Producción y mercado del conocimiento criminológico en México

AutorSergio J. Correa García
Páginas611-641

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ES PARA mí un honor participar en las XVI Jornadas sobre Justicia Penal dedicadas a conmemorar el 75 aniversario del Instituto de Investigaciones Jurídicas de nuestra máxima casa de estudios y de la Academia Mexicana de Ciencias Penales. Con tal motivo se nos pidió disertar sobre la evolución que en dicho periodo de tiempo han tenido las ciencias penales en nuestro país, desde luego en la especialidad respectiva, en mi caso la criminología.

I Enfoque a seguir para desarrollar el tema

La forma ortodoxa que suele usarse para explicar la evolución de cualquier disciplina consiste en mencionar pioneros, principales actores, desarrollos y logros relevantes. Sin embargo, por lo que respecta a la criminología mexicana -y debido al subjetivismo reinante en nuestro medio en relación con dicho saber- el énfasis lo pondré en tres perspectivas que, considero, pueden abonar objetividad al análisis: a) los retos relevantes que enfrenta hoy en día la criminología dentro del mercado mundial de conocimiento;1con especial referencia a La-

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tinoamérica, y, por lo mismo, México; b) las situaciones, personajes y decisiones que dieron origen en nuestro país a un conjunto de saberes -hasta ahora poco sistematizados- reconocidos bajo la rúbrica criminología y la posición que actualmente ostenta dicho saber en nuestra sociedad, y c) los retos actuales que esta criminología nacional "en capullo" debe afrontar para mejorar su organización y sistematización; con el propósito de que la misma sea reconocida unánimemente como conocimiento cientíico autónomo y como "producto-valor" de crítica social en abono a la democracia nacional y al desarrollo humano sustentable.

En cuanto a la situación mundial cabe señalar que coexiste una criminología dominante (del norte) misma que, históricamente, ha mo-nopolizado el conocimiento y ejerce una enorme inluencia en el sur a través, principalmente, de organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas2y -para la región latinoamericana- también la Organización de Estados Americanos (OEA). Por una parte encontramos criminologías regionales caracterizadas por buscar sus propias identidades (latinoamericana, africana, europea y oriental).3

Incluso, existen intentos en pro de una criminología identiicada con intereses propios de una serie de naciones denominadas BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). De igual manera se produce a nivel mundial conocimiento cientíico y tecnológico fuera de la criminología que ha demostrado gran inluencia en las decisiones mundiales en materia de seguridad y lucha contra el crimen.4Hoy en día el destino de la criminología del sur depende de la habilidad de sus líderes para posesionarla con mayor contundencia en el mercado global de conocimiento, con el propósito de defender las culturas locales de los embates de la imposición mundial mediática; también para inluir en el diseño de políticas internacionales donde estén presentes los intereses de la región. Bajo este esquema si bien es

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importante la ilosofía y doctrina que inspiran discursos; en Latinoamérica lo relevante es garantizar solidez de la producción cientíica, su desarrollo progresivo, su identidad y viabilidad para inluir decisiones a partir del desarrollo humano como contrapeso a la imposición. Sostenerse en la democracia y en los derechos humanos es la estrategia más inteligente para competir en el libre mercado de las ideas y las decisiones, en un esquema desigual entre intereses de mercado y ciudadanía.

Por otra parte, la desventaja de la criminología se agudiza en Latinoamérica por la combinación de cuatro factores desafortunados:

1) profunda desigualdad y heterogeneidad social; 2) altos niveles de criminalidad, violencia, corrupción e impunidad (sintomáticos de un desmantelamiento de instituciones penales democráticas); 3) declive de la calidad de vida de grandes sectores de la población, y 4) una ciencia criminológica que no ha logrado conjuntar -de manera ei-ciente- sus estructuras (cognitiva, política y social) y estar así en posibilidad de formular medidas propias que sean tomadas en cuenta para democratizar los sistemas penales.

Pero ¿cuáles son los rasgos distintivos de ese control social que actualmente se está imponiendo a escala mundial?

