Puebla. 5 de mayo de 1862

AutorPorfirio Díaz
Páginas39-54
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l 29 de abril, día siguiente de la acción de Acultzingo, se
ordenó la marcha rumbo a Puebla, a donde llegamos el
3 de mayo. Ese mismo día, llegó el enemigo a Amozoc, pues
marchábamos con diferencia de una jornada. Luego de que lle ga -
mos a Puebla, el general en jefe ordenó lo siguiente: que las tro-
pas del general José M. Arteaga (las cuales, como éste haber sido
herido gravemente en Las Cumbres, las mandaba el general
Negrete) ocuparan los cerros de Guadalupe y Loreto; que el ge -
neral Santiago Tapia, con las fuerzas de Puebla, ocupara el perí -
metro interior de la ciudad, que estaba fortificado pasajeramente
y artillado, y dejó como columnas maniobreras la brigada de
mi mando, la del general Berriozábal, la del general Lamadrid,
y la de caballería, que mandaba el coronel Antonio Álvarez.
Asimismo, distribuyó regimientos carabineros a caballo, así como
lanceros de Oaxaca, lanceros de Toluca y el escuadrón Trujano,
mandados respectivamente por los coroneles Antonio Álvarez,
Félix Díaz, Germán Contreras y el mayor Casimiro Ramírez.
El 3 de mayo en la noche, día de nuestro arribo a Puebla, el
general en jefe, don Ignacio Zaragoza,1detuvo en su alojamiento
PUEBLA
5 DE MAYO DE 1862
E
1Ignacio Zaragoza (1828-1862). Militar. A partir de la rebelión de Ayutla se
adhirió al Plan y militó con los liberales. Alcanzó la victoria en la batalla
a los generales que sucesivamente llegábamos a darle parte de
las novedades del día y de la marcha. Cuando nos habíamos
reunido los generales don Ignacio Mejía, don Miguel Ne-
grete,2don Antonio Álvarez, don Francisco Lamadrid, don
Felipe B. Berriozábal3y yo, nos manifestó el general Zaragoza
que la resistencia presentada hasta entonces era insignificante
para una nación como México, que en ese entonces tenía de
ocho a diez millones de habitantes, pero que era, a la vez, lo
más que podía hacer el gobierno, dadas sus circunstancias; que,
vista la situación bajo el primer aspecto, era muy vergonzoso
que un pequeñísimo cuerpo de tropas, que para la Nación po -
dría tener la importancia de una patrulla, llegara a la capital
de la República sin encontrar la resistencia que corresponde
a un pueblo que pasa de ocho millones; que, en consecuencia,
creía que los que estábamos presentes nos debíamos compro-
meter a combatir hasta el sacrificio, para que, si no llegábamos
a alcanzar una victoria (cosa muy difícil, aspiración poco ló-
gica, dada nuestra desventaja en armamento y casi en todo
nero de condiciones militares), a lo menos procuráramos
de Puebla del 5 de mayo de 1862 contra los franceses. A los pocos meses,
el 8 de septiembre, a causa de la fiebre tifoidea, murió en la ciudad de
Puebla. Se realizaron honras fúnebres en todo el país.
2Miguel Negrete (1824-1897). Militar. Aunque formaba parte del Partido
Conservador, se pasó al bando liberal durante la Segunda Intervención
francesa. Una vez restaurada la República, fue ministro de Guerra durante
la presidencia de Benito Juárez.
3Felipe B. Berriozábal Basabe (1827-1900). Político, militar e ingeniero. Par-
ticipó en la guerra de Reforma. En 1865 fue nombrado ministro de Guerra
durante el gobierno de Juárez. Fue gobernador del Estado de México, de 1859
a 1862, y de Michoacán, de 1863 a 1864. En 1880 fue ministro de Gober-
nación y de 1896 a 1900 fue ministro de Guerra y Marina en la ad -
ministración de Díaz.
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MEMORIAS

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