La raíz en el suelo y la flor en el cielo

AutorAndrés Henestrosa
Páginas50-51
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ANDRÉS HEN ESTROS A
da nuevo oficio que sólo el contexto puede determinar. Perplejo ante bola
y boru ca, opta por boluca que viene a signi ficar lo mismo. Y urgido de un
sinónimo mexicano de caballo, ro cín, caba lgadura, olv ida cu aco, pero recala
en gua co que no existe, pero que le ayuda a salir del paso.
Y, ¿no fuera bueno que alguno hiciera una nómina de los arcaísmos, his-
panoamericanismos, pochismos que de un modo t an caudaloso invaden los
libros de Ramón María del Valle Inclán para bien del conocimiento de nuestras
literaturas?
21 de octubre de 1951
La raíz en el suelo y la flor en el cielo
A la hora en que los artistas mexicanos estaban pendientes de los modelos
extranjeros, José Guadalupe Posada –muy grueso, muy moreno, no muy alto,
de cabeza cuadrada y unos bigotes burlones– se atreve a pensar por sí mismo,
a hablar una lengua que fuera entendida del México de las postrimerías del
siglo pasado y primeros de éste. Una lengua, desde luego, un poco incorrecta,
de embrollada sintaxis, pero directa, incisiva, cargada de savia popular. Una
lengua, hermana de aquella que usó José Joaquín Fernández de Lizardi para
alarma de los que creen que el arte es recreo y no creación, ejercicio de la inte-
ligencia y de la fantasía, y no deber. Como “El Pensador Mexicano”, fray Ser-
vando, Bustamante, Juan Bautista Morales, Posada, que estaba sembrado en
tierra propia, que tenía las raíces en el suelo y las flores en el cielo de México,
extrajo de la gigante veta de la vida mexican a, los temas de s us gr abados,
de sus noticia s, de sus arengas, de su s panfletos , que todo es o son en resu -
men sus grabados. El buril tenía en su mano, la misma eficacia que la pluma:
era bueno para estampar sobre hierro o madera, la burla, sátira, la ironía, la risa
y la sonrisa. A espaldas de preocupaciones académicas, atento sólo a interpre-
tar y a propagar los sentimientos y los pensamientos de su pueblo, los grabados
de Posada tienen toda la fuerza, toda la elocuencia expresiva de quien, hijo de
un ambiente, de un tiempo, de una tierra, cumple una tarea de modo natural
y espontáneo. Si el arte fuera sólo perfección formal, Posada –que dominaba
las formas como un resultado lógico del dominio de los temas, pero que no
trascendía el mero marco de la expresión– su obra y su nombre ya estarían

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