II Control social en la modernidad tardía
1. Tendencias relevantes

Atestiguamos en la modernidad tardía el desmoronamiento del control penal moderno, la expansión de la irrupción y la fragmentación de las identidades nacionales. También la crisis del sistema internacional y, consecuentemente, el cuestionamiento de la gobernabilidad y seguridad mundiales. Una globalización convulsionada que produ-ce conlictos intercivilizacionales, grandes migraciones, el regreso al unipolarismo, el aumento alarmante del terrorismo, la violencia y las prácticas genocidas. La vuelta de signos ominosos que se creían en vías de superación, como epidemias, hambrunas, pestes, esclavitud, etcétera. El control penal pasa de "solución" a "problema". Así en palabras de John Lea pronunciadas en una conferencia dictada en la Universidad de Gent (Bélgica) en 2003:

Hoy en día queda más o menos claro que los heraldos del siglo XXI no anuncian una época posmoderna repleta de diversidad y prosperidad,

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sino, por el contrario, una renovada era de inestabilidad y conlicto, y una creciente amenaza a la sobrevivencia física del planeta. El crimen se ha convertido en la igura central de este sombrío escenario al mismo tiempo que va perdiendo gradualmente su función delimitadora de la irrupción de un proceso normal pacíico de construcción de los órdenes económico, social, político y cultural de la vida; cobrando fuerza "por el contrario" como el motor de la dislocación planetaria. El crimen va dejando de ser el escape de los gases venenosos del automóvil, para convertirse en el motor mismo que produce dichos gases.5

Frente a dicha dislocación y a partir de nuevos escenarios de gobernabilidad registrados a partir del 11 de septiembre (9/11); se ha impuesto por el norte un sistema limitante de derechos y garantías -que sustituye el control democrático por otro represivo- cuya prioridad (o pretexto) es combatir el terrorismo; situación que ha catapultado una renovada cultura represiva de cara al tercer milenio. Destacan, al respecto, los siguientes estudios: La cultura del control (Garland, 2001); Gobernando a través del crimen (Simon, 2007) o Efectos penales del neo-liberalismo (Reinier 2007; Wacquant 2009).6 De igual forma: Filosofía en tiempos de terror: un diálogo entre Habermas y Derrida (2003) y Criminología, civilización y nuevo orden mundial (Morrison, 2006). En este mismo sentido también, Security, Territory and Population, Lectures at College de France 1977-1978 (Foucalt, 2009); Lemke, Thomas. 2011. Bio-Politics: And Advanced Introduction (Lemke, 2011); "Biopolitics", en The Cambridge Foucault Lexicon (Mendieta, 2014) y The Oxford Handbook of Contextual Political Analysis (Goodin y Tilly, 2006).

La nota relevante de dicho control posmoderno "es que la valoración de las fuerzas conformadoras de contenidos políticos y académicos se mide ahora más por tendencias y coyunturas y menos por épocas o modelos epistémicos". Sobresalen las siguientes tendencias:7

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A. Politización del crimen

El delito no es manejado más "tras bambalinas" por expertos. Se ha convertido en el centro de disputas políticas. Toda vez que dicho tema inluye en el electorado, el delito es objeto de cálculos políticos matemáticos en el corto plazo y desemboca en una competencia de la reacción gubernamental. En este contexto las decisiones políticas se encuentran más sometidas al escrutinio ciudadano y de los medios; y muchas veces, inluenciadas por mercenarios de emociones populares. Las víctimas emergen como nuevos actores políticos y representantes del interés público. El resultado es un ambiente político hiperactivo, volátil e inestable, en el cual resulta problemático "el razonamiento y la demostración de la evidencia o verdades de los problemas" que fundamenten lo que se decide.

B. Regreso del estado punitivo

En la tarea de enfrentar el incremento de la inseguridad y las demandas de orden (ocasionadas por la marginalidad y la contracción del bienestar social) el castigo cobra mayor fuerza (material y simbólica) como factor central del manejo del orden y control de la población marginal. La prisión regresa como instrumento de regulación social acompañado por una era de supervisión penal masiva. Emergen nuevos poderes para controlar desviaciones y delitos con alto impacto social y la policía se convierte en el pivote para resolver conlictos. La cuestión penal se reduce a la protección de la seguridad ciudadana cotidiana de las clases media y alta y a encubrir los delitos cometidos por personas que pertenecen a dichos estamentos.

C. Una revolución silenciosa del control penal

La soberanía de la autoridad es acompañada por lo que David Garland (2001) denomina "estrategias adaptativas" para el manejo del riesgo del crimen. La prevención situacional transforma el medio ambiente para reducir oportunidades delictivas. Se registran crecientes apoyos multisectoriales y esfuerzos...

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