La realidad obrera frente al Constituyente

Páginas159-175
Ciudadanos Constituyentes:
Tengo el honor por primera
vez de dirigirme a ustedes, no obs-
tante haber solicitado la palabra en
varias ocasiones. La fatalidad para
mí, la fortuna para ustedes, ha esta-
do en que haga uso de la palabra y
ustedes decidirán si al abordar esta
tribuna es una fatalidad para uste-
des o es el uso de un derecho que
me concedió el pueblo de Veracruz.
Tres o cuatro días que llevo en este
Parlamento han sugestionado mi es-
píritu con ideas encontradas. A veces
he sabido que hay una atmósfera di-
vidida: otras veces he visto que son
tendencias iguales encaminadas a un
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La realidad obrera frente al
Constituyente
Discurso pronunciado por el C. Carlos L. Gracidas en la 17a. sesión ordinaria,
celebrada el día 19 de diciembre de 1916.
solo fin, pero bajo diferente criterio,
el mismo criterio que hemos ob-
servado en el curso de la revolución
constitucionalista.
Diversidad de criterios hasta lo que
pudiera llamarse radicalismo, obser-
vado en determinados gobiernos en
la era preconstitucional. Otro cri-
terio establecido por algunos que
quieren guardar la armonía social
tal como ellos la interpretan, res-
tringiendo el anhelo popular y ob-
sequiando el anhelo retardatario de
determinada clase social, y así tene-
mos que mientras en Yucatán, Sono-
ra, Veracruz y algunos otros Estados,
se ha dado al trabajador parte de lo
que él ambiciona, en otros se le saca
toda la punta posible a la ley del 25
de enero, se le amplia y se previene
el fusilamiento para los trabajadores
que practiquen la huelga. Es esto lo
que yo he adivinado, en mi erróneo
juicio, si ustedes quieren. Pero el re-
sultado de la votación final puede
desmentirme, cuando ustedes, ha-
un precepto que garantice todo lo
que el trabajador ansia, o atendiendo
todo lo que los enemigos del traba-
jador también ansían.
Suplico a los poquísimos trabaja-
dores que hay aquí representando
genuinamente a la clase a que yo
pertenezco, disculpen la poca faci-
lidad que tengo de exponer el ideal
del trabajador. Asimismo, suplico a
los señores togados, a los señores que
constantemente invocan los códigos,
que con muchísima más razón dis-
culpen mis argumentos, ya que yo no
he ido desde los siete años a las aulas,
sino que me he entregado exclusiva-
mente al taller, por la fatalidad que
pertenece a una gran parte de los hi-
jos de México.
Sabemos que se han instituido, que
se han formado en la mayor parte
del mundo, como en México, orga-
nizaciones obreras que persiguen un
ideal, el mismo que señaló en 57 la
Carta Magna: la justa retribución y
el pleno consentimiento. Los sindi-
catos de oficios, las uniones obreras
Selección de piezas de oratoria
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de todas aquellas corporaciones de
trabajadores que hacen resistencia al
capital, van tras de un objetivo: al-
canzar el máximo de remuneración
contra la ambición del capitalista,
que es alcanzar el mínimo del sala-
rio; obtener la máxima jomada en-
tre ello y las ocho horas de trabajo
contra la ambición del capitalista, el
trabajo de sol a sol.
El sindicalismo, como otras corpo-
raciones obreras, tiene, para obtener
el concurso de todos los trabajado-
res, una tendencia, quitar toda clase
de prejuicios religiosos a sus adhe-
rentes para que no se entreguen en
cuerpo completo o en alma, si existe,
completamente a un solo fin: a evi-
tarse de la explotación. Así se habían
organizado en México, en Veracruz
particularmente, las organizacio-
nes obreras, cuando desde Coahuila
el ciudadano Venustiano Carranza
proclamaba la revolución social, y re-
cuerdo, entre otras cosas, que como
aquello era sorprendente, mi patrón,
no diré mi explotador, porque nun-
ca he permitido que me exploten los
dueños de las casas en que trabajo, se
preguntaba a sí mismo e interroga-
ba a algunos compañeros que esta-
ban allí: ¿y qué es revolución social?
Una de las personas que allí asistían
contestó: que tú hagas partícipe de
tus utilidades a tus trabajadores, para
que éstos obtengan un mejoramien-
to efectivo; que no los exprimas, que
no los ultrajes. Esto en lo que a ti se

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