignación, y se entenebrece el sol. De aquella lucha,
aunque sus frutos se tengan olvidados, algo queda en pie: su loca audacia, su
desesperada desigualdad, su arrebatada nobleza. Y algunos de los lectores de
Sachka Yegulev, derrotados por la realidad, todavía guardan encendida la llama
que esclareció su juventud.
18 de mayo de 1952
Recuerdos de Sa ntullano
Me encontré con el nombre de Luis Santullano allá por el año de 1930, fecha
en que Aguilar, editor madrileño, reforzó nuestras lecturas con aquella serie
de preciosos tomos con obras completas y selecciones de los más grandes au-
tores de la literatura universal. Como se acordarán los lectores, la colección
que por entonces publicó la Editorial Aguilar la constituían unos tomos de
diversos tamaños, en papel cebolla con los cantos dorados y encuadernados
en piel adornada con hierros, también dorados. Entre aquellos tomos, uno al-
canzó entre los jóvenes escritores, poetas y lectores de aquellos días una boga
inesperada: era el Romancero espa ñol que había seleccionado y prologado Luis
Santullano muerto aquí en México hace unos cuantos días. ¿Por qué aquella
colección de romances alcanzó tal boga si todos, el que más y el que menos,
conocíamos y hasta sabíamos de memoria muchos romances españoles? Se
debe, creo yo, a que el Romance volvió a ser para los poetas mexicanos la for-
ma preferida de expresión, el vaso para verter el vino de nuestra inspiración,
AÑO 1952
ALACE NA DE MINUCI AS 91

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