Prólogo

Páginas7-9
TI
1
ESD
E mi salida de
España
para
emprender
ur~
viaje
V de recreo en
la
República de México,
en
umón de
mi esposo el Sr. Fosco, quien tampoco conocía
est
a
parte
del Nuevo Continente, dos cosas llamaron fnert@rnente
nues
tra
atención: las Pirámides d e San
Juan
~reotihua-
cán, por
la
que se refiere de
su
semejanza: con las de
Egipto, y la
barda
del censo de pobÍación del r
ey
Netza-
hualco
yotl,
levantada en el Pueblo de
Hn
exotla.
Satisfecha mi curiosidad respecto de las Pirámides,
me dirig
í,
hará diez años, á Texcoco, por la vía del Fe-
rrocarril Interoceánico. Preciosa y quieta población es
esta
que se aduerme á la margen de
un
lago bas~arite
extenso, cuyas · serenas ondas hienden
lentamente
es..-
quifes planos, cargados de leña, cereales ó verduras.
Llegué á Huexotla en donde
pude
contemplar los r~s~
tos,
muy
visibles aun, de
la
famosá barda des
tinada
á·
contener el ceµso de la población; y
un
indio anciano me
explicó con
su
decir sencillo,
el
mecanismo azas fácil.con ·
que el censo era llevado en la época del rey-poeta. El
medio consistía en que al nacer
un
niño, los
padres
fija-
ban
una
pequeña piedra negra, labrada en forma cilín-
drica (tejolóte), en
un
frente del muro, y si era niña, una
Ele
piedra roja llamada tezontli á
la
espalda del muro
mis~
· ·
moi Si el
nifl.o
6
niñ-a
llegaban s
su
mayor
edad,
la
piedra
,.
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n
..
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