Un programa para un partido liberal

AutorGustavo R. Velasco
Páginas899-917
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UN PROGRAMA PARA UN PARTIDO LIBERAL
Las ideas constituyen el fundamento en que se susten-
ta y levanta todo el edi cio de cooperación del hombre
en sociedad… Una estructura social duradera no pue-
de dirigirse sobre la base de ideas falsas y equivoca-
das… El único camino que se ofrece a quien quiera re-
conducir el mundo al liberalismo estriba en convencer
a sus conciudadanos de la necesidad de adoptar el pro-
grama liberal. LUDWIG VON MISES, Liberalismus
1. ACTUALIDAD Y VALIDEZ DEL LIBERALISMO
Que el mundo se encuentra en crisis se ha vuelto un lugar común. Desde la
primera Guerra Mundial y, sobre todo, desde la Gran Depresión y luego
la Gran Guerra, los síntomas que ha exhibido nuestro tiempo han parecido
tan graves que ha habido acuerdo en cali carlos de críticos. Pero con ello ni
se ha diagnosticado el mal que nos aqueja ni, lo que es más alarmante, da
muestras la humanidad de superar el trance y, vencida o por lo menos miti-
gada la enfermedad, de reemprender el camino hacia la salud y el bienestar.
Por el contrario, la crisis se presenta cada vez más general y profunda; la
confusión en las ideas y la desorientación de la acción son progresivamente
mayores; y como en la época en que se hundió la civilización antigua o al
término de la Edad Media, vuelven a oírse voces de frustración y desespera-
ción, en que se denigra y repudia lo que ha sido nuestro orgullo y la causa
del adelanto que hemos logrado, como la razón y la verdad, la ciencia y la
técnica, el orden y la libertad, la limpieza y la belleza, la tolerancia y la com-
pasión, las normas morales y hasta el valor de toda persona humana y el
respeto que se le debe.
Los anteriores son hechos evidentes y sería insensato cerrar los ojos ante
ellos o bien oponerles los aspectos favorables que a pesar o en contra de los
mismos es innegable que presenta el mundo moderno, como las realizacio-
nes sin precedente de las ciencias naturales y la tecnología, el avance de la
medicina, la prosperidad de muchos países y las mejores condiciones econó-
micas de otros, la desaparición de las desigualdades sociales, el mayor senti-
miento de solidaridad entre los hombres, y la sensibilidad más viva ante los
infortunios de nuestros semejantes, aunque sea extrañamente desigual y a
900 CONTRA LA CORRIENTE: 1930-2005
veces inclusive no se mani esta donde más sería de esperarse. Pues no hay
duda de que si continúan y si llegan a predominar las tendencias e ideas ac-
tuales, la civilización que tan lenta y penosamente hemos edi cado se de-
rrumbará y el mundo penetrará en una nueva edad oscura, mucho más temi-
ble que la que se abrió con la caída del Imperio romano, debido a que no
estará iluminada por una nueva idea moral, ya que los medios de dominio y
destrucción de que disponemos hoy son in nitamente más grandes. No falta,
pues, razón para el temor que sobrecoge no sólo a la parte pensante, sino
oscuramente a la mayoría de la humanidad, de que vivimos precariamente,
de que no sólo es posible sino que inclusive un accidente puede provocar una
hecatombe como no la ha habido en la historia, y de que podemos retornar a
la barbarie y asistir a la degradación y aun a la desaparición de nuestra especie.
En contraste recuérdese el mundo seguro y con ado que existió a  nes
del siglo XIX y hasta 1914. Los esfuerzos de los  lósofos, economistas y soció-
logos de la primera mitad de esa centuria y de la anterior culminaron en la
formación de una doctrina que inspiró la política y la acción social, primero
de la Gran Bretaña y los Estados Unidos, después de Francia, y que de esas
naciones se extendió hasta constituir el ideal de todo el universo y de haber-
se adoptado en todas partes, salvo en aquellos países como Rusia, Turquía y
Persia que constituían otros tantos prototipos de despotismo. Bajo su in ujo
el panorama material y espiritual del mundo se transformó. La idea de un
progreso inde nido que se encendió como una luz de esperanza al comienzo
de la edad moderna se convirtió en una convicción. Y simultáneamente un
sentimiento de con anza en su porvenir animó a la humanidad.
El liberalismo nunca imperó íntegramente ni en las instituciones ni en
las inteligencias. A tal grado es esto cierto que puede a rmarse que el pro-
grama liberal no es un programa que se haya probado y que haya fracasado,
sino que nunca se ha experimentado. En todo tiempo ha habido enemigos de
la libertad como Platón y Hegel o utopistas que dando la espalda a la reali-
dad y a la naturaleza humana como Fourier y Marx, han exaltado la coac-
ción y el Estado, o elaborado el ideal de una sociedad colectivista y regimen-
tada. Por accidentes históricos la Iglesia católica se erigió en enemiga del
ideario liberal, a pesar de que en absoluto es incompatible con las creencias
religiosas y de que, especialmente en los países anglosajones, entre sus auto-
res y partidarios han  gurado hombres de piedad ejemplar. Otras  guras me-
nores se recrearon en mal entenderlo y caricaturizarlo. En el fondo hubo in-
comprensión en el terreno intelectual, de ciencia desde el punto de vista
moral. No se vio o no se quiso ver que el liberalismo constituye un sistema
permanente y para el futuro, y que muchas veces exige el sacri cio de una
ventaja inmediata a un bien mayor y general pero mediato. La envidia de los
mejor dotados, el resentimiento ante miembros más afortunados del grupo,
una sensiblería frente a males actuales, pero que desaparecerían con el tiempo,
más aún, que disminuían día a día ante nuestros ojos, y  nalmente la dema-

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